lunes, 2 de noviembre de 2015

JESÚS VISITA A MARTA Y A MARÍA.

LUCAS 10:38-42
38. Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
Vemos aquí la visita que Jesús hizo a Marta y María, las hermanas de Lázaro.
El relato acerca de las dos hermanas sirve para completar algo que falta en la parábola del buen samaritano. Al leer esta parábola, hay quienes llegan a la conclusión de que la religión verdadera sólo consiste en ministrar a los necesitados. Sin embargo, el episodio que tuvo lugar en la casa de Marta y María nos enseña que servir, sin tener comunión con Cristo, no basta.
Jesús, y Él solo, como se ve claramente en el original, entró en la aldea, mientras los discípulos proseguirían su camino. Marta y María vivían en Betania, sobre la vertiente oriental del Monte de los Olivos, a unos tres kilómetros de Jerusalén.
De las dos hermanas, es Marta quien generalmente toma la iniciativa para extender una cordial bienvenida a Jesús, lo que denota su temperamento activo y extravertido. Jesús amaba a esta familia y parece ser que les visitaba con alguna frecuencia (Juan 11).
39. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
Parece ser que Jesús, tan pronto como entró en casa de Marta, se dedicó a su gran obra de predicar el evangelio. María ya está sentada a los pies del Señor. Los mismos pies que en una ocasión posterior va a ungir (Juan 12:3). María se sentó para oír, lo que indica su interés en prestar atención. Su mente estaba dispuesta y su corazón estaba resuelto para recibir todo cuanto Cristo pronunciara.
Puesto que Cristo está presto para hablar, nosotros debemos estar prestos para oír. Si nos sentamos ahora a los pies de Cristo para oír, también nos sentaremos en el futuro con Él en su trono para reinar.
40. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
Marta se preocupaba con muchos quehaceres y por esta razón no estaba a los pies de Cristo como María.
Observemos aquí dos cosas a tener en cuenta. En primer lugar, algo digno de elogio, que no debe ser pasado por alto, pues indica un gran respeto hacia el Señor Jesús. Marta se preocupaba, no precisamente por ostentación, sino por mostrar, del mejor modo posible, su afecto hacia el Maestro.
En segundo lugar, algo digno de reprensión, porque la preocupación de Marta era excesiva. Tenía tanto interés en que el servicio material al Señor fuese espléndido, que esto le distraía de cosas más importantes.
Tanto trabajo y María sólo se sienta allí … ¡sin hacer nada! Marta explota de enojo. Se siente exasperada. Siente que tiene una justa razón para estar completamente irritada. En su estallido no solamente critica a María sino también a Jesús por permitir que María se siente allí … de ociosa.
La queja de Marta mostraba su exceso de preocupación por las cosas materiales. Marta apelaba a Cristo con el deseo de que también Jesús estuviese de acuerdo con ella y justificase su enfado.
Marta actuó como aquellas personas que dan por hecho que si los demás actúan diferentes a ellas, entonces están equivocados.
Aquí tenemos una de las cosas difíciles de la vida. A menudo queremos ser amables con la gente, pero a nuestra manera. Y si no acertamos, nos damos por ofendidos y nos quejamos de que no se aprecia nuestro esfuerzo.
Si queremos de veras ser amables, lo primero que debemos intentar es comprender a la persona a la que queremos ayudar, y olvidarnos de todo lo que querríamos hacer nosotros.
41. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
La reprensión que Jesús dio a Marta fue por su excesiva preocupación. Jesús, a pesar de ser el huésped de Marta, la reprende porque Él reprende y corrige a todos los que ama (Apocalipsis 3:19). Los hijos de Dios, si hacemos algo impropio, pronto escucharemos su voz de reproche.
A Marta la excesiva preocupación le ocasiona congoja, y la congoja le ocasiona enfado y mal humor. Su actitud no era buena para su salud espiritual. Un poco menos de servicio habría sido mucho mejor para la paz de su alma.
Por desgracia, es un defecto común de todos los que pretendemos servir al Señor el afán desordenado de activismo, tanto con respecto a cosas materiales como a las cosas mismas del Señor. El precio que pagamos por ello es, a veces, muy alto, puesto que dañan nuestra propia salud física y mental, con lo que nos incapacitamos para servir al Señor y a los hermanos como es debido.
42. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Sólo una cosa es necesaria, precisamente lo que María había escogido: sentarse a los pies de Cristo para escuchar su palabra. La comunión con el Señor es lo más importante y necesario para nuestras vidas.
Finalmente, tenemos la aprobación de Cristo a la devoción de María. Jesús elogió a María por su sabiduría al escoger la parte buena, ya que escogió, al escribir en su corazón la palabra de Jesús, un camino mejor de honrar y agradar a Cristo que el escogió Marta proveyendo para el sustento material del Señor.
Marta habría actuado mejor si hubiera preparado una comida sencilla y se hubiera dedicado el resto del tiempo a escuchar a Jesús. En el cristianismo hay un lugar amplio para las buenas obras, pero éstas no son sustituto de la vida de devoción. Se necesita un equilibrio entre la vida activa y la contemplativa.
Apliquemos.
Algunos estudiosos de la Biblia hacen una comparación entre las dos mujeres. Dicen que Marta era enérgica y muy trabajadora, pero carecía de un amor profundo; en cambio, María amaba mucho al Señor, pero de una manera sentimental e indolente. La verdad es que ambas poseían cualidades admirables, amaban profundamente al Señor y deseaban agradarle.
Algunas personas son polvorillas de actividad; otras son naturalmente tranquilas. Y a las activas les cuesta comprender a las contemplativas, y viceversa. No es que la una sea buena y la otra no. Dios no nos ha hecho a todos iguales. Dios necesita sus Martas y sus Marías. Como decía Teresa de Jesús, en el servicio del Señor deben estar juntas Marta y María.
Hermanos, el predicar no es lo que nos mantiene vivos espiritualmente, tampoco el amor práctico que mostramos al necesitado, aunque lo hagamos de todo corazón. Es el estar en la presencia de Dios, el dedicarle tiempo especial a “nuestra relación” con Él lo que nos renueva para seguir adelante.
Es en su presencia donde somos revitalizados, es ahí donde nuestro “yo” recibe el descanso necesario; es en la intimidad con el Señor cuando le conocemos más, y, por lo tanto, aprendemos a amarle más.

