viernes, 30 de agosto de 2013

SIGUIENDO A MI PROFETA FAVORITO.

El texto bíblico 1 Reyes 22:1-40 presenta un claro contraste entre la manera verdadera y la manera falsa de ejercer  la misión profética. Se observa que Ben-adad no había cumplido el pacto de Afec, o al menos no había devuelto la ciudad de Ramot de Galaad (1 Reyes 20:34). Desvanecida la amenaza siria mediante la batalla de Qarqar, se disolvió la coalición de los reinos. Acab pensaba recuperar la ciudad hebrea que quedaba en manos de los sirios. Josafat, el buen rey de Judá, lo apoyó en la campaña militar, porque se habían establecido relaciones amistosas entre los dos reinos hebreos.
Siendo un hombre que temía a Dios, Josafat le pidió a Acab que consultara al Señor antes de entrar en batalla. Acab reune a sus 400 profetas y éstos aconsejan al rey que marche contra los sirios, por seguirle la corriente, ya que sabían que le agradaría la predicción (vv. 5,6). Uno de ellos, Sedequías, ejecuta ante los dos reyes una acción simbólica. Se había hecho un par de cuernos de hierro, que representaban el poder y la fuerza de ambos reyes, con los que los sirios habían de ser acorneados. Acab volvería victorioso, como proclamaban unánimes sus profetas (vv. 11, 12).
Estos en realidad eran falsos profetas que lisonjeaban al rey anunciando siempre las cosas que el monarca quería oír. Al igual que Acab, a los creyentes de hoy les gusta escuchar a sus "profetas favoritos" porque los mensajes de éstos solo hablan de triunfos, victorias, prosperidad y cosas positivas, utilizando palabras bonitas y agradables para sus oídos.
Las personas que asisten a la iglesia, tanto líderes como miembros en general, pueden llegar a favorecer las falsas profecías. Aceptan a los falsos profetas y les agradan porque les dicen lo que quieren oír. Por el contrario, dejan a un lado la sana doctrina y se olvidan de la Palabra de Dios como norma de fe y conducta.
También hay que tener en cuenta que cuando los profetas, o cualquier otro ministerio, ceden ante la presión y le dicen a la gente lo que quiere oír, terminan profetizando lo que brota de su propia imaginación (Ezequiel 13:2). El afán por complacer a la gente lleva al profeta, o a cualquier otro líder, a obviar el pecado y dar un consuelo inútil (Lamentaciones 2:14; Zacarías 10:2).
Siguiendo el texto bíblico, vemos que Josafat no se deja engañar por la mímica de Sedequías. Su sentido espiritual le dicta que todo aquello es una falsedad; ya lo suponía desde el principio y, por eso, había preguntado si había algún profeta de Jehová  (v. 7); es decir, alguien de quien se tuvieran garantías que hablaba de parte de Dios y, por tanto, la verdad. Acab admitió que había uno al que no había llamado, porque no le gustaban sus mensajes. Era Micaías. Éste al principio, le contestó con sarcástica cortesía. Le dijo, en otras palabras, lo siguiente: "Puesto que no estás interesado en la verdad, sino en la mentira y quieres ser engañado, te diré exactamente lo que quieres oír". Acab se dio cuenta de la burla del profeta y simuló desear que le dijese la verdad. Más tarde, Micaías le dice lo que realmente va a suceder (v. 7), le habla de la derrota de Israel y de su muerte. Acab rechazó la palabra de Jehová y subió junto con Josafat a Ramot de Galaad.
Y ¿quién tiene la culpa de que a veces nos profeticen lo que no nos gusta? Si obrásemos bien, oiríamos del Cielo mensajes de bendición; pero si no estamos dispuestos a humillarnos, a orar, a buscar el rostro del Señor y a convertirnos de nuestros malos caminos, tendremos que acostumbrarnos a oír mensajes de corrección y disciplina.
Si no aceptamos esto y seguimos empeñados en recibir solo aquello que nos gusta, jamás corregiremos nuestros malos hábitos y daremos lugar a que el enemigo nos engañe, haciéndonos vivir en continua derrota hasta el final de nuestra perdición.
Acab pensaba que podía evitar el peligro despojándose de sus vestiduras reales y disfrazándose como un soldado raso. Pero ningún disfraz ni armadura pudo protegerle de la flecha del juicio divino y así fue muerto en batalla. De esta forma se cumplieron tanto la profecía de Micaías de que Israel quedaría sin pastor, como la de Elías de que los perros lamerían la sangre de Acab (1 Reyes 22:17; 21:19; 22:38). ¡Que nadie piense que puede esconderse del juicio de Dios! 

domingo, 25 de agosto de 2013

EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS.

