Jonás fue un profeta israelita.
Profetizó antes del final del reinado de Jeroboam II que Israel recobraría sus
fronteras desde la entrada de Hanat hasta el mar del Arabá.
Realizó un ministerio patriótico
y bien aceptado por el pueblo. Parece que era admirado por el rey y sus
conciudadanos. No es de extrañar, por tanto, que la orden de parte de Dios de
ir a Nínive, capital del imperio asirio que por décadas atemorizaba al pueblo
de Israel, fuera impresionante y aterradora para él.
El libro de Jonás data del siglo
VIII, alrededor del año 760 a.C. Al contrario de otros profetas menores, fue
escrito como la historia de la lucha personal del profeta con Dios por causa de
la tarea que el Señor le encomendó. Nos habla de la vida y el carácter de este
profeta tan debatido y rechazado.
El llamado de Jonás y su reacción. Jonás 1:1-3
Jonás recibe la orden de ir a
Nínive y “pregonar” contra aquella ciudad. Tengamos en cuenta que el mensaje de
Jonás no es de salvación, sino de destrucción.
Jonás no obedece la orden de
Jehová. En lugar de ir a Nínive, se va en dirección opuesta. No es que pensase
que Dios no estaba en todo lugar, pero creía que el “feudo” de Jehová era el
país de Israel.
¿Por qué huyó? No precisamente
porque Asiria hubiese de ser más tarde azote de Israel, sino porque no veía con
buenos ojos el que Dios tuviera la intención de salvar también a los gentiles
(4:2).
El profeta había trabajado como
portavoz de Dios mientras el mensaje era bueno para su pueblo. Pero no estaba
dispuesto a llevar el mensaje a un enemigo que podía perjudicar a su país.
Cada uno de nosotros tenemos un
llamado, hemos recibido una orden de Dios. ¿Cómo reaccionaremos? Obedeciendo o
poniendo excusas.
Pero recuerda… nadie puede huir de la presencia de Dios (Salmo
139:7-12).
¿Qué hizo Dios ante la reacción de Jonás? Jonás 1:4-17
Dios no abandonó a su fugitivo.
Vino la tempestad…
…aquellos hombres echaron a Jonás
al mar y cuando el profeta pensaba que la muerte era el juicio de Dios sobre su
desobediencia, Jehová tenía dispuesto un gran pez para que tragara a Jonás
(v.17).
A lo largo de todo el relato se
pone en evidencia la acción de Dios, que dispone los acontecimientos conforme a
sus propósitos. Jonás pretende ser infiel a su misión, pero el Señor,
valiéndose de su dominio sobre los fenómenos de la naturaleza, ordena los
acontecimientos para que el profeta cumpla la voluntad divina.
Dios en ningún momento abandonó a
Jonás, ni le rechazó, aunque sí lo tuvo que poner en su escuela de disciplina
para corregirlo con amor y hacerle volver del error a la comunión renovada con
Él. Y después que Jonás volvió a Dios, éste le dio una nueva oportunidad.
Oración de Jonás. Capítulo 2.
Para volver a Dios, tuvo que
arrepentirse y orar desde el vientre del pez, reconociendo y confesando su
estado desesperado, poniendo toda su confianza en el Señor y comprometiéndose a
obedecerle.
¿Y nosotros, qué vamos a hacer?
A veces, perdemos de vista la
idea de la segunda oportunidad. Tenemos la tendencia de pensar que el pecado y
la desobediencia nos hacen incompetentes para el ministerio. Jonás nos muestra
cuán completo es el perdón de Dios.
El Señor perdona y restaura.
Restaurados a la comunión con Dios, podemos volver a ser útiles y a sentirnos
realizados.
Cuando Jehová habló por segunda vez
a Jonás, éste fue obediente (3:1-3)