  

lunes, 12 de octubre de 2015

EL TRIUNFO DE LA FE.

MARCOS 5:25-34
 25Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre,  26y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor,  27cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto.   28Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.  29Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.  30Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?  31Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?  32Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto.  33Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad.  34Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote.
Este texto bíblico nos narra la historia de una mujer que tocó el manto de Jesús cuando éste iba a casa de Jairo, uno de los principales de la sinagoga, cuya hija estaba agonizando. Qué actitud tan valiente y decidida la de esta mujer que se atrevió a interrumpir al Maestro cuando se dirigía a la casa de aquel hombre para realizar uno de los milagros más notables de su ministerio.
La necesidad de la fe (vv. 25-26).
¡Qué sufrimiento más angustioso y desesperante el que tenía esta pobre mujer! Por doce años, una hemorragia persistente, que podría ser indicación de cáncer o cualquier infección crónica, había estado agotando toda su salud.
Su situación personal era extremadamente difícil, pues a su agotamiento físico se le añadía que la ley consideraba a esta mujer inmunda. Esto la mantenía separada de la adoración. Ni siquiera podía acercarse a los atrios del templo. Además, esto también la separaba de su familia y de sus amigos (Levítico 15:25-27, 31). Pensemos en lo que podría ocurrirle a cualquiera de nosotros si estuviéramos en una situación así.
Cuando esta mujer vino a Jesucristo ya no tenía ninguna esperanza de ayuda humana. Ningún médico fue capaz de ayudarla. Por el contrario, la mujer empeoraba cada día más. Aparentemente no había cura para ella.
¿Cuál debe ser la actitud del creyente cuando está pasando por un caso difícil, fuera del alcance de toda ayuda humana?
Hay distintas situaciones que podrían considerarse que están fuera del alcance de la ayuda humana: enfermedades incurables, depresión severa, serios problemas económicos, preocupación por el futuro.
En casos como éstos, el cristiano debe tener la certeza de que Dios siempre obra para el bien de los que le aman (Romanos 8:28). Dios da paz y cordura a los que confían en su nombre.
Dios puede transformar las circunstancias por completo. No obstante, antes de que empecemos a suponer que Dios hará esto y aquello, asegurémonos de buscar con toda seriedad la voluntad de Dios sobre el asunto. Y es a través de una actitud ferviente de oración y leyendo la palabra de Dios que descubrimos la voluntad de Dios para nuestra vida, aun en medio de situaciones aparentemente desesperadas.
Una vez que la persona haya adquirido esta confianza y seguridad, todo lo que tiene que hacer es permanecer en la fe, creyendo sin dudar que la respuesta de Dios vendrá en cualquier momento. Nuestro Dios puede y quiere ayudarnos.
El ejercicio de la fe (vv. 27-28).
Con demasiada frecuencia la gente va hoy a la iglesia con la misma actitud de muchos que se sientan en las gradas de un estadio para ver algún evento deportivo. Sólo están allí para divertirse o disfrutar con lo que otros hacen, sin intervenir directamente en lo que está ocurriendo.
Para poder acercarse a Jesús, esta mujer tuvo que esforzarse en abrirse paso entre una gran multitud. Pero su necesidad le hizo luchar persistentemente hasta llegar al Señor.
