sábado, 7 de noviembre de 2020

AFRONTANDO LA PANDEMIA Y OTRAS AFLICCIONES.

Tengo en casa un cuadro en el que se puede leer: "Dios no te prometió días sin dolor, risa sin tristeza, sol sin lluvia, pero Él te ha prometido fuerzas para cada día, consuelo para tus lágrimas, y luz para el camino".

Las aflicciones y sufrimientos en la vida cristiana son inevitables. En la mayoría de las ocasiones aparecen de forma repentina e intensa, por lo que el creyente siempre tiene que estar preparado para cuando ese momento llegue. Ya Jesús advirtió a los discípulos que el sufrimiento formaría parte de la vida cristiana. Las aflicciones son comunes a todos los creyentes en todo el mundo.

Es evidente que con frecuencia tenemos problemas de todo tipo, adversidades que producen en nosotros tristeza y dolor; diariamente nos encontramos con dificultades que hacen  mella en nosotros, nos preocupan y nos desaniman. Pero Jesús, después de advertirnos que esto sucedería, nos llama a tener confianza porque Él venció al mundo (Juan 16:33). En medio de las aflicciones de este mundo, es el deber y el privilegio de los creyentes estar de buen ánimo. Orando y esperando confiadamente que Dios nos muestre que propósito tiene él con nosotros al permitir que pasemos por estas tribulaciones. Pensando que la victoria de Cristo es nuestro triunfo sobre todas las cosas.

Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Cristo murió por nosotros, resucitó y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Nada nos separará del amor de Cristo, ni tribulación, ni angustia, ni enfermedad, etc. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó (Romanos 8:28-39). Él prometió estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mateo 28:20).

También podemos estar seguros que Dios ve nuestras aflicciones, de cada uno en particular y de su iglesia en general. Cuando el pueblo de Israel estaba en Egipto, Dios oyó su gemido y descendió para librarlos. Así lo hizo por mano de Moisés, acompañando las palabras con prodigios y señales en tierra de Egipto, en el mar Rojo y en el desierto por cuarenta años (Hechos 7:34-36).

Dios es nuestra fortaleza, en él debemos confiar porque él es nuestro escudo y la fuerza de nuestra salvación, nuestro alto refugio (Salmos 18:2). Tenemos que invocar Su Nombre, acercarnos a él en oración cada día, poniendo delante del Trono de la Gracia todas nuestras preocupaciones y echando toda nuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de nosotros (1 Pedro 5:7). Todas nuestras cargas deben ser puestas delante de Dios mediante un acto decisivo de entrega y rendición, con el que son echadas sobre Él y dejamos de llevarlas nosotros. Esta fe absoluta es la que honra a Dios. Lo que ocurre con mucha frecuencia es que sólo a medias le confiamos a Dios nuestras cargas y nuestros problemas, quitándoselos de las manos  después de haberlos depositado en ellas. Véase, además de Mateo 6:25-35, Romanos 5:8 y 8:32.

El rey David declaró su confianza en Dios, gozándose y alegrándose en Su misericordia, porque el Señor había visto su aflicción y había conocido las angustias de su alma (Salmos 31:7). El apóstol Pablo pasó también por muchas aflicciones, pero de todas ellas lo libró el Señor (2 Corintios 1:8-10; 2 Timoteo 3:10-12). Cuando clamamos al Señor, Él nos da fuerzas para afrontar todas las dificultades que se nos presentan cada día y nos ayuda a salir victoriosos de cada una de ellas.

A la misma vez, el Señor nos consuela con su Palabra porque ella es nuestro consuelo en nuestra aflicción; sus dichos nos vivifican (Salmos 119:50). En ella podemos encontrar miles de promesas que nos traerán paz, gozo y esperanza para nuestras vidas. La Palabra de Dios es lámpara nuestros pies y lumbrera a nuestro camino (Salmos 119:105). Cuando leemos las Sagradas Escrituras, buscando la voluntad de Dios y guardando sus mandamientos, llegan las bendiciones a nuestra vida.

Por tanto, esperemos en el Señor y tendremos nuevas fuerzas (Isaías 40:31). Nuestro Dios es un Dios fortalecedor. Él es quien da fuerzas a los débiles; da vigor al cansado y acrecienta la energía al que no tiene fuerzas; es el único que puede multiplicar por cero, sin que el resultado sea cero. La condición indispensable, pero única, es que se confíe en Él, que se espere en Él. Disfrutemos en cada momento de la energía que el poder y la gracia de Dios nos transmite. 





