viernes, 30 de enero de 2015

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA JONÁS.

Aunque Jonás no obedeció cuando Dios lo llamó la primera vez (Jonás 1:1-17), Dios le dio otra oportunidad. Con la experiencia anterior Dios quería hacer a Jonás más útil para el ministerio al que le había llamado. Nótese la misericordia de Dios que no solo ha salvado a Jonás de la muerte en el mar, sino que ahora lo restaura a sus funciones proféticas.
La salvación de Dios suele ser así: no nos rescata para luego dejarnos apartados, sino para enviarnos en su servicio. Después de lo ocurrido en su primera experiencia, Jonás creía que Dios no lo utilizaría más. Pero, he aquí que, cuando él se veía descalificado para el ministerio, le llegó una nueva comisión divina: Vino palabra del Señor por segunda vez a Jonás.
Segundo llamamiento de Dios (Jonás 3:1-4).
Así pues, nuestra historia vuelve a empezar. Dios concede a Jonás una nueva oportunidad de cumplir su cometido. Y, sin embargo, ahora no es el mismo Jonás quien responde a la llamada, sino un Jonás más dócil, sabio y entendido en cuanto a la voluntad de Dios y, sobre todo, un Jonás que ha experimentado en su propia carne la misma paciencia y misericordia que Dios va a mostrar a los ninivitas.
Se le ordena a Jonás que se levante y vaya a Nínive con el mismo mensaje, un mensaje de advertencia y destrucción. En el v.3 vemos que Jonás obedece ahora prontamente y a la perfección: No lo dejó para otro día, sino que se levantó y fue… No le atemorizó la magnitud de la tarea: Se adentró en la ciudad y caminó todo un día…
Se portó como un verdadero profeta, sin añadir ni quitar una sola palabra al mensaje que Dios le había encomendado que proclamase. Si nuestra predicación no tiene el efecto que debería tener, es porque no predicamos con autoridad y convicción el mensaje que nos ha encomendado el Señor; además, si lo hiciésemos, no debería preocuparnos el éxito visible de nuestra predicación, pues de esto se encarga Dios.
Mientras caminaba por la ciudad, Jonás anunciaba el juicio. En su misericordia, Dios estaba dándole al pueblo cuarenta días para que se arrepintiera. Dios no dijo cómo iba a destruir la ciudad. Pudo haberlo hecho con medios sobrenaturales como hizo con Sodoma y Gomorra, o pudiera haber usado a un ejército enemigo para invadirla y destruirla. Cualquiera que fuera el método de castigo de Dios, el mensaje era claro y seguro: Su misericordia había llegado a sus límites. Si no se arrepentían los ninivitas, Él los destruiría.
Respuesta de los ninivitas al mensaje de Dios (Jonás 3:5-9).
Después de oír el mensaje de Dios por medio de Jonás, el pueblo de Nínive proclamó un ayuno (v.5). El Espíritu de Dios los convenció de que era cierto tal mensaje y lo aceptaron, dando muestras de arrepentimiento y contrición.  ¡Jamás se vio un éxito semejante en ninguna campaña de evangelización!
Los versículos 6-9 aclaran más por qué toda la ciudad participó en ese ayuno. El rey mismo lo convocó y fue el primero en manifestar humillación y arrepentimiento. Fue ferviente en su búsqueda de Dios. Comprendió que la única oportunidad que tenía de impedir que él y sus súbditos fueran destruidos era clamar la misericordia de Dios. Tal vez Dios los oiría y no mandaría el castigo.
A veces pudiéramos creer que algunos pecadores son demasiado duros para ser evangelizados. La historia de Jonás muestra que Dios puede tocar  el corazón del más endurecido pecador. Estos paganos pecadores creyeron en Dios y se arrepintieron.
Se puede recibir hoy la misericordia de Dios. A menudo el orgullo se interpone en el camino de la salvación de un pecador. Los ninivitas pusieron a un lado su orgullo. Ellos se postraron delante de Él y buscaron su misericordia.
Cuando Dios ve un corazón contrito, Él muestra su misericordia. Eso es consecuente con su carácter. Cuando vio a todos los ninivitas, desde el rey hasta el mendigo, en cilicio y ceniza, Él perdonó sus pecados y se apartó del ardor de su ira (v.9). Eso sigue sucediendo hoy cuando los pecadores creen el evangelio y se arrepienten.
La respuesta de Dios (Jonás 3:10).
El versículo 10 presenta la respuesta de Dios al clamor de misericordia de ese rey y su pueblo: Dios detuvo el castigo. El pueblo de Nínive se apartó de sus caminos perversos y Dios tuvo misericordia de él.
Aquí se aprecia una característica inmutable de Dios: castiga sin piedad y con plena justicia a los que se endurecen ante sus advertencias; pero se deleita en mostrar su misericordia a los que se vuelven de sus malos caminos.
Jonás se resiente de la misericordia del Señor con Nínive (Jonás 4:1-3).
Si este capítulo 4 no lo hubiese escrito un hombre inspirado por Dios, no existiría. ¡Todo parecía que había terminado bien en el capitulo anterior! Pero quedaba lo principal: mostrar que el amor y la salvación de Dios es para todos.
Contra todo pronóstico, Jonás no sólo no está satisfecho del tremendo éxito de su campaña, sino que está sumamente disgustado y muy enojado. ¿Por qué? Temía perder su reputación en su propio país. Pensaba que la salvación era sólo para los israelitas.
El pecado de Jonás consistió ahora en su desacuerdo con la voluntad de Dios acerca de la salvación de los ninivitas. ¡No quería ser un profeta fracasado, proclamando destrucción cuando Dios estaba dispuesto a ofrecer salvación! El corazón humano es siempre igual. Son muchos los que piensan que podrían gobernar el mundo mejor que Dios.
La amable reprensión de Dios y el descontento de Jonás (Jonás 4:4-9).
Dios es todavía paciente con Jonás y le dirige una sola pregunta: “¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (v. 4). Jonás no responde a la pregunta de Dios y se marcha fuera de la ciudad.
Dios, en su misericordia hacia Jonás prepara una calabacera (más probable una árbol de ricino) para darle sombra y aliviar su malestar. ¡Por única vez en todo el libro, Jonás está muy alegre! Pero no sabe que Dios lo está preparando para la gran lección.
Un gusano hiere al ricino y lo seca, sale el sol y le produce una gran insolación a Jonás. Todo esto causa una tremenda pesadumbre a Jonás. A la nueva pregunta del Señor en el v. 9 Jonás responde nuevamente recalcando su enojo y su deseo de morir.
El razonamiento de Dios (Jonás 4:10-11).
Los contrastes son tremendos: Jonás siente un tremendo pesar por secarse un ricino tan pasajero, en el que él no había hecho nada, mientras que Dios tiene misericordia de una gran ciudad con miles de almas perdidas.
Esto nos enseña dos cosas importantes: (A) El gran valor de las almas, por las que murió Jesucristo (1 Co 8:11). ¿Qué hacemos nosotros para que puedan alcanzar la salvación? Y (B) El gran valor del arrepentimiento. El perdón sigue al arrepentimiento, pues Dios es rico en misericordia para todos los que le invocan (Ro 10:12; Ef 2:4).