¿Qué necesitamos hacer para acercarnos a Jesús y saber qué es lo que él tiene y quiere para nosotros?
El escritor de la epístola a los Hebreos nos enseña claramente que debemos dejar a un lado las cosas que nos estorban, a fin de que podamos correr la carrera que tenemos por delante (Hebreos 12:1). Para acercarnos a Jesús debemos vencer todos los obstáculos que se nos interpongan y persistir en llegar a la meta que nos hemos propuesto.
Muchos de los que integraban la multitud, como lo señalábamos antes, se parecen a muchos de los que asisten hoy a nuestras iglesias. Se sienten plenamente satisfechos en sí mismos y se conducen de acuerdo con sus propias maneras de pensar. Creen que no tienen ninguna necesidad. La biblia tiene un mensaje para cada uno de nosotros llamándonos a salir del lugar de los espectadores y participar decididamente en la lucha. Debemos estar dispuestos a enfrentarnos a los obstáculos y proseguir decididamente hacia la meta (Filipenses 3:14).
En la búsqueda de esta mujer había algo más que una aferrada determinación de llegar donde estaba Jesús. Ella había escuchado cosas maravillosas acerca del Maestro, por lo tanto llegó a creer con todo su corazón. En verdad había puesto en él toda su esperanza y su fe.
La recompensa de la fe (vv. 29-34).
En el instante en que la mujer tocó la franja de la vestidura de Jesús una poderosa corriente de poder divino recorrió su cuerpo. Fue completamente sanada.
Pero ella no fue la única en darse cuenta de lo que le había sucedido a ella. Jesús lo supo perfectamente también. En cambio todo el gentío que apretaba a Jesús, incluyendo a los discípulos, no sintieron nada, no recibieron nada y estaban totalmente inconscientes de lo que había sucedido.
¿Por qué no pudieron percibir los discípulos lo que estaba ocurriendo y parecían tan insensibles?
Ellos estaban conscientes de la inmensa multitud, pero no de los individuos; mucho menos de las necesidades de los que rodeaban a Jesús. Esto ocurre hoy en las grandes campañas evangelísticas y en las “megaiglesias”.
Más adelante veremos que ellos sentían celos unos de otros. Cada uno ambicionaba a ocupar el lugar más elevado en el reino. Es tan fácil llenarse de ambiciones egoístas en cuanto a posición,  riqueza, reputación, comodidades y relaciones sociales hasta perder el sentido de las profundas necesidades espirituales del alma. O bien puede suceder que esa vital comunión con Dios llegue a perderse a pesar de encontrarse tan ocupado en las cosas externas y en las múltiples actividades de la iglesia.
Qué cosa más trágica es ser solamente parte de la multitud, observar de lejos las bendiciones y los milagros de Dios, pero no sentir la necesidad de un cambio en nuestras propias vidas.
En los evangelios vemos que Jesús sí condenó con expresiones duras y severas a los que se creían autosuficientes y que no buscaban a Dios sino que confiaban en sus propias fuerzas. Pero siempre se mostró compasivo y tierno hacia aquellos que se sentían débiles pero que reconocían su necesidad y acudían a él.                                                                                           
Jesús elogió esta actitud de la mujer. Ahora, por medio de Jesús ella estaba siendo restaurada no sólo a un estado de buena salud física, sino a la intimidad de la familia de Dios.
Tomemos la determinación de buscar al Señor y acercarnos a él, cueste lo que cueste. Si perseveramos seremos vencedores y veremos cómo su gracia inunda nuestros corazones con su bendición espiritual y material.




