sábado, 19 de junio de 2021

LA OBEDIENCIA TRAE BENDICIÓN.


¡La obediencia trae mayores beneficios que la actividad religiosa! Desde tiempos remotos Dios prometió bendecir a todos aquellos que obedecieran su Palabra. Ya en el Pacto con los hijos de Israel en el Monte Sinaí les aseguró que a ellos y a sus hijos les iría bien para siempre, sus familias aumentarían en número y bienestar, tendrían abundancia de todos los bienes de la vida y tendrían éxito en todos sus quehaceres, si eran obedientes a los mandamientos que les había dado.

Un estilo de vida que vaya de acuerdo con los mandamientos de Dios trae muchos beneficios a nuestra vida y será un fiel reflejo de obediencia a Dios. Si tenemos al Señor Jesús dentro de nosotros, Él nos motivará a vivir en obediencia y sumisión, honrando su Palabra y siguiendo su ejemplo.

El término obediencia (latín oboedientia) está relacionado con el acto de obedecer, es decir, respetar, acatar y cumplir la voluntad de la autoridad o de quien manda. Según Ricardo López Pérez, “la obediencia puede ser entendida como un tipo de comportamiento realizado con el objeto de responder a órdenes directas de una autoridad” (López, “Breve ensayo sobre la obediencia”). La obediencia a Dios supone dar una respuesta afirmativa a los mandatos divinos y subordinar todo nuestro ser a su voluntad. Obedecer a Dios es una condición necesaria para alcanzar todas las promesas y bendiciones que Dios tiene preparadas para los hombres.

En el texto de Lv 26:1-13, Dios enseña a su pueblo acerca de la importancia de ser obedientes. Después de haberles entregado a los hijos de Israel una lista de mandamientos, prepara la escena para que el pueblo pudiera ver los beneficios de obedecerlo. Debían vivir una vida piadosa, lejos de todo aquello que desagradaba a Dios. Su manera de vivir debía reflejar la imagen de Dios.

 Seguidamente, aparece una lista de promesas beneficiosas que Dios hizo a los israelitas, pero las mismas se cumplirían solamente si ellos obedecían a Dios. Podían esperar grandes cosechas que siempre estarían protegidas de toda amenaza, triunfarían como nación y disfrutarían de mucha paz, el pueblo aumentaría en gran número.

A este mismo pueblo, que había visto las grandes obras que el Señor había hecho, Dios le ordena que guarden todos los mandamientos para que sean fortalecidos y entren a poseer la Tierra Prometida, y para que les fuesen prolongados los días sobre la tierra (Dt 11:8-12). De igual manera, hoy día, los creyentes que queremos el poder del Espíritu Santo para testificar y conquistar espiritualmente nuestra tierra, deberíamos ser constantes y fieles en guardar su Palabra para alcanzar las bendiciones de Dios.

Otra promesa muy esperanzadora para los que obedecen a Dios se encuentra en Jos 1:8, donde Dios le dijo a Josué que meditara, guardara y actuara conforme a todo lo que estaba escrito en el libro de la Ley, porque entonces haría prosperar su camino y todo le saldría bien.

Dios desea que le sirvamos porque lo amamos, no para recibir cosas materiales por nuestro interés personal, pues esta razón de servirle sería equivocada. No obstante, Dios bendice a su pueblo materialmente pero también promete prosperidad espiritual. La bendición de tener una relación personal con Dios no debe pasarse por alto.

La humilde, sencilla y concienzuda obediencia a la Palabra de Dios le es más agradable y aceptable al Señor que todos los holocaustos, sacrificios y ceremonias. Dios rechazó a Saúl como rey porque éste rechazó la palabra del Señor (1 S 15:22-23). Confiar en los esfuerzos humanos para complacer a Dios es un engaño de Satanás. El camino de la obediencia será el que siempre nos lleve hacia nuestro Dios.

Obedecer las palabras del Señor y el prestar atención es mejor que cualquier iniciativa personal, por muy buenas intenciones que tengamos. La actividad religiosa en sí misma no tiene valor. No podemos sustituir la obediencia a la Palabra de Dios con la religiosidad formal. El cristiano tiene que llevar a la práctica todo lo que nos enseñan los mandamientos de Dios; rechazarlos sería un acto de desobediencia. Que Dios nos llene de discernimiento piadoso para que sepamos vivir nuestra vida en total obediencia a Él.