    

miércoles, 2 de septiembre de 2020

ÁNIMO PARA AFRONTAR LAS PRUEBAS.

 Santiago 1:2-11

No siempre es fácil tener gozo en las pruebas que llegan a nuestra vida. En realidad, la tendencia más común es quejarse por todo. Nuestros deseos, motivaciones y actos como cristianos contradicen con frecuencia a nuestra naturaleza como seres humanos, pero Dios quiere que seamos victoriosos en todas las pruebas y tentaciones que afrontamos a causa de nuestra fe en Cristo.

Santiago les dice a los cristianos que tengan sumo gozo cuando se hallen ante los problemas de la vida (v. 2). Pero ¿cómo pueden los cristianos tener gozo en medios de las pruebas? El gozo del creyente no depende de las circunstancias que le rodean, sino que viene de conocer a Jesucristo, el dador del verdadero gozo. Durante estos períodos difíciles, los cristianos podemos estar seguros de que estamos bajo el cuidado soberano de Dios y con Su gracia soportamos y superamos todas las pruebas.

Los cristianos podemos tener gozo en medio de nuestras pruebas, al considerar el beneficio espiritual que producen cada una de ellas. Las pruebas ayudan a desarrollar la fe y resultan en fortaleza y madurez espiritual para nuestras vidas. 

Dios tiene un propósito que quiere realizar en nosotros cuando nuestra fe es puesta a prueba. Estas pruebas son inevitables, pero sirven para desarrollar nuestro carácter, una bendición permanente de la que podemos disfrutar a pesar de nuestras luchas diarias. Los tiempos difíciles vienen y se van, pero nuestro carácter nos ayuda a definirnos como seguidores de Cristo.

Entre las cualidades específicas que el Señor quiere formar en nosotros se encuentran la perseverancia y la paciencia (v. 3). La palabra paciencia incluye el concepto de permanecer firme bajo una pesada carga. El cristiano se fortalece y es más paciente cuando soporta las pruebas. Y nuestra paciencia en las pruebas da por resultado que seamos perfectos cabales (v. 4). Con esta frase, Santiago dio a entender que mediante nuestra paciencia en las pruebas obtenemos la madurez espiritual que no obtendríamos si no pasáramos por las pruebas de nuestra vida.

En medio de las pruebas, necesitamos sabiduría para saber cómo reaccionar. Pero Dios no nos ha dejado sin ayuda. Santiago exhortó a los creyentes a buscar la sabiduría de Dios al pasar por las pruebas de la vida (v. 5). Esta sabiduría implica el tomar decisiones piadosas y vivir conforme a los preceptos bíblicos. Dios comprende nuestras circunstancias y nos dará sabiduría si se la pedimos y no reprenderá a quienes se la pidan. Dios se deleita en dar buenos dones a sus hijos.

Cuando pedimos sabiduría, debemos pedir con fe sin dudar (v. 6). Santiago dijo que el que duda es semejante a una ola agitada por el viento. Tal incrédulo no recibirá la respuesta a su petición (v. 7). Además, la duda denota doble ánimo e inconstancia (v. 8). Una parte de nosotros ejerce fe en Dios mientras que otra clama con incredulidad. En realidad, toda nuestra vida se caracterizará por esa inconstancia.

Las pruebas de la vida no están limitadas a la posición social ni a la riqueza individual. Tanto los ricos como los pobres afrontan pruebas (vv. 9-11). No puede el dinero aliviar todas las dificultades de la vida. Todos los creyentes deben comprender esto: Dios valora por igual a todos sus hijos, sin importarle nuestra situación económica y social en la vida, y se mantiene obrando en cada uno de nosotros supliendo nuestras necesidades.


martes, 7 de julio de 2020

LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL.


Marcos 6:30-44

Al volver los apóstoles de su primera misión (vv 7-13), le contaron al Señor lo que habían enseñado y hecho. También llegaron a Él los discípulos de Juan el Bautista para informarle de la muerte de éste (vv 14-29), que debe haber significado un golpe terrible para ellos. Si Jesús era el poderoso Mesías que ellos pensaban, ¿cómo podía permitir que su mensajero tuviese un fin semejante?
El Maestro se apresuró a ir con sus discípulos a un lugar situado fuera del alcance de Herodes; deseaba sobre todo hallar descanso para Él y para sus discípulos. Cruzando hacia el noreste del lago, llegaron a una región escasamente poblada, gobernada por el buen tetrarca Felipe, pero las entusiasmadas multitudes, viendo que la barca se dirigía al lado oriental del mar de Galilea, llegaron hasta allí. Este es el escenario de la primera multiplicación de los panes y los peces.
Este milagro tiene un significado extraordinario, puesto que es el único milagro de Cristo que aparece en los cuatro evangelios. Encierra varias lecciones.