martes, 21 de julio de 2015

LO QUE PIDE EL SEÑOR DE TI.

El capítulo 6 del libro de Miqueas se dirige particularmente a Israel. Está reinando Manasés en un período de tremenda apostasía, un tiempo en que rey y pueblo practican los ritos paganos.
En los primeros versículos, el profeta reprocha la infidelidad con que el pueblo responde a la bondad de Dios. Les trae Dios a la memoria los grandes favores que le ha hecho en el pasado: la liberación de Egipto y cómo los guió por el desierto hasta alcanzar la tierra prometida.
Cada uno de nosotros, peregrinos desde nuestra conversión hasta nuestra entrada en el cielo, cuando no obedecemos a nuestro Padre celestial, andamos según la carne y nos olvidamos de sus muchos y grandes beneficios, podemos escuchar también su voz que nos dice: “Que te he hecho o en qué te he molestado?”.
Después de esto, el pueblo parece deseoso de obtener el favor de Dios pero no sabe cómo hacerlo. El profeta Miqueas les dice lo que pide Jehová de ellos. Miqueas 6:6-8.
 Estos versículos resumen de manera admirable la predicación moral de los profetas. Miqueas retoma así el concepto de justicia en Amós (Am 5:21-24), los conceptos de fidelidad y misericordia en Oseas (Os 1-3) y los de fe y humildad, en Isaías (Is 2:6-17; 7:8-9).
También podemos ver en otros pasajes de las Escrituras como Dios rechaza aquellos sacrificios que son prácticas puramente exteriores (1 S 15:22-23); en esta ocasión el rey Saúl es rechazado por Dios a causa de su desobediencia, pues le perdonó la vida a Agag, rey de Amalec, y tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová; pero esto no era lo que Dios le había ordenado, sino todo lo contrario.
SOLAMENTE HACER JUSTICIA. Amós 5:21-24.
Amós condena las ceremonias y fiestas religiosas que los israelitas celebraban con tanto celo y ostentación. Todas esas prácticas carecen de valor si aquellos que las realizan se olvidan de lo más importante: la justicia y la honradez en las relaciones con el prójimo (v. 24).
Dios muestra la poca estima en que tiene los servicios religiosos, no por lo que son en sí (pues Él mismo los ordenó) sino porque no se hacían con un corazón recto. Sin “derecho y justicia” tales ceremonias, por muy solemnes que sean, le producen a Dios apatía.
También en la parte final del libro de Isaías (caps. 56-66) insiste de modo especial en la necesidad de practicar la justicia (Is 56:1). Puesto que el regreso del cautiverio está “para venir”, el Señor advierte a su pueblo que viva rectamente y que se traten unos a otros con justicia.
AMAR MISERICORDIA. Oseas 6:6.
Las ceremonias religiosas no pueden sustituir el amor y la fidelidad requeridos por el pacto del Señor con su pueblo. Misericordia (en hebreo hesed) es el amor divino que se extiende a otros cuando se ha experimentado en la propia relación con Dios.
El Señor Jesucristo vino a expresar la misma idea en Mt 5:23-24 “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”.
Oseas, quizás más que ningún profeta, nos revela el amante corazón de Dios. Dios desea bendecir, no castigar a su pueblo. El Señor nos llama a insistir en conocerle mejor para que podamos recibir sus bendiciones. Dios valora nuestra relación con Él más que los servicios que podamos brindarle.
HUMILLARTE ANTE TU DIOS. Isaías 57:15.
Dios tendrá misericordia y vivificará el corazón de los quebrantados. Revive el espíritu de quienes sinceramente le buscan.
Dios nos pide que nos humillemos ante Él; en Santiago 4:10 encontramos que se nos dice: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”
La mayoría de los seres humanos están completamente perdidos en la justificación propia y no están dispuestos a humillarse ante Dios. No están dispuestos a reconocer sus faltas y errores y rendirse a Su voluntad, y esto es soberbia. Pero esto no es algo que se limita al mundo, sino que también puede ser encontrado en la iglesia, donde muchos no aceptan ser pecadores, y la humildad, brilla por su ausencia. Pero debemos siempre tener muy en mente lo que encontramos en Santiago 4:6 cuando leemos: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Hermanos, Dios quiere que su pueblo reconozca sus faltas y se humille ante Su presencia.   
Para concluir. Al inicio el profeta preguntó: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?” Tenemos que presentarnos ante el Señor reconociendo que la religión no agrada a Dios. Dios no busca de nosotros religiosidad, rutinas o rituales, Dios busca que le amemos de todo corazón.
Tenemos que presentarnos ante el Señor reconociendo que Dios se complace cuando hacemos lo bueno en todo momento; Dios se complace cuando demostramos el mismo amor y misericordia que Él nos demostró a nosotros a todos aquellos que nos rodean; y lo más importante de todo, tenemos que presentarnos ante el Señor completamente humillados a Su voluntad reconociendo y arrepintiéndonos de nuestras faltas y errores.


