La Iglesia llena sus programas de actividades navideñas, comidas, cultos de Navidad, teatros, villancicos... para celebrar el nacimiento de Jesús, que vino al mundo... ¿pero es eso lo que realmente sucedió en estas fechas? Muchos somos los que sabemos que no es así, la pregunta es: ¿y una vez que lo sabemos, qué es lo que vamos a hacer?
Cada domingo hablamos de volver a la Iglesia Primitiva, aquella iglesia avivada con el poder del Espíritu Santo, donde Dios se manifestaba con milagros, sanidades... Entonces ¿qué hacían ellos con respecto a los cultos paganos?
Sabemos que los primeros cristianos eran perseguidos y acusados por no participar en las ceremonias públicas de adoración a dioses paganos. Tampoco entraban en el ejército, pues tendrían que hacer juramentos y ofrecer sacrificios al césar y a los dioses.
Una vez terminó la persecución a la iglesia, vino un peligro mayor: la protección por parte del estado. La Iglesia empezó a entrar en terreno político y no solo espiritual. Aún cuando hubo mayor libertad para predicar las buenas nuevas también los nuevos creyentes tuvieron libertad para seguir con todas las costumbres paganas que venían celebrando.
Es de esta manera que se decidió aumentar los "fieles" cristianizando las fiestas paganas. Siguiendo el dicho si no puedes con tu enemigo, únete a él. ¿Pero queremos seguir en ese camino que se marcó? Dios nos manda a alejarnos de las costumbres del mundo.
"como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir" 1 Pedro 1:14,15 RVR 1960
Sabemos que es lo que se esconde realmente detrás de todas estas celebraciones y sin embargo seguimos festejándolas con la excusa de interesar a nuestros amigos, familiares... pero esa no es la realidad, lo hacemos por nosotros mismos. Si realmente queremos impactar al mundo, no debemos ser como él.
En estos días fácilmente se puede escuchar en telediarios, leer en periódicos referencias a la navidad como fiestas saturnales, origen pagano... y da pie a rebatir nuestra manera de actuar como cristianos. Porque si sabemos que Jesús no nació un 25 de diciembre, que la Iglesia Primitiva no celebraba la natividad, y que su origen es el "lavado de cara" de una fiesta pagana ¿Por qué seguimos celebrándolo? ¿Realmente vivimos lo que predicamos? ¿Rechazamos la idolatría o la cubrimos?
"si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra" 2 Crónicas 7:14 RVR1960
El pecado entra poco a poco en la iglesia y llega el momento en el que dejamos de verlo como tal, y pasa a parecernos algo normal. Os animo a que busquéis a Dios con un corazón abierto, y le pidáis que hable a vuestras vidas sobre este tema.
miércoles, 7 de diciembre de 2016
sábado, 3 de diciembre de 2016
PARA RENDIRLE CULTO A DIOS.
El salmo 24 consta de tres partes: un breve himno o canto de alabanza al Dios creador (vv. 1-2); una instrucción sobre las cualidades requeridas para adorar en el Templo (vv. 3-6) y un poema que celebra la instalación del Arca del pacto en Jerusalén (vv. 7-10) o su regreso a la ciudad santa después de una campaña militar victoriosa.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 El recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah
En esta parte del salmo se instruye a los fieles sobre las condiciones éticas y morales necesarias para participar dignamente en el culto al Señor.
Los salmos aluden constantemente a Sión y a su Templo, y lo laman Monte de Jehovah y lugar santo porque el Señor lo ha elegido como habitación suya y, a la vez, simbolizan la comunión con Dios.
Respondiendo a las preguntas del versículo 3, en los siguientes versículos el salmista enumera las cualidades que debe tener el creyente para entrar en la presencia de Dios durante un culto.
Limpieza de manos. Limpias de pecado, de todo lo que ofende a Dios, de lo que hace daño al prójimo y de lo que contamina nuestra vida.
Pureza de corazón. La limpieza interior de un corazón sincero, hecho nuevo por la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la voluntad de Dios. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Los de limpio corazón, es decir, los que son sinceros, sin malicia ni doblez en su actitud para con Dios y con el prójimo.