Ezequiel 37:1-14
 La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos.
Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera.
Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes.
Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová.
Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis.
Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová.
Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.
Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu.
Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.
10 Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo.
11 Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos.
12 Por tanto, profetiza, y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel.
13 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío.
14 Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.

El valle de los huesos secos.
En su sentido literal, el presente texto solamente se refiere a la resurrección política y espiritual de Israel, tal como nos indica el versículo 11, pero también puede aplicarse a la restauración espiritual del pueblo de Dios hoy día; es necesario que la iglesia del Señor pase de un estado de sequedad y "muerte" a un estado de vida santa y poderosa.
Dios ordena a Ezequiel profetizar sobre los huesos, declarando vida sobre esa sequedad. De igual manera, Dios desea que tengamos vida y que la tengamos en abundancia (Juan 10:10); con este propósito envió a su Hijo, pero nosotros, su pueblo, seguimos viviendo en un estado de permanente sequedad.
Entonces, ¿Qué nos da la vida espiritual? La Palabra de Dios y el aliento vital del Espíritu Santo.
La palabra del Señor es la que reúne todos esos huesos muertos, secos, separados y dispersos; y, después de unidos, los hace volver a la vida. Dios nos manda a escudriñar las Escrituras porque en ellas tenemos la vida eterna y ellas dan testimonio de Jesús (Juan 5:39).
Cuando las leemos simplemente por leer, no ocurre nada en nuestras vidas, es como si leemos el último best seller porque nos lo han recomendado. Pero cuando las leemos con el deseo de conocer más a Dios y hacer su voluntad, iremos cobrando vida puesto que la palabra de Señor tiene poder para transformar y para cambiar nuestras vidas porque "... es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12).
¿Por qué muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles y hoy día no podemos hacerlas nosotros? Porque la palabra de Dios cambió sus vidas, los transformó. Vivieron conforme a las enseñanzas que habían recibido del Señor Jesús, dejando a un lado sus deseos personales y el mundo que les rodeaba.
Sobre todas estas cosas, Dios va soplar de los cuatro vientos su Espíritu Santo que nos dará la fuerza y el poder para llevar el mensaje de vida y esperanza. Jesús nos dice: "... El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre" (Juan 14:12).
Una vez que el aliento de vida entró en ellos (v. 10), vivieron, y se pusieron en pie; un ejército grande en extremo. Como pueblo de Dios somos un gran ejército, dejemos que el Señor nos guíe a toda verdad y la Palabra de Dios resucitará a su pueblo.

domingo, 11 de agosto de 2013

SALVOS ... ¿PARA QUÉ?