jueves, 9 de julio de 2015

CALEB, UN HOMBRE VALIENTE.

La valentía bíblica se funda en una profunda fe en el poder y la bondad de Dios, acompañada del amor que tiene por los suyos. Reconoce que con el Señor, nada ni nadie nos puede derrotar, y al final siempre saldremos victoriosos.
Esta valentía se manifiesta claramente en la historia de Caleb. Este hombre estuvo dispuesto a enfrentarse a un poderoso enemigo, a pesar de que pertenecía a la escasa minoría que confiaba en las promesas de Dios.
Es por esto que podemos inspirarnos en el carácter de Caleb, quien es descrito como siendo “de un espíritu diferente”. Tenía una perspectiva completamente diferente que la mayoría de la gente de su entorno a pesar del alto precio que podría haber pagado.
Experimentó el fracaso histórico, el peregrinaje por el desierto y la pérdida de toda la generación de sus contemporáneos, quienes no alcanzaron su destino en vida, pero el pudo entrar en la Tierra Prometida y experimentar el cumplimiento de las promesas personales que había recibido de Dios.
La iglesia de hoy necesita nuevos Calebs que no tengan miedo y que estén dispuestos a seguir adelante.
La misión de los espías (Números 13:1-25).
Cuando los israelitas llegaron a las cercanías de la Tierra Prometida, conforme a lo que había prometido, Dios le dijo a Moisés que reuniera a doce líderes. Un representante de cada una de las tribus. Estos hombres explorarían la tierra, y después volverían Moisés, y le presentarían un informe. Uno de ellos era Caleb, de la tribu de Judá (v. 6).
Al comparar Deuteronomio 1:22-23 con el relato de Números, se ve que el envío de los espías tuvo su origen en la petición del pueblo a Moisés. No estaban seguros de que Canaán fuera un país de abundancia como había dicho Dios. Temían la guerra y querían saber si sería posible conquistar Canaán. No confiaban en las reiteradas promesas de Dios de que Él les daría la tierra. Moisés no discernió el motivo verdadero de esa petición y le pareció bien. Jehová les concedió a los israelitas su petición con el fin de manifestar lo que estaba en el corazón del pueblo. Así es a veces, Dios nos permite hacer nuestra voluntad aunque sea para nuestro mal.
El informe de los espías (Números 13:26-33).
Aunque los diez espías admitieron que la tierra fluía leche y miel, se apresuraron a hablar sobre los grandes obstáculos, las ciudades fortificadas y los gigantes. Habían visto lo que habían pensado que verían y lo relataron con creciente pesimismo. De igual manera aumentó el terror de los israelitas al escuchar el informe.
Caleb acalló al pueblo con palabras de ánimo y fe. No negó lo que los diez espías habían dicho pero puso su esperanza en lo que Israel podía hacer con la ayuda de Dios. Para él y Josué no se trataba de Israel contra los gigantes sino de Dios contra los gigantes.
Al examinar la respuesta de los espías queda claramente demostrado un principio: La diferencia entre la valentía y el temor la marca nuestra capacidad de mantener los ojos fijos en las promesas de Dios.
Caleb habla valientemente a favor de Dios (Números 14:1-38).
El temor dominó a los israelitas, gimieron y se quejaron contra sus líderes (vv. 1,2). Expresaron sus quejas y su añoranza de los años de esclavitud que habían vivido en Egipto.