¿Cómo puede uno ser puro y limpio en su interior? El salmista, en el Salmo 51, pide que Dios lo limpie y le cree un corazón puro; en el NT, bajo en nuevo Pacto, Dios hace al creyente una nueva criatura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosa viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) y provee la identificación con Cristo en su muerte y resurrección.
No haber alzado su alma a cosas vanas. Alzar el alma equivale a dirigir el afecto hacia algo; en este caso, hacia lo vano, lo vacío e inconsistente. Esta expresión designa primordialmente los ídolos (Jeremías 18:15), pero también puede significar lo efímero de la vida humana.
No haber jurado con engaño. El creyente debe ser caracterizado por la honestidad y la honradez.
Los que así buscan a Dios, recibirán toda clase de bendiciones del Señor y, en especial, la verdadera justicia. Aquí justicia se acerca al sentido neotestamentario de justificación (Salmo 132:9, 16). Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios y alcanzamos la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1).
Resume el salmista diciendo (v. 6): “Tal es la generación de los que le buscan”. Subir al Monte de Jehová requiere un esfuerzo especial en buscar a Dios. Hemos de poner toda diligencia en buscar el rostro de Dios, como Jacob (Génesis 32:30), es decir, en lucha con Dios, hasta prevalecer.
Hemos de buscar la comunión con Dios y estas son características de tales personas.
3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 El recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah
En esta parte del salmo se instruye a los fieles sobre las condiciones éticas y morales necesarias para participar dignamente en el culto al Señor.
Los salmos aluden constantemente a Sión y a su Templo, y lo laman Monte de Jehovah y lugar santo porque el Señor lo ha elegido como habitación suya y, a la vez, simbolizan la comunión con Dios.
Respondiendo a las preguntas del versículo 3, en los siguientes versículos el salmista enumera las cualidades que debe tener el creyente para entrar en la presencia de Dios durante un culto.
Limpieza de manos. Limpias de pecado, de todo lo que ofende a Dios, de lo que hace daño al prójimo y de lo que contamina nuestra vida.
Pureza de corazón. La limpieza interior de un corazón sincero, hecho nuevo por la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la voluntad de Dios. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Los de limpio corazón, es decir, los que son sinceros, sin malicia ni doblez en su actitud para con Dios y con el prójimo.
¿Cómo puede uno ser puro y limpio en su interior? El salmista, en el Salmo 51, pide que Dios lo limpie y le cree un corazón puro; en el NT, bajo en nuevo Pacto, Dios hace al creyente una nueva criatura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosa viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) y provee la identificación con Cristo en su muerte y resurrección.
No haber alzado su alma a cosas vanas. Alzar el alma equivale a dirigir el afecto hacia algo; en este caso, hacia lo vano, lo vacío e inconsistente. Esta expresión designa primordialmente los ídolos (Jeremías 18:15), pero también puede significar lo efímero de la vida humana.
No haber jurado con engaño. El creyente debe ser caracterizado por la honestidad y la honradez.
Los que así buscan a Dios, recibirán toda clase de bendiciones del Señor y, en especial, la verdadera justicia. Aquí justicia se acerca al sentido neotestamentario de justificación (Salmo 132:9, 16). Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios y alcanzamos la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1).
Resume el salmista diciendo (v. 6): “Tal es la generación de los que le buscan”. Subir al Monte de Jehová requiere un esfuerzo especial en buscar a Dios. Hemos de poner toda diligencia en buscar el rostro de Dios, como Jacob (Génesis 32:30), es decir, en lucha con Dios, hasta prevalecer.
Hemos de buscar la comunión con Dios y estas son características de tales personas.
domingo, 30 de octubre de 2016
¿DEBEMOS LOS CRISTIANOS CELEBRAR HALLOWEEN?
Hoy en día da tristeza ver como muchos cristianos celebran Halloween, incluidos pastores y sus congregaciones. Es evidente que en esta generación no existe convicción en el pueblo cristiano y mucho menos conocimiento bíblico. También es importante notar que una gran mayoría del pueblo está completamente entrelazado con la cultura pagana secular anticristiana.
En estos días he leído en la prensa digital evangélica española propuestas de cómo relacionarse con Halloween y otras fiestas populares, con las que no estoy de acuerdo.Tristemente muchos pastores han olvidado el llamado que hizo Santiago a que no nos hagamos amigos del mundo, asimilando y aceptando sus corrientes: "¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye amigo de Dios". (Santiago 4:4).