Demuestra la profunda compasión que siente el Señor al ver la necesidad humana

Miles de personas se habían concentrado en aquel determinado lugar, buscando a Jesús. Este espectáculo conmovió el corazón de Jesús de tal manera que dice Marcos que “que tuvo compasión de ellos”. La razón de la compasión es que para Él eran como ovejas que no tenían pastor. Un rebaño sin pastor está en grave peligro, puede ser presa de alimañas y sobre todo estarían en peligro de extraviarse. Las ovejas sin pastor estaban, en la comprensión de Jesús, extenuadas, sin protección, porque habían sido explotadas y estaban dispersas e indefensas.
El contexto exige relacionar la figura que Marcos usa, con los fariseos y los escribas, los pastores de la nación. Los guías habían producido la inquietud y la frustración entre el pueblo de Dios, cargando a las gentes con rituales y legalismos, días de reposo, festividades e incluso con ayunos y diezmos (Mt. 23:23). Por ello, el Buen Pastor, venido del cielo se le conmueven las entrañas al ver la situación.
Él tuvo compasión de aquella multitud y ministró a sus necesidades. Cristo se sigue interesando hoy por nosotros, y deseando satisfacer todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19).
Las ovejas del Señor en la Iglesia necesitan pastores que las guíen a buenos pastos y las hagan sentir el gozo de vivir una vida abundante en la gracia. Pastores que no abandonen el rebaño buscando sus propios intereses y cuiden del rebaño de Dios.
Jesús emocionado comenzó a enseñarles muchas cosas. El Gran Pastor de las ovejas empezó su labor, enseñándoles. Sin duda la enseñanza consistió en desarrollar aspectos sobre el reino de Dios.

Revela su poder creador

Al parecer, el alimento se multiplicó en sus manos al partirlo. Comenta Ernesto Trenchard: “La realidad fue aquella provisión que salió de sus manos creadoras. Cuando los discípulos le llevaron las canastas al Señor, y Él depositó un fragmento en cada una de ellas, han de haber quedado llenas en el acto, pues los fragmentos no eran nada, pero el poder del Señor lo era todo”.
A la vista del milagro y de la multitud, surgen varias preguntas: ¿Cómo hicieron los Doce para distribuir la parte que cada uno recibía? ¿Se produjo el milagro mientras los discípulos llevaban los fragmentos que recibieron de los cinco panes y los dos peces? ¿Se multiplicaba el alimento cuando la gente lo recibía? Son preguntas sin respuesta bíblica. El hecho importante es que el Señor estaba multiplicando los panes y los peces para alimentar una enorme multitud. Aquel que en apariencia era sólo un hombre o un profeta, estaba demostrando un poder sobrenatural que nadie más que Él había tenido nunca.

El milagro se realiza a través de la bendición de Cristo

“Levantando los ojos al cielo, bendijo, partió y dio los panes a los discípulos”. Su bendición sigue siendo hoy capaz de multiplicar nuestros recursos, talentos y empeños cuando se los ofrecemos a Él.
Los ojos del Señor se elevaron al cielo. Mirar al cielo era el modo habitual de orar. El Señor levantó sus ojos al cielo, simbolizando ante todos que estaba dirigiéndose a Dios, su Padre. Alabó a Dios por la provisión de alimentos y invocó su bendición sobre ellos para que fuesen de provecho. Era la oración habitual sobre la comida.

El milagro muestra la importancia de que sus seguidores colaboren con Él en la obra de ministrar a las necesidades físicas y espirituales de la humanidad

Jesús les dijo a los suyos: “Dadles vosotros de comer.” Él multiplicó los panes, pero fueron los discípulos quienes los repartieron.
Este mundo cansado, hambriento y lleno de necesidades espirituales es semejante a aquella multitud. Sólo Cristo puede salvar; sólo sus seguidores pueden llevar su mensaje de poder y amor a las almas que agonizan. A nosotros nos toca compartir lo que Jesús nos ha entregado.

El pan partido es un elocuente símbolo de Cristo

El ministerio del Señor se acercaba a su fin. Iba a ser crucificado. Su cuerpo sería quebrantado para lograr la vida espiritual de la humanidad. Por eso dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).