Efesios 1:3-6
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

Una descripción de las bendiciones divinas.
Uno de los pasajes más significativos y abrumadores de la Biblia es esta exposición de las bendiciones que son nuestras en Jesucristo. Bendiciones que son para despertar gratitud y alabanza en el corazón de los creyentes.
(v. 3) El apóstol Pablo hace hincapié en que estas bendiciones son espirituales más bien que naturales o materiales. Pablo, un hombre sin hijos, sin tierras y sin hogar, conoció muy poco de las bendiciones materiales; pero en lo que respecta a las cosas espirituales sabía que tenía riquezas sin límite. La contemplación de estas bendiciones abrió plenamente las puertas de su corazón a un torrente de alabanzas de gratitud.
Dios provee abundantemente todo lo que nuestra vida espiritual necesita. Él nos ha dado “todo posible beneficio en Cristo”.
Dos expresiones definen la esfera en que Dios bendice a su pueblo. Una es la frase “en los lugares celestiales” que se refiere no a un lugar físico, sino a un reino o esfera de realidad espiritual a la que el creyente ha sido elevado en Cristo. Es decir, la frase no nos habla del cielo en el futuro sino del cielo que está dentro y alrededor del cristiano.
En realidad, los creyentes somos de dos mundos. Temporalmente somos de la tierra; pero espiritualmente, nuestra vida está unida con la vida de Cristo, y somos por tanto, del reino celestial. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” (Filipenses 3:20).
La otra frase que define la esfera de las bendiciones cristianas es “en Cristo”. Dios nos bendijo en Cristo como pueblo suyo, y significa que las bendiciones que experimentamos nos llegan en virtud de nuestra unión con Cristo. Él es la gran fuente de bendiciones, pero únicamente los que tienen una relación viva con Él participan de sus beneficios.
La parábola que mejor ilustra este principio bíblico es la de la vid verdadera (Juan 15:1-17), tal como apreciamos en el v. 4 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
Los pámpanos no pueden llevar fruto por sí mismos. Deben estar unidos al tronco principal de la vid y recibir constantemente la savia que fluye por éste si han de llevar fruto. Cuando descansamos confiadamente en el Señor y vivimos en continua comunión con Él, llegamos a ser pámpanos fructíferos.
(v. 4) Estas bendiciones nos llegan de acuerdo con el propósito eterno de Dios. Él nos bendijo, Él “nos escogió”. Esto significa que Dios ha escogido a los creyentes “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”.
La palabra “santo”, que en este contexto habla de consagración interior, lleva consigo la idea de “separados para Él”. Esto incluye tanto separación del pecado como separación para Dios.
En el momento del nuevo nacimiento, Dios atribuye el creyente la Santidad de Cristo. La santificación es instantánea en cuanto a nuestra posición en Cristo. El pecador corrompido es cambiado en un adorador santo (1 Corintios 6:11).
Más adelante, lo que somos posicionalmente en Cristo, tenemos que experimentarlo de forma progresiva en nuestro andar con el Espíritu. La santificación es un proceso que continúa a lo largo de la vida del creyente. La santificación no es conformarse a un conjunto de normas sino el cambio del carácter paso a paso a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18).
La palabra que se traduce por “sin mancha” se usa algunas veces para referirse a un carácter y a una conducta irreprochables, pero esencialmente es un término sacrificial. Con respecto a los animales destinados al sacrificio, significaba “sin defecto”. En el Nuevo Testamento, se emplea con respecto a Cristo, quien “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios (Hebreos 9:14); con respecto a los creyentes, quienes han de presentarse como “hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa…” (Filipenses 2:15); y con respecto a la Iglesia, que como esposa de Cristo le será presentada un día como “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha…” (Efesios 5:27). En el presente pasaje, Pablo la usa para denotar la vida intachable que Dios quiere que su pueblo viva.
(v. 5) La expresión “habiéndonos predestinado” es traducción de una palabra griega que significa literalmente “habiéndonos señalado con anticipación”. En amor nos escogió Dios para adoptarnos como hijos suyos.
En el mundo antiguo, era la costumbre entre los judíos, romanos y griegos “adoptar” a sus propios hijos como sus herederos legales. La adopción  significa ser herederos y como tal receptores de todos los privilegios de hijos maduros: un cuidado paternal, un nombre, una familia y una herencia.
La razón por la cual Dios nos eligió no se halla en nosotros, sino en su bondad, amor y misericordia.
(v. 6) La finalidad de la elección divina es la “alabanza de la gloria de su gracia”. Así como Israel fue creado con el fin de que viviera para la alabanza de Dios, también quienes han sido escogidos en Cristo deben vivir para la alabanza del esplendor de su gracia.
Isaías 43:21 “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”.
La gracia es el favor inmerecido de Dios y se ha manifestado con gloria en nuestras vidas, y debido a ello debe ser eternamente alabada.
Durante el mensaje de hoy, hemos visto que Dios nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha, para ser adoptados hijos suyos y para alabanza de la gloria de su gracia; ahora es el propósito de Dios que vayamos al mundo a hablarle de todas estas cosas, para esto nos ha elegido el Señor.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” JUAN 15:16
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” MATEO 28:19-20