Sin embargo, en la ignorancia de la mayoría de los cristianos, que dicen ser convertidos, respecto a la Palabra del Señor, y a su desconocimiento sobre las doctrinas de demonios, han permitido que en muchas congregaciones los púlpitos y las actividades de la iglesia se conviertan en instrumentos de Satanás para corromper la santidad y la verdad apostólica que se enseñaba y practicaba en los comienzos de la iglesia primitiva.
Creo con todo mi corazón que los que hemos nacido de nuevo y estamos bajo la sangre de Cristo jamás celebraríamos esta fiesta diabólica, y mucho menos jamás nos atreveríamos a recomendar o aconsejarle a una congregación que participe en esta fiesta popular y "cultural". Yo nunca participaré; aunque me llamen "caza fantasmas" y me acusen de huir, apartándome de esta fiesta, sin aportar nada positivo a la misma.
Pienso que Halloween nunca ha sido una festividad cristiana y no tiene lugar en la vida de un creyente. En realidad, es una abominación al Señor, y debemos tomar una posición firme en contra de la fiesta y todo lo que ella encierra.
Por todo ello, quiero compartir algunas razones por las que un verdadero cristiano no debe celebrar el día de Halloween:
1. Porque Dios es un Dios de vida, y Halloween se enfoca en la muerte.
2. Porque la noche de Halloween no honra a Dios sino al diablo.
3. Porque la Biblia nos enseña que nos apartemos de las obras de las tinieblas (Romanos 13:12). Como hijo de luz nosotros jamás debemos participar en obras de oscuridad (2 Corintios 6:14).
4. Porque la brujería y la hechicería es detestable a Dios (Deuteronomio 18:10-13).
5. Porque el Señor dijo que nos separemos de lo inmundo (2 Corintios 6:17).
Podría dar muchísimas razones más de porque los que servimos a Dios jamás deberíamos celebrar este día, pero la verdad es que al final de todo, cada cual hará lo que quiera con su vida y en un día no muy lejano tendrá que rendirle cuentas directamente al Señor (Romanos 14:12).
viernes, 23 de septiembre de 2016
RIESGOS EN LAS REDES SOCIALES.
Aplicaciones como Buscadores, Redes Sociales, servicios de correo electrónico son poderosas y valiosas herramientas hoy en la sociedad de la información, pero no exentas de riesgo.
Ante el incremento de este tipo de servicios es necesario que los usuarios de la Red, incluidos los cristianos evangélicos, conozcan los peligros a los que se enfrentan, para que puedan hacer un uso seguro de las mismas.
En las redes sociales, si no se limita el acceso a nuestros datos, el perfil estará abierto a todos los usuarios y la información estará disponible para cualquiera, incluidos los buscadores.
En Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Pinterest, etc... la información se genera, se transforma y circula. El mensaje, la foto, el vídeo que publicamos, es como una hoja que se lleva el viento, llegará a donde no podamos verla, por ello es necesario tener control sobre lo que publicamos, más aún cuando nuestra seguridad está en juego.
La publicación de excesiva información personal en un perfil puede permitir identificar y localizar al usuario incluso físicamente.
En Internet, como en el mundo físico, con los datos que aportamos voluntariamente y con los que otros aportan sin nuestro consentimiento, vamos dejando un rastro que nos identifica perfectamente. Cuando ofrecemos demasiada información, corremos el riesgo de robo o suplantación de identidad. Por lo tanto no debemos publicar en las redes sociales excesiva información personal y familiar, ni aceptar solicitudes de contacto de forma compulsiva.
La Biblia ya nos advierte sobre este asunto con un ejemplo muy ilustrativo, cuando el rey Ezequías muestra todos sus tesoros (2 Reyes 20:12-19).
El rey de Babilonia envía a Ezequías una embajada para felicitarle por su recuperación (v. 12). Con el buen recibimiento que Ezequías dispensó a estos embajadores idólatras, se excedió especialmente en mostrarles todo lo que había en su palacio (v. 13), para que viesen y pudiesen informar a su señor de ello. Fue un acto de orgullo y vanagloria (2 Crónicas 32:25).