Este milagro nos enseña que Dios quiere satisfacer con abundancia nuestras necesidades

“Y comieron todos, y se saciaron, y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.”  Sobró más de lo que había al principio. Jesús podía satisfacer necesidades sin agotar su poder ni sus recursos.
Nadie quedó sin el alimento que necesitaban. Pudieron comer todos cuanto fue preciso hasta satisfacer toda el hambre que pudieran tener. El milagro es una realidad incuestionable, cinco panes y dos peces fueron bastante para toda una multitud. La omnipotencia del Señor, el hijo de Dios manifestado en carne es evidente. Nadie, sino Dios mismo, era capaz de una obra semejante.

El Señor no quiere que se desperdicien sus bendiciones

Los discípulos recogieron lo que sobró. El desperdicio o mal uso de los recursos naturales o espirituales no está en armonía con el proceder divino.
La alimentación de los cinco mil fue uno de los milagros más dramáticos e impresionantes de Cristo. Provocó una nueva ola de entusiasmo entre los galileos. Tan plenamente estaban convencidos de su grandeza y de su poder, que estuvieron a punto de tomarlo y hacerlo su monarca (Juan 6:15).
Al día siguiente, Jesús echó un balde de agua fría sobre su entusiasmo, enseñando que Él mismo es el pan de vida y que es necesario comer su cuerpo y tomar su sangre (aceptar su muerte por fe). La multitud lo abandonó ofendida. Sólo los Doce lo siguieron.



domingo, 19 de abril de 2020

DIOS DA AYUDA, CONSUELO Y FUERZAS.

2 CORINTIOS 4:8-18

Los versículos 8 y 9 son el eco de un pasaje anterior en el que Pablo describe algunas de las dificultades por las que tuvo que pasar: "hambre, sed, falta de ropa, maltrato, calumnias, persecución, etc." (1 Co. 4:11-13). En una serie de cuatro frases paradójicas, el apóstol contrasta lo que le ocurre a una frágil vasija de barro con la manifestación del sublime poder de Dios en las más difíciles circunstancias. En cualquier situación, por penosa que sea, los hijos de Dios tienen en él y de él consuelo, ayuda y fuerzas.

a. "atribulados en todo, mas no angustiados". Pablo está afligido de muchas maneras: física, mental, espiritual y socialmente. El significado básico de "atribulados" es estar en una situación en la que uno soporta todas las presiones del mundo circundante, pero no por eso Pablo está angustiado; él tiene en mente la imagen de un soldado que se ve cercado de enemigos por todos lados, pero sabe que tiene una salida, una que el mismo Dios proveerá.

b. "en apuros, mas no desesperados". Cuando Pablo afirma que no está desesperado, habla con un optimismo que antes no tenía. Recordemos cuando se refería a una grave aflicción que había pasado en la provincia de Asia, que incluso declara que había perdido la esperanza de salir con vida (1:8). Aquello fue un incidente aislado y no una amenaza continua a su vida.

c. "perseguidos, mas no desamparados". Pablo se describe a sí mismo como un fugitivo que huye acosado por sus enemigos, pero puede escapar en el último momento. A lo largo de su vida, tuvo que pasar por frecuentes aflicciones, pero él no se desanimó, porque sabía que el Señor nunca abandona a los suyos (Hch. 18:9-10). Esta promesa Dios se la dio a los israelitas (Dt. 31:6), a Josué (Jos. 1:5) y, por extensión, también a nosotros (Heb. 13:5).

d. "derribados, pero no destruidos". Aquí se puede emplear la figura del luchador, que de recibir tantos golpes cae al suelo, pero no quedando inconsciente, se levanta y vuelve a luchar. Así es con el creyente, el siervo de Dios; puede caer en el desánimo, pero con la ayuda de Dios, vuelve a levantarse para seguir luchando. Es posible que sea derrotado una y otra vez, pero nunca irrevocablemente. Puede ser que pierda una contienda, pero sabe que la batalla sigue y, al final, vencerá y la victoria llegará.

Los versículos 10, 11 y 12 explican la razón suprema del triunfo de Pablo en medio de las más difíciles situaciones. Pablo está hablando de un proceso extendido en su vida en cuanto a esa muerte continua, donde cada día moría (1Co. 15:31). Habla de llevar en su existencia mortal un evento objetivo; es decir, la muerte de Jesús como el tema de su predicación. Pero la muerte de Jesús no significó el final, su vida resucitada comenzó después de su muerte; por lo tanto, él vive en poder (ver 13:4).

