La vida cristiana no es nada fácil. Nuestros deseos,
motivaciones y actos como cristianos contradicen con frecuencia nuestra
naturaleza humana.
En muchos aspectos nuestra vida terrenal nos prepara para la
eternidad. Este proceso de preparación comprende pruebas y evaluaciones.
Durante estos períodos difíciles, los cristianos podemos
estar seguros de que estamos bajo el cuidado soberano de Dios. Él nos ha
prometido que usará estas pruebas para edificarnos y fortalecernos.
El mensaje de hoy es para animar a la iglesia en los momentos
de dificultad.
Santiago 1:1-8 El propósito de Dios en las pruebas.
Esta carta fue escrita por Santiago, hermano de Jesús, que
fue el primer pastor de la iglesia en Jerusalén. Les escribía a los creyentes
esparcidos por el mundo entero, en algunos casos como consecuencia de la
persecución que siguió al martirio de Esteban. Cristianos judíos que habían
sido expulsados de sus casas y posesiones, gente que sufre y es calumniada por
creer en el nombre de Jesús (Hechos 2 y 8).
Santiago es consciente de las dificultades por las que los
creyentes están pasando. Él conoce su tarea como pastor. Ofrece palabras de
aliento y ánimo para la iglesia en general. Les dice a los creyentes que se consideren bendecidos cuando se encuentren
en diversas pruebas en esta vida (v. 1,
2).
Santiago hablaba de los problemas en los que se veían
involucrados los creyentes sin haberlos causado ellos. Estos problemas traían
consigo invariablemente sufrimiento, angustia y confusión. Entonces, ¿Cómo
puede alguien regocijarse sinceramente en esos momentos de dificultad? ¿Cómo es
posible que estas cosas sean también fuentes de gozo?
Santiago repite los pensamientos que manifiesta Jesús en la
última bienaventuranza (Mt 5:11-12).
Dios tiene un propósito que quiere realizar en nosotros
cuando nuestra fe es puesta a prueba. Estas pruebas vienen en modos y formas
diversas. Ningún creyente ha recibido garantía de que vivirá una vida pacífica
y libre de dificultades. Todos experimentan dificultades, problemas y pesares
de un tipo u otro. Nadie puede librarse, porque el hombre no controla las
circunstancias que causan las dificultades.
Incluso en muchas ocasiones, el creyente quizá ni siquiera
llegue a darse cuenta de que está en medio de una prueba. Es más tarde que comienza
a entender por qué Dios lo probó. Cuando sus ojos finalmente se abren, entonces
ve la bondad y la gracia de Dios que le llena de gozo y felicidad. Así se
pueden considerar las pruebas como causa de sumo gozo, cuando vemos la mano de
Dios en todos los ámbitos de nuestra vida.
Recordemos a Job, que triunfó en la fe y recibió las más
ricas bendiciones de Dios (Stg 5:11). “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a
Dios despropósito alguno” (Job 1:22). “Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal 103:8).
Los tiempos difíciles vienen y se van, son etapas de nuestra
vida. Las pruebas no tienen por propósito hacernos daño, sino fortalecernos y
desarrollar en nosotros un carácter digno de un seguidor de Cristo.
Entre las cualidades específicas que el Señor quiere formar
en nosotros se encuentran la perseverancia y la paciencia (vv. 3-4). El
mantenimiento de una confianza constante en el Señor hace madurar nuestra fe.
El creyente debe saber que las pruebas no suceden por
casualidad. Dios está detrás de toda dificultad y prueba. Él quiere que
experimentemos su presencia. Por eso, en toda adversidad que confrontemos,
debemos mantener nuestra confianza en nuestro Padre Celestial sabiendo que Él
tiene el completo control de cada situación.
Dios nos da exactamente lo que necesitamos: alegrías y penas,
dificultades y triunfos. Un proverbio árabe dice: “El sol solo, crea
desiertos”. Consideremos como puro gozo cuando nubes oscuras se acumulen sobre
nuestras cabezas, porque ellas nos darán lluvias de bendición. Estas lluvias
harán que nuestra vida de fe se desarrolle y crezca.
El cristiano confía en que de Dios vendrá ayuda, auxilio,
fuerza y consuelo. El sabe que Dios siempre responde a la fe y provee los
medios necesarios para superar el período de prueba.
El creyente que posee la virtud de la perseverancia se aferra
a Dios con fe, persiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios, y no puede
ser alejado de su propósito declarado de servir a Dios.
Mientras perseveramos y maduramos, estaremos pasando a estar
perfectos y cabales, al adquirir lo que necesitamos en nuestra vida espiritual.
La prueba de la fe debe producir la virtud de la paciencia para que ésta
culmine su obra completa.
Así como se le debe permitir a una planta que produce fruto
que complete su periodo de crecimiento, del mismo modo se le debe dar a la
paciencia todo el tiempo necesario.
No podemos meterle prisa a la paciencia. Necesita tiempo.
No interfieras con el plan de Dios para tu vida. Persevera
durante tus dificultades, para que la obra que Dios ha comenzado en ti sea
llevada a su culminación. De ese modo oró David en el Salmo 138:8 “Jehová
cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová es para siempre; no
desampares la obra de tus manos”.