La sentencia pronunciada contra él por su vanidad ostentosa (vv. 17, 18) contiene las consecuencias por haber mostrado todas sus riquezas. Los tesoros de los que tan orgulloso se sentía vendrían a ser presa ajena. El rey de Babilonia, cuya alianza procuraba con tanto interés, vendría a ser el gran enemigo que se apoderaría de todos aquellos tesoros.
¡Cuidado con la información que mostramos en Internet!
El rey de Babilonia envía a Ezequías una embajada para felicitarle por su recuperación (v. 12). Con el buen recibimiento que Ezequías dispensó a estos embajadores idólatras, se excedió especialmente en mostrarles todo lo que había en su palacio (v. 13), para que viesen y pudiesen informar a su señor de ello. Fue un acto de orgullo y vanagloria (2 Crónicas 32:25).
La sentencia pronunciada contra él por su vanidad ostentosa (vv. 17, 18) contiene las consecuencias por haber mostrado todas sus riquezas. Los tesoros de los que tan orgulloso se sentía vendrían a ser presa ajena. El rey de Babilonia, cuya alianza procuraba con tanto interés, vendría a ser el gran enemigo que se apoderaría de todos aquellos tesoros.
¡Cuidado con la información que mostramos en Internet!
lunes, 19 de septiembre de 2016
DESPIÉRTATE, TÚ QUE DUERMES.
“Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los
muertos, y te alumbrará Cristo”. (Efesios
5:14).
Este texto entraña cierta
dificultad porque, en principio, parece que debiera aplicarse a inconversos que
duermen entre los muertos espirituales y son llamados a acudir a Cristo para
recibir luz, que equivale a vida.
Sin embargo, a la luz de todo el
contexto precedente (vv. 3-11) es evidente que el apóstol no sólo tiene
presente al pagano sino también y especialmente
al convertido. El interés de Pablo es mostrar que el que ha renunciado a
los perversos caminos del mundo debe vivir una vida consecuente con su nueva
posición en Cristo.
Este versículo debe ser
considerado como un llamamiento a los creyentes para que vivan vidas
consecuentes con su condición como hijos de Dios.
La vida cristiana ha de
manifestarse claramente en la renovación profunda de la persona, con el
abandono de los antiguos hábitos perniciosos y haciendo concordar pensamientos,
palabras y actitudes con la realidad de la nueva vida en Cristo (Efesios
4:22-24).
Debemos abandonar todas esas
costumbres tan arraigadas en nosotros de las que decimos: “no creo que sea tan
malo”, “mi intención es solo pasarlo bien”, “no pasa nada”, porque si siguen
formando parte de la normalidad de nuestra vida, corremos el peligro de que
produzcan en nosotros una dependencia y ocupen el lugar que le corresponde a
Dios. Cada uno debe reflexionar personalmente sobre cuáles pueden ser éstas.
Una de las pruebas más claras y
evidentes de nuestra conversión es hacerles ver a los demás que se ha producido
un cambio radical en nuestra vida. Mediante el testimonio personal, no solo con
palabras sino también con hechos, tenemos que hacer que los otros noten que
algo diferente y extraordinario ha sucedido en nosotros. Si esto no es así,
algo está fallando en nuestra vida, tal vez estemos sumergidos en un “sueño
profundo”.
Por lo tanto, en lugar de seguir
tomando parte en las obras infructuosas de la pasada manera de vivir, el
convertido debe salir totalmente de su sueño y buscar primeramente el reino de
Dios y su justicia. El creyente debe despertar para volver a una nueva esfera
de plena y santa comunión con Dios.
Aquí vemos como Pablo exhorta a
la iglesia de Éfeso a que salga del sueño en el que están. Que sean activos en
lo que hacen y no se descuiden en su caminar. Dios nos exhorta lo mismo, que
estemos despiertos y “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”
(Efesios 5:16). Debemos interrumpir ese sueño en el que estamos. Debemos
activar nuestros sentidos, debemos movernos hacia la voluntad de Dios.
En el mensaje a la iglesia en
Éfeso que aparece en Apocalipsis 2:1-7 podemos ver: una alabanza a las buenas
cualidades de la iglesia (vv. 2-3), una censura por sus faltas (v. 4) y un
mandato (v. 5).
