domingo, 24 de febrero de 2013

NO DESMAYES ANTE LA ADVERSIDAD.

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido pérdidas: el fallecimiento de un ser querido, un trabajo, un deseo o una meta. Estos inesperados reveses se abalanzan sobre nosotros, y a menudo no estamos preparados para recibirlos. Nos quedamos totalmente paralizados, preguntándonos: Señor, ¿por qué permites que suceda esto?. Incluso llegamos a pensar que Dios nos ha abandonado. Nos resulta difícil comprender que Dios tiene algo importante que enseñarnos y que todo los que nos sucede tiene un propósito en nuestra vida.
En la vida de Job tenemos un claro ejemplo de sufrimiento y adversidades. A pesar de que era "perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" (Job 1:1), tenía una familia grande y abundantes posesiones, y gozaba de un gran prestigio; él lo perdió todo, tanto personas como bienes materiales. Humanamente, Job no merecía sufrir las pérdidas que experimentó. Era un hombre de Dios, tranquilo, próspero y seguro.
Algunos pudieran pensar: "Bueno, así es fácil seguir a Dios. Rodeado de tanta seguridad y prosperidad, ¿quién no le sería fiel al Señor?". Ese fue exactamente el enfoque que Satanás le presentó al Señor: "... ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano  y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia" (Job 1:9-11). 
Comienza aquí la historia de los sufrimientos de Job. Si seguimos leyendo el texto bíblico, vemos como primeramente recibe la trágica noticia de la muerte de todos sus hijos. ¿Cómo respondió él? Job rasgó su manto y se rasuró la cabeza, como señal de dolor; luego, postrado en tierra, adoró y se sometió a la voluntad divina. En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Este ejemplo nos enseña que, por medio del poder de Dios, podemos lograr una confianza vital en Cristo cuando se presente la adversidad. "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). Pensemos que en tiempos difíciles el Señor está ahí y nos dice: "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5). Las pruebas fortalecen nuestra vida y nos acercan más a Dios.
Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (7:4-5). A pesar de todas las desgracias, él confía en Dios y lo bendice (1:21), no deja que sus labios pequen contra el Señor, y aún sale al paso de las quejas de la esposa preguntándole: "¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" (2:10).
El Dios de Job, nuestro Dios, no es una bondadosa criatura que se sienta en el borde del cielo, y dejar caer preciosos regalos envueltos en papel de plata, diciendo: "Esto te hará feliz. Esto te gustará". Ese no es el Dios de los cielos. El soberano Dios del cielo dispone y dispensa lo que le da la gloria a él. Él no sólo nos da el bien, sino que también permite la adversidad. Nuestro gran Dios no está obligado a mantenernos cómodos, sin problemas, sino que él lo hace todo conforme a su voluntad. "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosa les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28).
Todos vivimos en un mundo en el que estamos sujetos a padecimientos y adversidades. Nuestra meta no consiste en cumplir nuestras ideas acerca de la vida, sino más bien en vivir de tal manera que demos gloria a Dios en todo. El amor de Dios por nosotros nunca cambia y si confiamos en nuestro Señor, algún día lo comprenderemos todo.
Es cierto que cuando hay pérdidas, los tiempos son solitarios y de crisis; pero cuando pasamos por etapas como éstas, comprendemos exactamente lo que dice Job 23:10-14
Mas él conoce mi camino;
Me probará, y saldré como oro.
Mis pies han seguido sus pisadas;
Guardé su camino, y no me aparté.
Del mandamiento de sus labios nunca me separé;
Guardé las palabras de su boca más que mi comida.
Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar?
Su alma deseó, e hizo.
Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí;
Y muchas cosas como estas hay en él.
Tenemos que cambiar nuestra perspectiva. Tenemos que obligarnos a ver todos los asuntos desde el punto de vista de Dios. Lo que ahora se considera a menudo como una pérdida conduce a una ganancia más tarde. El Señor le restauró la fortuna a Job, y le aumentó todo lo que tenía al doble.
Cuando él recompensa después de la pérdida, construye los rasgos del carácter interno. El da una profunda paz y seguridad. Recibimos propósito y dirección renovada para nuestras vidas. Logramos un entendimiento, un corazón compasivo, junto con una clase de sabiduría que nunca antes tuvimos. En tiempo de pérdida, nuestro Dios nos toma en sus brazos y nos sostiene cerca de él.