Marcos 6:30-44
Al volver los apóstoles de su primera misión (vv 7-13), le
contaron al Señor lo que habían enseñado y hecho. También llegaron a Él los
discípulos de Juan el Bautista para informarle de la muerte de éste (vv 14-29),
que debe haber significado un golpe terrible para ellos. Si Jesús era el
poderoso Mesías que ellos pensaban, ¿cómo podía permitir que su mensajero
tuviese un fin semejante?
El Maestro se apresuró a ir con sus discípulos a un lugar
situado fuera del alcance de Herodes; deseaba sobre todo hallar descanso para
Él y para sus discípulos. Cruzando hacia el noreste del lago, llegaron a una
región escasamente poblada, gobernada por el buen tetrarca Felipe, pero las
entusiasmadas multitudes, viendo que la barca se dirigía al lado oriental del
mar de Galilea, llegaron hasta allí. Este es el escenario de la primera
multiplicación de los panes y los peces.
Este milagro tiene un significado extraordinario, puesto que
es el único milagro de Cristo que aparece en los cuatro evangelios. Encierra
varias lecciones.
Demuestra la profunda compasión que siente el Señor al
ver la necesidad humana
Miles de personas se habían concentrado en aquel determinado
lugar, buscando a Jesús. Este espectáculo conmovió el corazón de Jesús de tal
manera que dice Marcos que “que tuvo compasión de ellos”. La razón de la
compasión es que para Él eran como ovejas que no tenían pastor. Un rebaño sin
pastor está en grave peligro, puede ser presa de alimañas y sobre todo estarían
en peligro de extraviarse. Las ovejas sin pastor estaban, en la comprensión de
Jesús, extenuadas, sin protección, porque habían sido explotadas y estaban
dispersas e indefensas.
El contexto exige relacionar la figura que Marcos usa, con
los fariseos y los escribas, los pastores de la nación. Los guías habían
producido la inquietud y la frustración entre el pueblo de Dios, cargando a las
gentes con rituales y legalismos, días de reposo, festividades e incluso con
ayunos y diezmos (Mt. 23:23). Por ello, el Buen Pastor, venido del cielo se le
conmueven las entrañas al ver la situación.
Él tuvo compasión de aquella multitud y ministró a sus
necesidades. Cristo se sigue interesando hoy por nosotros, y deseando
satisfacer todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19).
Las ovejas del Señor en la Iglesia necesitan pastores que las
guíen a buenos pastos y las hagan sentir el gozo de vivir una vida abundante en
la gracia. Pastores que no abandonen el rebaño buscando sus propios intereses y
cuiden del rebaño de Dios.
Jesús emocionado comenzó a enseñarles muchas cosas. El
Gran Pastor de las ovejas empezó su labor, enseñándoles. Sin duda la enseñanza
consistió en desarrollar aspectos sobre el reino de Dios.
Revela su poder creador
Al parecer, el alimento se multiplicó en sus manos al
partirlo. Comenta Ernesto Trenchard: “La realidad fue aquella provisión que
salió de sus manos creadoras. Cuando los discípulos le llevaron las canastas al
Señor, y Él depositó un fragmento en cada una de ellas, han de haber quedado
llenas en el acto, pues los fragmentos no eran nada, pero el poder del Señor lo
era todo”.
A la vista del milagro y de la multitud, surgen varias
preguntas: ¿Cómo hicieron los Doce para distribuir la parte que cada uno
recibía? ¿Se produjo el milagro mientras los discípulos llevaban los fragmentos
que recibieron de los cinco panes y los dos peces? ¿Se multiplicaba el alimento
cuando la gente lo recibía? Son preguntas sin respuesta bíblica. El hecho
importante es que el Señor estaba multiplicando los panes y los peces para
alimentar una enorme multitud. Aquel que en apariencia era sólo un hombre o un
profeta, estaba demostrando un poder sobrenatural que nadie más que Él había
tenido nunca.
El milagro se realiza a través de la bendición de
Cristo
“Levantando los ojos al cielo, bendijo, partió y dio los
panes a los discípulos”. Su bendición sigue siendo hoy capaz de multiplicar nuestros recursos,
talentos y empeños cuando se los ofrecemos a Él.
Los ojos del Señor se elevaron al cielo. Mirar al cielo era
el modo habitual de orar. El Señor levantó sus ojos al cielo, simbolizando ante
todos que estaba dirigiéndose a Dios, su Padre. Alabó a Dios por la provisión
de alimentos y invocó su bendición sobre ellos para que fuesen de provecho. Era
la oración habitual sobre la comida.
El milagro muestra la importancia de que sus
seguidores colaboren con Él en la obra de ministrar a las necesidades físicas y
espirituales de la humanidad
Jesús les dijo a los suyos: “Dadles vosotros de comer.” Él
multiplicó los panes, pero fueron los discípulos quienes los repartieron.
Este mundo cansado, hambriento y lleno de necesidades
espirituales es semejante a aquella multitud. Sólo Cristo puede salvar; sólo
sus seguidores pueden llevar su mensaje de poder y amor a las almas que
agonizan. A nosotros nos toca compartir lo que Jesús nos ha entregado.
El pan partido es un elocuente símbolo de Cristo
El ministerio del Señor se acercaba a su fin. Iba a ser
crucificado. Su cuerpo sería quebrantado para lograr la vida espiritual de la
humanidad. Por eso dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca
tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).
Este milagro nos enseña que Dios quiere satisfacer con
abundancia nuestras necesidades
“Y comieron todos, y se saciaron, y recogieron lo que sobró
de los pedazos, doce cestas llenas.” Sobró más de lo que
había al principio. Jesús podía satisfacer necesidades sin agotar su poder ni
sus recursos.
Nadie quedó sin el alimento que necesitaban. Pudieron comer
todos cuanto fue preciso hasta satisfacer toda el hambre que pudieran tener. El
milagro es una realidad incuestionable, cinco panes y dos peces fueron bastante
para toda una multitud. La omnipotencia del Señor, el hijo de Dios manifestado
en carne es evidente. Nadie, sino Dios mismo, era capaz de una obra semejante.
El Señor no quiere que se desperdicien sus bendiciones
Los discípulos recogieron lo que sobró. El desperdicio o mal
uso de los recursos naturales o espirituales no está en armonía con el proceder
divino.
La alimentación de los cinco mil fue uno de los milagros más
dramáticos e impresionantes de Cristo. Provocó una nueva ola de entusiasmo
entre los galileos. Tan plenamente estaban convencidos de su grandeza y de su
poder, que estuvieron a punto de tomarlo y hacerlo su monarca (Juan 6:15).
Al día siguiente, Jesús echó un balde de agua fría sobre su entusiasmo,
enseñando que Él mismo es el pan de vida y que es necesario comer su cuerpo y
tomar su sangre (aceptar su muerte por fe). La multitud lo abandonó ofendida. Sólo
los Doce lo siguieron.