Debemos levantarnos de dónde
estamos y comenzar a caminar. Eso sí, hay que velar que nuestro pie no resbale
para poder mantener una relación con Dios y no haya una muerte espiritual
(separación entre el hombre y Dios).
Aunque este mensaje se reciba
como iglesia, la respuesta al mismo deber ser personal. Nuestra relación con
Dios no depende del comportamiento y de la actitud de los demás, sino de
nosotros mismos. Cada uno es responsable de su propia conducta y recibirá la justa
recompensa por sus buenas o malas acciones (Ezequiel 18:30-32).
Ahora bien, si estamos en un
lugar donde todos están espiritualmente muertos, nos podemos contagiar con ese
mismo “espíritu” y morimos espiritualmente. Por lo tanto, el convertido debe levantarse
y abandonar todos los aspectos de los perversos caminos de los que se hallan
espiritualmente muertos. Levantarse de los muertos aquí es literalmente de entre los muertos, esto exige dejar
el modo de vida propio de los que están espiritualmente muertos. Algo semejante
se aprecia en el escrito a los corintios (2 Corintios 6:17).
Ahora, si seguimos el mandato de
Pablo a la iglesia de Éfeso, de despertar y levantarnos, Dios nos alumbrará,
Cristo resplandecerá sobre nosotros. Él disipará la oscuridad y podremos ver en
qué momento fallamos.
Una vez nos arrepintamos, Él nos
acompañará con su luz a donde vallamos, para así nosotros, con nuestro ejemplo
y el mensaje de Dios, hacer conciencia en los demás para que ellos también se
den cuenta en donde están y den el paso de dejar que Dios sea el que los
alumbre.
Una vez que Él nos haya
alumbrado, con su Palabra, podemos aprender y Él nos instruye, nos enseña
acerca de quien Él es y de qué debemos hacer y no debemos hacer. El seguidor de
Jesús debe vivir bajo la influencia de su luz (Juan 8:12).
Una ilustración muy representativa
del texto que hemos tratado sería la parábola del hijo pródigo (Lucas
15:11-32). Despertó a la realidad de su estado (v. 17); se levantó para
retornar al Padre (v. 18); gozó de la luz de la comunión y bendiciones
renovadas en la casa del Padre (vv. 22-24).
Si cada uno de nosotros toma la
decisión genuina de despertar y levantarse en su vida espiritual, recibiremos
las promesas y bendiciones que Dios tiene preparadas para su iglesia y entonces
llegará el avivamiento (Isaías 58:8).
jueves, 11 de agosto de 2016
LA PALABRA DE DIOS EN EL HOGAR.
En nuestros días podemos encontrar multitud de consejos sobre
la vida familiar en casi todas partes: Internet, programas de TV y radio,
libros, … Son muchas las opiniones sobre la mejor manera de tener éxito en el
matrimonio y de educar a los hijos, pero a pesar de tener varios principios
dónde escoger y aplicar, cada vez más familias se destruyen.
Los cristianos tenemos una guía de valor incalculable cuando
se trata de la formación de la familia: la Biblia. El aplicar fielmente los
principios bíblicos resultará en un matrimonio para toda la vida, en una buena crianza
de los hijos y en el progreso personal de cada miembro de la familia. Pero al
igual que cualquier otra guía, los beneficios se obtienen sólo cuando se la
obedece.
Dios les puso en claro a los israelitas que sus mandamientos
debían ser prioritarios en todo tiempo. Los principios que Dios planteó en la
época de Moisés siguen siendo fundamentales hoy. Las familias cristianas deben
integrar la Palabra de Dios en todos los aspectos de la vida para tener éxito
ante los ojos de Dios.
Deuteronomio 6:1-3.
Enseña la Biblia de generación en generación.
“Estos, pues, son los
mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os
enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros
para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y
sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los
días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y
cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche
y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres”.
Moisés escribió Deuteronomio cuando se acercaba el fin de los
cuarenta años de peregrinación por el desierto, desde su liberación de Egipto
hasta su entrada en la Tierra prometida. No sólo repasó acontecimientos y
lecciones del pasado, sino que dirigió la atención de Israel hacia el futuro
parar que siguiera obedeciendo la Palabra de Dios, la única forma en que podían
disfrutar del éxito futuro.
