martes, 7 de julio de 2020

LA ALIMENTACIÓN DE LOS CINCO MIL.


Marcos 6:30-44

Al volver los apóstoles de su primera misión (vv 7-13), le contaron al Señor lo que habían enseñado y hecho. También llegaron a Él los discípulos de Juan el Bautista para informarle de la muerte de éste (vv 14-29), que debe haber significado un golpe terrible para ellos. Si Jesús era el poderoso Mesías que ellos pensaban, ¿cómo podía permitir que su mensajero tuviese un fin semejante?
El Maestro se apresuró a ir con sus discípulos a un lugar situado fuera del alcance de Herodes; deseaba sobre todo hallar descanso para Él y para sus discípulos. Cruzando hacia el noreste del lago, llegaron a una región escasamente poblada, gobernada por el buen tetrarca Felipe, pero las entusiasmadas multitudes, viendo que la barca se dirigía al lado oriental del mar de Galilea, llegaron hasta allí. Este es el escenario de la primera multiplicación de los panes y los peces.
Este milagro tiene un significado extraordinario, puesto que es el único milagro de Cristo que aparece en los cuatro evangelios. Encierra varias lecciones.

Demuestra la profunda compasión que siente el Señor al ver la necesidad humana

Miles de personas se habían concentrado en aquel determinado lugar, buscando a Jesús. Este espectáculo conmovió el corazón de Jesús de tal manera que dice Marcos que “que tuvo compasión de ellos”. La razón de la compasión es que para Él eran como ovejas que no tenían pastor. Un rebaño sin pastor está en grave peligro, puede ser presa de alimañas y sobre todo estarían en peligro de extraviarse. Las ovejas sin pastor estaban, en la comprensión de Jesús, extenuadas, sin protección, porque habían sido explotadas y estaban dispersas e indefensas.
El contexto exige relacionar la figura que Marcos usa, con los fariseos y los escribas, los pastores de la nación. Los guías habían producido la inquietud y la frustración entre el pueblo de Dios, cargando a las gentes con rituales y legalismos, días de reposo, festividades e incluso con ayunos y diezmos (Mt. 23:23). Por ello, el Buen Pastor, venido del cielo se le conmueven las entrañas al ver la situación.
Él tuvo compasión de aquella multitud y ministró a sus necesidades. Cristo se sigue interesando hoy por nosotros, y deseando satisfacer todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19).
Las ovejas del Señor en la Iglesia necesitan pastores que las guíen a buenos pastos y las hagan sentir el gozo de vivir una vida abundante en la gracia. Pastores que no abandonen el rebaño buscando sus propios intereses y cuiden del rebaño de Dios.
Jesús emocionado comenzó a enseñarles muchas cosas. El Gran Pastor de las ovejas empezó su labor, enseñándoles. Sin duda la enseñanza consistió en desarrollar aspectos sobre el reino de Dios.

Revela su poder creador

Al parecer, el alimento se multiplicó en sus manos al partirlo. Comenta Ernesto Trenchard: “La realidad fue aquella provisión que salió de sus manos creadoras. Cuando los discípulos le llevaron las canastas al Señor, y Él depositó un fragmento en cada una de ellas, han de haber quedado llenas en el acto, pues los fragmentos no eran nada, pero el poder del Señor lo era todo”.
A la vista del milagro y de la multitud, surgen varias preguntas: ¿Cómo hicieron los Doce para distribuir la parte que cada uno recibía? ¿Se produjo el milagro mientras los discípulos llevaban los fragmentos que recibieron de los cinco panes y los dos peces? ¿Se multiplicaba el alimento cuando la gente lo recibía? Son preguntas sin respuesta bíblica. El hecho importante es que el Señor estaba multiplicando los panes y los peces para alimentar una enorme multitud. Aquel que en apariencia era sólo un hombre o un profeta, estaba demostrando un poder sobrenatural que nadie más que Él había tenido nunca.

El milagro se realiza a través de la bendición de Cristo

“Levantando los ojos al cielo, bendijo, partió y dio los panes a los discípulos”. Su bendición sigue siendo hoy capaz de multiplicar nuestros recursos, talentos y empeños cuando se los ofrecemos a Él.
Los ojos del Señor se elevaron al cielo. Mirar al cielo era el modo habitual de orar. El Señor levantó sus ojos al cielo, simbolizando ante todos que estaba dirigiéndose a Dios, su Padre. Alabó a Dios por la provisión de alimentos y invocó su bendición sobre ellos para que fuesen de provecho. Era la oración habitual sobre la comida.

El milagro muestra la importancia de que sus seguidores colaboren con Él en la obra de ministrar a las necesidades físicas y espirituales de la humanidad

Jesús les dijo a los suyos: “Dadles vosotros de comer.” Él multiplicó los panes, pero fueron los discípulos quienes los repartieron.
Este mundo cansado, hambriento y lleno de necesidades espirituales es semejante a aquella multitud. Sólo Cristo puede salvar; sólo sus seguidores pueden llevar su mensaje de poder y amor a las almas que agonizan. A nosotros nos toca compartir lo que Jesús nos ha entregado.

El pan partido es un elocuente símbolo de Cristo

El ministerio del Señor se acercaba a su fin. Iba a ser crucificado. Su cuerpo sería quebrantado para lograr la vida espiritual de la humanidad. Por eso dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:35).

Este milagro nos enseña que Dios quiere satisfacer con abundancia nuestras necesidades

“Y comieron todos, y se saciaron, y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.”  Sobró más de lo que había al principio. Jesús podía satisfacer necesidades sin agotar su poder ni sus recursos.
Nadie quedó sin el alimento que necesitaban. Pudieron comer todos cuanto fue preciso hasta satisfacer toda el hambre que pudieran tener. El milagro es una realidad incuestionable, cinco panes y dos peces fueron bastante para toda una multitud. La omnipotencia del Señor, el hijo de Dios manifestado en carne es evidente. Nadie, sino Dios mismo, era capaz de una obra semejante.

El Señor no quiere que se desperdicien sus bendiciones

Los discípulos recogieron lo que sobró. El desperdicio o mal uso de los recursos naturales o espirituales no está en armonía con el proceder divino.
La alimentación de los cinco mil fue uno de los milagros más dramáticos e impresionantes de Cristo. Provocó una nueva ola de entusiasmo entre los galileos. Tan plenamente estaban convencidos de su grandeza y de su poder, que estuvieron a punto de tomarlo y hacerlo su monarca (Juan 6:15).
Al día siguiente, Jesús echó un balde de agua fría sobre su entusiasmo, enseñando que Él mismo es el pan de vida y que es necesario comer su cuerpo y tomar su sangre (aceptar su muerte por fe). La multitud lo abandonó ofendida. Sólo los Doce lo siguieron.