Pablo dice que en nuestra vida, siempre estamos entregados a muerte por causa de Cristo; es decir, ese proceso de morir es una cosa continua, día tras día y con la razón de que la vida de Jesús pueda manifestarse en nuestra carne mortal.

En los versículos restantes da otras razones por las que se mantuvo firme entre tales y tan numerosas aflicciones. Uno de los temas destacados es el de la resurrección de Jesús y de los creyentes. Este tema está apuntalado por una discusión sobre dos virtudes: la fe es el principal punto de apoyo de los cristianos para no descorazonarse; y la esperanza es su segura expectativa de un estado eterno de gloria. El pueblo de Dios sabe de la brevedad de la vida terrena y de la certidumbre de la vida eterna con su Señor.

(v. 13) La fe le guardó de desmayar en los momentos difíciles. Nuestra fe interior la expresamos con nuestro testimonio exterior. Confesando obedientemente el evangelio de Cristo (9:13), demostramos nuestra fe y testificamos que pertenecemos a la familia de Dios.

(v.14) La esperanza de la resurrección le guardó de hundirse. La acción de creer y hablar se basa en el conocimiento de la resurrección de Jesús y de nuestra propia resurrección futura. Esta es una de las doctrinas fundamentales del cristianismo.

(v. 15) La consideración del beneficio que de sus padecimientos se le había de seguir a toda la iglesia (comp. Col. 1:24, 25) le guardó también de desmayar. El apóstol ve ante sí una espléndida cosecha de almas que mediante su predicación y sus padecimientos, llegan al conocimiento de la verdad y se salvan por la gracia de Dios (1 Ti. 2:4).

(v. 16) El proceso de continua renovación espiritual (comp. Ro. 12:2) es un incentivo más contra el desmayo que podría causar el deterioro constante que las penalidades causan en el hombre exterior. Mientras este hombre exterior se va corrompiendo, el interior se va renovando progresivamente en un proceso inverso.

(vv. 17, 18) Finalmente, el apóstol siente su optimismo estimulado constantemente por tener la mirada fija en la gloria celestial. Pablo hace un contraste entre la "momentánea y leve tribulación" y el "eterno peso de gloria" que es mucho más excelente y valioso que la presente tribulación.
El hombre natural ve solamente las cosas que son visibles, pero el hombre espiritual las cosas que no son visibles para el incrédulo, las cosas eternas. 

El hombre interior puede seguir creciendo cada día,aumentando su tesoro en la gracia de Dios. El vaso de barro no solamente contiene el tesoro del evangelio; también contiene la esperanza y todo lo que se acumula por la experiencia de vivir la vida cristiana.

  
  

sábado, 18 de abril de 2020

UN JOVEN SABIO E INTERCESOR.

     Daniel, cuyo nombre en hebreo significa “Dios es mi juez”, es el cuarto de los llamados profetas mayores, autor del libro que lleva su nombre, muy estimado entre los judíos de todos los tiempos (Mateo 24:15), descendiente de la familia real de David, que fue llevado cautivo a Babilonia cuando era muy joven, en el año tercero del reinado de Joacim de Judá (600 a.C.).

DANIEL FUE ESCOGIDO PARA PREPARARSE EN LA CORTE REAL. Daniel 1:1-7
     Daniel comenzó su educación humana antes de recibir las visiones divinas. Con la deportación del rey Joacim, en la que Daniel y otros jóvenes de la nobleza fueron también deportados a Babilonia, éstos fueron escogidos para recibir la educación caldea, a fin de que fuesen aptos para desempeñar después puestos de gobierno.
     Daniel y sus compañeros eran jóvenes del linaje real o de la nobleza, de buen parecer y fina educación, sabios e idóneos, a los que el jefe de los eunucos debía educar en la lengua, la literatura, las leyes y las costumbres de los caldeos.
     El rey babilónico quería tratar con toda generosidad a los que se educasen para ayudarles después en las tareas de gobierno. Su educación cultural había de durar tres años. Durante ese tiempo recibirían diariamente una porción de la comida y del vino del rey. También sus nombres fueron cambiados.