Las órdenes venían de Dios (v. 1) “mandó que os enseñara”. La dirección de Dios había venido durante
la época de Moisés en el monte Sinaí y en el tabernáculo cuando se dictó
cuidadosamente la ley (Éxodo 21:1; Levítico 1:1).
Sólo con temor
reverente a Dios y guardando sus mandamientos podía esperar Israel
disfrutar de éxito en la tierra prometida (v. 2). El temor de Jehová produce
obediencia y esa obediencia produce bienestar para la comunidad. Por su
obediencia a las demandas del pacto, Israel prolongaría su vida en la tierra y
el pueblo crecería en número.
Iban a trasladarse del desierto a una tierra “que fluye leche
y miel” (v. 3). Dios había provisto una tierra de abundancia, pero Israel tenía
que seguir fiel si quería permanecer en la tierra. La dádiva de la tierra de
Canaán es una vívida demostración de la fidelidad de Dios de cumplir su promesa
a los patriarcas y sirve también para motivar a Israel a obedecer a Jehová.
Se esperaba que los israelitas les pasaran las leyes de Dios
a las generaciones futuras. Dentro de la familia inmediata o dentro de la
familia de Dios, los creyentes de más edad que han pasado por las experiencias
del “desierto” de la vida deben pasar las normas cristianas de generación a
generación. Tales normas no se establecen fácilmente en el hogar ni las
asimilan automáticamente los miembros más jóvenes de la familia. Requiere una
inversión a largo plazo de tiempo amor y esfuerzo.
Deuteronomio 6:4-9.
Fundamento de la relación.
“Oye, Israel: Jehová
nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy,
estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas
estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te
levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales
entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
El hecho de conocer y aplicar una serie de principios o
normas sin un propósito principal dan como resultado el legalismo. Con las
leyes de Dios, Dios mismo es el propósito principal. Moisés habla de Dios antes
de seguir en su exhortación a Israel (v.4). Quería que los israelitas se
concentraran en Dios.
Shema (“Oye”) Comienza la confesión de fe
tradicional de Israel.
Acto seguido, Moisés llamó la atención de los israelitas a la
profunda relación de amor que Dios deseaba tener con ellos (v. 5). A fin de entender
la fuerza de esos dos versículos, sólo hay que ver la enseñanza de Jesús en
Mateo 22:36-37. En la época de Cristo, los muchos requisitos ceremoniales de la
ley habían llegado a ser el enfoque principal de los judíos que ya no tenían a
Dios mismo como su enfoque.
Este amor es mucho más que un mero sentimiento o una emoción
interior.
Jehová amó a Israel liberándolo de la esclavitud, Israel
debería obedecer los mandamientos.
El código legal religioso estaba lleno de comentarios
detallados sobre la aplicación de cada una de las leyes. Jesucristo les recordó
a los judíos que lo interrogaron acerca de la ley que el fundamento y la
motivación de la verdadera adoración era una relación íntima con Dios.
Los padres y las madres no sólo debían enseñarles reglas a
sus hijos. Más bien al darles a conocer a sus hijos los detalles más minuciosos
de la ley (vv. 6-9), los padres debían guiar constantemente a Dios y a los
caminos en que su amor llena la vida.
Aplicación.
El estudio bíblico en el hogar, a pesar de su gran valor,
compite con muchísimas actividades y a menudo pierde. Por muy bien que aplique
una familia los principios bíblicos, y aunque planifique fielmente el estudio
bíblico y la oración, estas disciplinas sufren interrupciones periódicas.
Gracias a Dios, el Espíritu Santo está siempre presente para brindar aliento y
dirección en las verdades de la Palabra de Dios. Aplica estas enseñanzas de la
Palabra de Dios en tu hogar.
viernes, 29 de julio de 2016
DIOS REANIMA A JEREMÍAS.
En la primera parte del ministerio de Jeremías, el profeta
dirige su predicación especialmente a Judá y a la ciudad de Jerusalén, a fin de
que sus habitantes tomen conciencia de sus propios pecados y cambien de
conducta.
Las advertencias de Jeremías eran de día en día peor
recibidas. El pueblo de Judá las rechazaba y con ellas rechazaba también la presencia del profeta.
Comúnmente se le conoce como el “profeta llorón”, no sólo
porque escribió las Lamentaciones, sino porque a lo largo de su ministerio fue
un atribulado espectador de los pecados de su pueblo, que le persiguió más que
a ningún otro profeta.
