¿Por qué Dios no hace algo en cuanto al mal que hay en el
mundo? ¿Por qué permite que continúe? Cuando miramos a nuestro alrededor hoy
día, pudiéramos sentirnos tentados a
hacer esas mismas preguntas.
El profeta Habacuc se sentía perplejo con el problema de la
maldad en su época. Estaba rodeado de personas que a todas luces violaban la
ley de Dios. Además de eso, el ejército babilónico estaba invadiendo Judá.
Habacuc quería saber cómo podía Dios permitir que esos impíos castigaran a los
israelitas.
El aumento de la maldad y del sufrimiento de los hijos de
Dios siguen siendo hoy problemas que nos dejan perplejos. No entendemos por qué
no interviene un Dios todopoderoso. Las situaciones difíciles de nuestra vida
que no entendemos sirven para probar nuestra fe.
Habacuc 1:1-2
Algunos creen que no debemos nunca preguntarle a Dios bajo
ninguna circunstancia, ven eso como falta de fe. Otros preguntan a Dios con
enojo cuando pasan por dificultades. Ante todo debemos saber que Dios no
rechazará a quienes acudan a Él buscándolo con sinceridad de corazón.
El libro de Habacuc es el diálogo del profeta con Dios. Con
una serie de dudas, Habacuc le preguntó a Dios por qué abundaba el mal y la
destrucción. El profeta había estado orando durante mucho tiempo y la conducta
impía de los israelitas seguía sin cambio alguno. Comenzaba a preguntarse si
Dios había oído siquiera su clamor.
Sabemos que Dios es soberano, que nada es imposible para Él.
Además, hay muchas promesas en la Biblia que nos animan a orar y a creer que Él
responderá. Pero cuando no llega la respuesta tan pronto como la esperamos y de
la forma en que la hemos imaginado, podemos desanimarnos.
El aparente silencio de Dios ha hecho que algunos reaccionen
con incredulidad. Pero sin que importe cuán perplejos estemos, no podemos
permitir que las circunstancias destruyan nuestra fe en Dios. A veces las
respuestas de Dios son para nosotros complicadas y difíciles de entender. Pero
debemos recordar que Él lo ve todo, mientras que nuestra perspectiva es muy
limitada.
Cuando Dios contesta la oración, comprendemos por qué parecía
haberse demorado su respuesta.
Habacuc 2:1-4
A veces es necesario esperar pacientemente que Dios conteste
nuestras oraciones. Nunca se pierde tiempo esperando a Dios. A menudo es un
tiempo de aprendizaje donde Dios pudiera también estar probando nuestra
paciencia y nuestra fe. Debemos recordar que Dios está obrando teniendo en
cuenta propósitos eternos. Él ve más allá de nuestra vista limitada.
Durante circunstancias difíciles, necesitamos algo más que
nuestra sabiduría humana. Necesitamos la sabiduría y la dirección que sólo Dios
puede dar. Cuando no podemos ver salida alguna, podemos confiar en Dios y en su
soberanía. Debemos recordar que Él lo domina todo y que ha prometido que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, a fin de conformarnos a la imagen de Cristo (Romanos
8:28,29). Aun en tiempos difíciles, debemos vivir por la fe.
Habacuc 3:17-19
Este texto comprende algunas de las declaraciones más
profundas de la fe que hay en la Biblia. Habacuc se dio cuenta de que la
invasión babilónica que venía arrasaría la nación. Antes de que llegaran los
malos tiempos el profeta se propuso no abandonar al Señor sino servirle. Como
tenía ese propósito, las dificultades de la vida no pudieron destruir su fe en
Dios. A pesar de las adversidades venideras, él se alegraría en el Señor (v.
18).
Habacuc había aprendido el secreto de su fuente de fortaleza.
No estaba en sus bienes. Habacuc encontró fortaleza en el Señor. Puede en realidad
llegar el día en que las circunstancias de la vida destruyan nuestros bienes
materiales. Pero eso no altera el hecho de que Dios sigue en control de la
situación. Dios ve nuestro sufrimiento y, como somos de Él, no nos abandonará.
Dios es nuestra fortaleza y puede darnos la capacidad de
andar en la fe sin que importen las adversidades que se nos presenten. Como el
ciervo que salta confiado y seguro por los montes, podemos sentirnos seguros en
nuestra fe y sobreponernos a las dificultades de la vida.
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