DANIEL SE MOSTRÓ FIRME EN SU FE. Daniel 1:8-16
     Daniel se mostró totalmente firme en su devoción israelita. Le habían cambiado el nombre, pero no le pudieron cambiar el corazón. Él se propuso no contaminarse con la comida ni con el vino del rey; y sus compañeros hicieron lo mismo.
¿Deben los jóvenes creyentes acogerse a las costumbres mundanas?
     Obraron así por principios de conciencia. No era pecado comer de la mesa del rey ni beber del vino del rey. Pero:
(A) No estaban seguros de que la carne fuese de animales limpios según la Ley, ni de que hubiese sido preparada de la forma prescrita por las leyes mosaicas concernientes a la comida.
(B) Tanto la comida como el vino habían sido dedicados previamente a los dioses de Babilonia, como era la costumbre; participar, pues, de ello equivalía a reconocer como verdaderas deidades a los ídolos del país.
     El jefe de los eunucos, Aspenaz, puso objeciones a la petición de Daniel, pero éste consiguió que el subalterno Melsar consintiera. La prueba era fácil: legumbres y agua durante diez días, y a comparar el aspecto de ellos con el de los demás jóvenes que eran educados juntamente con ellos.
     La prueba resultó un éxito para los cuatro israelitas y, por consiguiente, continuaron con su dieta, lo cual les aprovechó, no solo en lo físico, sino también en lo mental y hasta en lo espiritual. Dios bendice grandemente cuando permanecemos firmes en su Palabra y no participamos en las costumbres paganas de esta sociedad.

DANIEL ACTUÓ SABIAMENTE Y RECIBIÓ SU RECOMPENSA. Daniel 1:17-21
     La gran sabiduría que otorgó Dios a Daniel y a sus compañeros fue:
1. Un contrapeso a sus pérdidas.Por el pecado de sus padres, estos jóvenes habían sido privados de sus honores, riquezas y honestos deleites de que habrían podido disfrutar en su patria; pero Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias.
2. Una recompensa por su integridad. Ellos guardaron las normas de su fe aun en los detalles más minuciosos, y Dios les recompensó por eso. A Daniel le dio doble porción, pues, además del conocimiento y la sabiduría en ciencias y letras, le dio (v.17) facilidad para interpretar toda clase de visiones y sueños.
3. Una estupenda preparación para el futuro. Pasados los tres años de educación (vv.18-20), fueron presentados al rey, quien los examinó a fondo y los halló muy superiores a todos los demás condiscípulos que se educaban con ellos y diez veces superiores a todos los magos y astrólogos que había en todo el reino.


domingo, 5 de abril de 2020

JESÚS CALMA LA TEMPESTAD.

Marcos 4:35-41.

El mensaje de hoy tiene que ver con una prueba bastante difícil que les sobrevino inesperadamente a los discípulos después de un día muy bueno y exitoso. Jesús había tenido que subir a una barca a fin de poder seguir enseñando a la multitud. Esta vez los discípulos no estaban remendando sus redes sino que estaban con Jesús.
Cuando llegó la noche, Jesús les pidió a sus discípulos que dejaran a la multitud y cruzaran el lago con él. Pero se levantó una gran tempestad de viento. Bien podemos imaginar los esfuerzos de los discípulos por evadir y luchar contra aquellas furiosas olas. Pero cuando éstas alcanzaron proporciones de huracán ya les era imposible evitar que la barca se anegara.
Parece muy significativo el hecho de que la tormenta haya ocurrido después de un día tan bueno y efectivo. Así ocurre en la vida cristiana: Las pruebas más difíciles de la vida muchas veces vienen después de las más grandes victorias. Dios permite que sus hijos experimenten circunstancias que probablemente no puedan entender en el momento en que estas ocurren (Isaías 55:8-9).

El cuidado divino.
En los momentos en los que se desató la tormenta Jesús dormía con toda tranquilidad, recostado en la popa de la barca. Este hecho refleja la confianza absoluta que él tenía en el Padre celestial. Dios siempre cuida de los suyos. Jesús se sentía cansado físicamente por el esfuerzo realizado durante todo el día pero el sabía perfectamente que su Padre no se adormece ni duerme (Salmo 121:1-4).
Por otra parte, los discípulos estaban amedrentados.Es muy probable que pensaran que el mero hecho de ir en compañía de Jesús los mantendría exentos de peligro. Cuando se dieron cuenta de que no era así, inmediatamente empezaron a llenarse de dudas y temor.
También pudo haber sucedido que hasta ese momento los discípulos se encontraran confiando en sus propias habilidades y su destreza como pescadores. Pero cuando los vientos alcanzaron proporciones de huracán todas sus esperanzas empezaron a desvanecerse. Entonces corrieron adonde estaba Jesús y lo despertaron con gran desesperación.
Ellos pensaban que Jesús no se preocupaba por ellos, según el tono de la pregunta del v. 38, llegando a considerar inexcusables el cansancio y el sueño de Jesús. Pero el hecho de que Jesús estuviera durmiendo no significaba que se había olvidado de ellos.
Él siempre está listo y dispuesto a ayudarnos, estemos conscientes de su presencia o no. Nosotros contamos con las promesas de Dios. Su Palabra es real y Él es fiel a ella (Proverbios 3:5-6)
Jesús, tan pronto como despertó, procedió a reprender a los vientos con absoluta autoridad. Enseguida hubo completa quietud y tranquilidad. En el acto se detuvo el viento y las olas se calmaron. La Palabra de Jesús es una palabra poderosa. Lo era entonces. Lo es hoy.