Una de las experiencias más conmovedoras de estas dolorosas
experiencias se halla en las llamadas "Confesiones de Jeremías" y
podemos leerla en Jeremías 15:15-21.
15 Tú lo sabes, oh Jehová; acuérdate de mí, y visítame, y véngame de mis enemigos. No me reproches en la prolongación de tu enojo; sabes que por amor de ti sufro afrenta. 16 Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos. 17 No me senté en compañía de burladores, ni me engreí a causa de tu profecía; me senté solo, porque me llenaste de indignación. 18 ¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables? 19 Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. 20 Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová. 21 Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.
La lectura de este pasaje permite descubrir la sinceridad y
la profundidad del diálogo que en sus momentos de crisis mantuvo el profeta con
el Señor. Jeremías no tiene problemas en poner delante de Dios sus temores,
dudas y angustia interior. Demuestra su decepción y amargura por los graves
padecimientos que le había acarreado su misión profética.
Versículos 15-18.
El profeta se dirige humildemente a Dios: “Tú lo sabes, oh Jehová”. Es como si le
dijera: Tú sabes lo que vengo sufriendo por cumplir fielmente la misión que me
encomendaste; los demás no quieren percatarse de ello, pero tú lo conoces todo.
El profeta pide a Dios: Que considere su caso y se acuerde de
él para bien, que le dé fuerzas y consuelo, que se manifieste a favor de él y
que le preserve la vida.
A continuación le expresa a Dios sus dudas, quejas y
lamentaciones; buscando la compasión de Dios y las promesas de bendición.
Versículos 19.
Ahora Dios le requiere que se convierta, es decir, que
abandone su mala actitud y continúe con gozo su ministerio. Será restaurado
cuando se arrepienta de esos malos pensamientos, entonces gozará del favor y de
la presencia de Dios.
También ha de decidir ser fiel en su obra. Dios sabía que el
corazón del profeta era sincero, pero ha de “entresacar
lo precioso de lo vil”, los buenos pensamientos acerca del carácter de Dios
de entre esas sospechas que había abrigado; así seguiría siendo el portavoz de
Dios.
En su trato con los demás, ha de procurar no descender al
nivel de ellos, sino hacer que ellos se eleven al nivel de él, que es el nivel
espiritual que Dios desea.
Debía mantenerse firme en sus convicciones sin dejarse llevar
por la corriente de la sociedad, dar el mensaje tal como Dios se lo transmitió
y denunciar el pecado.
Versículos 20-21.
Estos versículos señalan lo que Dios le promete, si él se
porta fielmente.
Tendrá fuerza y valor para afrontar las muchas dificultades
que encuentre en su trabajo, y su ánimo no decaerá.
Tendrá en Dios a un poderoso Libertador. Dios está con
nosotros para guardarnos y defendernos.
lunes, 1 de febrero de 2016
TUS OJOS MIREN LO RECTO.
En el libro de Proverbios,
Salomón da instrucciones para adquirir y conservar la sabiduría a fin de dar
frutos sabios en nuestro caminar como hijos de Dios.
Las palabras de sabiduría deben
ser nuestras normas de conducta; por eso, hemos de inclinar el oído a ellas,
escucharlas con sumisión y prestarles atención, sin perderlas de vista.
Así como nuestra vida espiritual
comenzó mediante la Palabra (1 Pedro 1:23), así también se ha conservar y
mantener por medio de la Palabra.
PROVERBIOS 4:25-27
“Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes
delante” (v. 25).
Este versículo nos exhorta a
mirar rectamente. Esta fue la recomendación que hizo Jesús cuando dijo que “la
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz” (Mateo 6:22).
Así como una persona tiene unos
ojos naturales para iluminar su existencia física y para ponerla en contacto
con su ambiente terrenal, así tiene un ojo espiritual (la mente o el corazón)
para iluminar su vida interior para guiarle moral y espiritualmente.
Si el ojo del corazón es bueno,
sencillo y sincero será un ojo luminoso, dirigido hacia Dios, hacia la santidad
y el amor, y dirigirá los pasos de nuestra conducta por el camino recto.
