¡La
obediencia trae mayores beneficios que la actividad religiosa! Desde tiempos
remotos Dios prometió bendecir a todos aquellos que obedecieran su Palabra. Ya
en el Pacto con los hijos de Israel en el Monte Sinaí les aseguró que a ellos y
a sus hijos les iría bien para siempre, sus familias aumentarían en número y
bienestar, tendrían abundancia de todos los bienes de la vida y tendrían éxito
en todos sus quehaceres, si eran obedientes a los mandamientos que les había
dado.
Un
estilo de vida que vaya de acuerdo con los mandamientos de Dios trae muchos
beneficios a nuestra vida y será un fiel reflejo de obediencia a Dios. Si
tenemos al Señor Jesús dentro de nosotros, Él nos motivará a vivir en
obediencia y sumisión, honrando su Palabra y siguiendo su ejemplo.
El
término obediencia (latín oboedientia) está relacionado con el acto de
obedecer, es decir, respetar, acatar y cumplir la voluntad de la autoridad o de
quien manda. Según Ricardo López Pérez, “la obediencia puede ser entendida como
un tipo de comportamiento realizado con el objeto de responder a órdenes
directas de una autoridad” (López, “Breve ensayo sobre la obediencia”). La
obediencia a Dios supone dar una respuesta afirmativa a los mandatos divinos y
subordinar todo nuestro ser a su voluntad. Obedecer a Dios es una condición
necesaria para alcanzar todas las promesas y bendiciones que Dios tiene
preparadas para los hombres.
En
el texto de Lv 26:1-13, Dios enseña a su pueblo acerca de la importancia de ser
obedientes. Después de haberles entregado a los hijos de Israel una lista de
mandamientos, prepara la escena para que el pueblo pudiera ver los beneficios
de obedecerlo. Debían vivir una vida piadosa, lejos de todo aquello que
desagradaba a Dios. Su manera de vivir debía reflejar la imagen de Dios.
A
este mismo pueblo, que había visto las grandes obras que el Señor había hecho,
Dios le ordena que guarden todos los mandamientos para que sean fortalecidos y
entren a poseer la Tierra Prometida, y para que les fuesen prolongados los días
sobre la tierra (Dt 11:8-12). De igual manera, hoy día, los creyentes que
queremos el poder del Espíritu Santo para testificar y conquistar espiritualmente
nuestra tierra, deberíamos ser constantes y fieles en guardar su Palabra para
alcanzar las bendiciones de Dios.
Otra
promesa muy esperanzadora para los que obedecen a Dios se encuentra en Jos 1:8,
donde Dios le dijo a Josué que meditara, guardara y actuara conforme a todo lo
que estaba escrito en el libro de la Ley, porque entonces haría prosperar su
camino y todo le saldría bien.
Dios
desea que le sirvamos porque lo amamos, no para recibir cosas materiales por
nuestro interés personal, pues esta razón de servirle sería equivocada. No obstante,
Dios bendice a su pueblo materialmente pero también promete prosperidad
espiritual. La bendición de tener una relación personal con Dios no debe
pasarse por alto.
La
humilde, sencilla y concienzuda obediencia a la Palabra de Dios le es más
agradable y aceptable al Señor que todos los holocaustos, sacrificios y
ceremonias. Dios rechazó a Saúl como rey porque éste rechazó la palabra del
Señor (1 S 15:22-23). Confiar en los esfuerzos humanos para complacer a Dios es
un engaño de Satanás. El camino de la obediencia será el que siempre nos lleve
hacia nuestro Dios.