Los discípulos reconocen la Deidad de Jesús.
Jesús, finalmente, se dirige a los discípulos y les hace ver que el temor de ellos provenía de su cobardía y demostraba una clara falta de fe en Dios. No había ninguna razón para que ellos estuvieran atemorizados, sabiendo que Jesús se encontraba a bordo (2 Timoteo 1:7).
Al principio se atemorizaron pero después reverenciaron a Cristo. Manifestaron una gran reverencia y admiración ante la realidad del poder sobrenatural de Jesús. Jesús aún quiere ayudarnos para obtengamos la victoria en todas las tormentas de la vida.
A todo tipo de cristianos nos llegan estas dificultades. En lugar de desanimarnos o dar lugar al temor y al pánico, reconozcamos quién es Jesús, tributándole toda la reverencia, la fe y la confianza que se merece.
Por medio de su gracia y su poder, Jesucristo puede darnos perfecta paz en medio de las tormentas de la vida.

   

sábado, 28 de marzo de 2020

UN CORAZÓN HUMILDE ANTE DIOS.


Muchas veces, los creyentes suponen que sus buenas obras les aseguran una buena relación con Dios. Sin embargo, necesitamos algo más que acciones religiosas. Necesitamos un corazón humilde ante Dios.
La parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14) va dirigida a todos aquellos que se creen justos ante Dios, y con frecuencia consideran inferiores a los demás y los desprecian (v. 9). Esto es un hecho real que tristemente se repiten en todas las iglesias.
Abundan muchos “fariseos”, sobre todo en el liderazgo, que personifican el orgullo y el egoísmo religioso. A éstos les encanta autotitularse “maestros sabelotodo”, siempre quieren tener un lugar destacado sobre los demás. Estas personas autoritarias no se aguantan “ser uno más”, sino que necesitan tener lugares de “autoridad frente a los demás”, y dan a todos muestra de que ellos sí que conocen la Palabra de Dios y todo lo hacen bien.
Para ellos la imagen lo es todo. Buscan lugares de honor, ser conocidos en el mundo evangélico, ser reconocidos por su “poder espiritual”. Son legalistas en lo superficial. Parecen que están consagrados, pero en su interior hay maldad. Buscan reconocimiento a cualquier precio.
La actitud y oración del fariseo.
El templo era un lugar familiar para el fariseo de la parábola. El hecho de que estuviera allí de pie él solo demuestra su menosprecio por los demás, y su interés de que lo vieran; éste es el carácter que Cristo describió acerca de ellos cuando dijo que todo lo hacían para ser vistos de los hombres. Hay muchos también hoy día a quienes vemos en el templo, pero lamentablemente no los veremos en el último día a la diestra de Dios.
Vemos cómo se dirige a Dios el fariseo: “Puesto en pie, oraba consigo mismo” (v. 11): se apoyaba en sí mismo, con el ojo puesto en sí mismo, no en la gloria de Dios. Ha venido al templo únicamente para decirle a Dios las muchas y buenas cosas que ha hecho él mismo. El fariseo realmente no iba a orar; iba a informar a Dios de lo bueno que era.
Despreciaba a los demás, pues pensaba que era mejor que el resto de la humanidad y no sólo se contenta con ello, sino que, para mayor complacencia en sí mismo, se compara con el publicano que estaba allí orando.
Podemos dar gracias a Dios por no ser, por su gracia y misericordia, tan malos como algunos; pero hablar como si fuésemos los mejores es orgullo, irreverencia a Dios e insultos a nuestros prójimos. Como ha dicho un escritor en nuestros días: “Hay quienes necesitan ver pecar a otros para sentirse justificados ellos mismos”.
La Biblia nos advierte que no debemos compararnos con los demás (2 Corintios 10:12). El profeta Isaías advirtió que las obras de justicia no son señal de que merecemos una buena relación con Dios. Esos esfuerzos personales nuestros para hacernos merecedores de la bondad son como trapos de inmundicia en su presencia (Isaías 64:6). Aunque Dios nos creó para que hagamos buenas obras (Efesios 2:10), no son nuestras buenas obras las que nos dan la salvación.
La actitud y oración del publicano.
La segunda persona que aparece en la parábola es un publicano, un recaudador de impuestos al servicio de los romanos. Por eso no es de sorprenderse que los judíos los vieran como traidores y los despreciaran.
Debido a su posición dentro de la comunidad judía, es probable que los publicanos no fueran con mucha frecuencia al templo. El publicano de la parábola se quedó a cierta distancia, porque se sentía avergonzado de su condición, y porque se sentía indigno a los ojos de Dios (v.13).
Su oración, la cual era todo lo contrario a la del fariseo, estaba llena de humildad y arrepentimiento; deseosa de perdón y misericordia. Manifestaba una sincera contrición, pues “se golpeaba el pecho”, lo cual era señal de un gran remordimiento y enternecimiento del corazón por causa del pecado. Finalmente, vemos la aceptación que el publicano halló ante los ojos de Dios (v. 14).
Una lección que no podemos dejar de aprender de la confesión del publicano es que uno de los fundamentos del carácter es el sentido personal de pecado. El pecado significa separación de Dios, y confesar el pecado, arrepentirse, e interesarse en librarse de él, no es morboso o ilusorio sino esencial para la vida presente y la venidera.
Se cuenta que una vez le preguntaron a Guillermo E. Gladstone cuál era la mayor necesidad de la vida moderna, a lo que él contestó con lentitud y reflexión: “Ah, un sentido de pecado; esta es la mayor necesidad de la vida moderna”.
La parábola concluye apropiadamente con estas palabras de Jesús: “porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”. La palabra final es de alabanza a la humildad, la cual no es un sentido equivocado de inferioridad. Jesús dio gran importancia a esta virtud y la exigió de sus seguidores.
La humildad es la cualidad distintiva del cristiano. Sin esta virtud, es falso o inmaduro. Somos prudentes cuando aprendemos que el único camino hacia arriba va hacia abajo. 