Este versículo también nos desafía
a concentrar nuestra atención en lo correcto, en los valores bíblicos que nos
enseña la palabra de Dios (Filipenses 4:8). En esto pensad, es decir, poned
toda vuestra atención en esto.
En el Salmo 119:37 el salmista
pide que Dios le aparte los ojos de mirar
vanidades, es decir, cosas que no tienen valor real si se las compara con
las cosas de Dios, y que le avive en el
camino de Dios, es decir, que le fortalezca y le afiance para vencer las
tentaciones que presentan dichas vanidades.
Pero lo más importante para
dirigirnos hacia lo que tenemos por delante es tener los ojos fijos en Jesús
(Hebreos 12:2), a quien el autor sagrado
describe como autor y consumador de la fe.
Es Jesús el que inicia y abre el
camino de nuestra firme confianza en Dios y el que lleva a la consumación esta
misma confianza, dándonos, con su ejemplo la garantía de la victoria final. Por
eso exhorta el apóstol Pedro a seguir de
cerca sus pisadas (1 Pedro 2:21).
“Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos” (v.
26).
Tenemos que vigilar nuestro
caminar. Sopesar bien las alternativas para no vagar sin rumbo, sino poder
pisar firme y fuerte.
Pongamos en un platillo de la
balanza la palabra de Dios, y en el otro lo que hemos hecho o vamos a hacer, y
miremos a ver si coinciden; no obres con precipitación.
En Hebreos 12:12-14 el autor
sagrado incita a sus lectores a que reformen su conducta.
El v. 12 exhorta a sacudir la
pereza y emprender la acción. Las manos
caídas y las rodillas paralizadas son la expresión de un espíritu perezoso
y deprimido. Es el desaliento frecuente en los cristianos carnales; no tienen
ánimos porque carecen del necesario amor al Señor y a las almas débiles por
quienes también el Señor murió (1 Corintios 8:11). Los miembros se atrofian y
paralizan por falta de ejercicio, pero el amor hace que la fe actúe (Gálatas
5:6).
El v. 13 alude al camino que cada
uno emprende. Es menester que la senda sea recta, derecha, para evitar tropiezos a sí mismo y a los demás. El
tropiezo del cojo, del hermano débil, puede ser fatal: puede provocar otro mal
mayor, una dislocación que le impida seguir el camino.
El v. 14 insiste en que con el
trato afectuoso y apacible a todos los miembros de la iglesia, aun los débiles,
perezosos, inmaduros y carnales, llegarán algún día a animarse, a avanzar codo
con codo. Dentro de una atmósfera de amor comunitario es más fácil la santificación, es decir, la separación
de lo pecaminoso, sin la cual no es posible gozar del favor y del trato íntimo
de Dios.
“No te desvíes a la derecha ni a la izquierda” (v. 27 a).
Una vez que hayamos escogido el
camino recto, no nos desviemos a ningún lado.
En el capítulo 5 de Deuteronomio
encontramos una exposición de los Diez Mandamientos, junto con algunos detalles
históricos que Moisés le recuerda al pueblo de Dios, para estimularles más
eficazmente a la obediencia.
Como conclusión les encarga que
cumplan con toda diligencia, sin
apartarse a diestra ni a siniestra, todo lo que Dios les ha mandado
(Deuteronomio 5:32-33).
Moisés declaró que la existencia
de Israel en la tierra de Canaán depende de la obediencia a las demandas del
pacto (v. 33). En Israel el camino significa
la conducta moral o religiosa de una persona. La persona que obedece a Dios
anda en sus caminos, sin apartarse a la
derecha ni a la izquierda.
La nueva generación israelita,
que se preparaba para entrar en Canaán, tenía que aprender que la obediencia
total a las leyes de Dios era la única base para una vida larga y próspera en
la tierra de la promesa. Este principio bíblico es igualmente válido para
nosotros hoy día.
“Aparta tu pie del mal” (v. 27 b).
El Salmo 1 es un salmo de
instrucción con respecto al bien y al mal, poniendo ante nosotros bendición y
maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad, y
evitemos el que de cierto conduce a la perdición.
En los tres primeros versículos
podemos apreciar que el creyente es bienaventurado cuando no anda en consejos
de malos ni estuvo en camino de pecadores, sino que para hacer el bien se
somete a la dirección de la palabra de Dios. Haciendo esto prosperará en su
caminar diario.
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