lunes, 23 de marzo de 2020

NO TEMERÉ MAL ALGUNO.

"Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento" (Salmo 23:4).

Este versículo forma parte del precioso salmo "el Señor es mi pastor", bien conocido de los creyentes. En esta ocasión, el salmista demuestra su confianza en Dios declarando que no tiene por qué temer ninguna cosa mala  porque el Señor nunca le abandonará. Valle de sombra de muerte significa profunda oscuridad. Para el creyente siempre habrá experiencias difíciles y oscuras; pero aún allí no debe temer sino debe confiar plenamente en Dios.

El rey David, autor de este salmo, siente que no tiene motivos para temer ningún mal en medio de las mayores dificultades y de los más graves peligros en que se pueda encontrar. Es una bendición para los creyentes ser ovejas del prado de Dios.

Indudablemente es este un mensaje de consolación para el cristiano. En medio de las tribulaciones y los sufrimientos de la vida, el hijo de Dios puede decir: "no temeré mal alguno". El temor es una expresión muy sutil de desconfianza y ausencia de fe. Ni siquiera los que están entrando al valle de la muerte física deben atemorizarse. El gran Pastor de las ovejas ya pasó por allí. Él venció el poder de la muerte, la tumba y el infierno (1 Corintios 15:55-57).

El buen pastor, no sólo guía, sino que escolta a sus ovejas a través del valle. Su presencia las anima: "porque tú estarás conmigo". La vara y el cayado del final del versículo no son sinónimos. La vara es un palo recio que el pastor de Palestina usa todavía para defenderse a sí mismo y a sus ovejas, mientras que el cayado es un báculo más largo, no tan recio, curvado muchas veces en un extremo, que el pastor usa para conducir a las ovejas y para apoyarse él mismo en el suelo.

La vara es también un emblema de autoridad. A veces, el Señor puede utilizarla para darnos una leve represión o un severo castigo para que no andemos extraviados en el mundo y el pecado (Proverbios 13:24). Dios sabe usar los instrumentos necesarios para dar seguridad a sus ovejas. Aun cuando los usa para disciplinarnos y enderezarnos es para nuestro bien; todo esto debe alentarnos.