Los israelitas también se quejaron del Señor (v. 3); lo acusaron de haberlos engañado. Pusieron en tela de juicio su sabiduría y su bondad.
Caleb, y también Josué, le suplicó al pueblo que no se rebelara contra Dios (vv. 7-9). Dios estaba dispuesto a hacer lo que había prometido, y era poderoso para cumplir su palabra. Él estaría con ellos, si se volvían a Él.
Caleb creía la Palabra de Dios y estaba dispuesto a hablar valerosamente de su confianza en Él, ante una multitud escéptica movida por el temor. Su actitud es un ejemplo del pueblo de Dios del presente.
Caleb tenía “un espíritu diferente” (v. 24). Se podía ver claramente su consagración total a Dios y su fuerte compromiso con Él. Como consecuencia, él sí tendría el gozo de entrar a la Tierra Prometida para poseerla, junto con los demás israelitas menores de veinte años de edad (vv.29-31).
A veces, nuestra fe debe ir acompañada de una firme valentía, especialmente cuando estamos rodeados de personas que dudan. El capítulo 4 de libro de los Hechos nos narra la valentía de Pedro y Juan defendiendo las enseñanzas de Jesús ante el Sanedrín. Como consecuencia de esto, los creyentes piden confianza y valentía para hablar la Palabra de Dios (vv. 13, 29-31).
Caleb recibe la herencia (Josué 14:6-15).
Unos cuarenta años después de que Caleb enfrentara el informe negativo de quienes habían dudado, Dios cumplió finalmente su promesa. La generación que había menospreciado a Dios murió en el desierto. Caleb se acercó a Josué, quién era ahora el líder del pueblo, y le recordó lo sucedido cuatro décadas antes; haciendo hincapié en que él siguió al Señor con valentía y con un corazón íntegro (vv. 6-9).
Es importante que estemos personalmente convencidos de que Dios es fiel a su carácter y a su Palabra. Debemos saber en quién hemos creído. Esta convicción fue la que sostuvo a Caleb durante toda su vida.
No debemos perder de vista las bendiciones y las promesas que Dios nos ha otorgado a lo largo de los años. Estos recuerdos también pueden dirigir nuestra mente hacia las promesas de Dios, unas promesas a las que nos podemos aferrar en los momentos más difíciles de la vida.
Aún había que conquistar aquellas tierras a quienes las ocupaban. Los anaceos habían edificado ciudades grandes y bien fortificadas. No obstante, la fe de Caleb se mantenía firme. A los ochenta y cinco años de edad, tenía la misma convicción de que el Señor le daría la victoria en cualquier batalla.
Debemos recordar que el tiempo no tiene importancia cuando se trata del cumplimiento de las promesas de Dios. Él no está sujeto al tiempo; Dios es eterno. Muchas veces, sus caminos están más allá de nuestra capacidad de comprensión. Debemos estar dispuestos a confiar en Dios, firmes en la convicción de que Él es bueno y quiere lo mejor para los suyos.
Josué bendijo a Caleb con la ciudad de Hebrón. Aquella tierra se convirtió en la herencia de sus descendientes por generaciones (vv. 13, 14).
Aplicación personal.
Todos enfrentamos retos en nuestra vida. Nuestra manera de reaccionar ante ellos revela la calidad de nuestra fe. Las dudas pueden dar paso al temor, y muchas veces el temor nos hace dudar de Dios y buscar nuestras propias soluciones.
Es importante que reaccionemos como Caleb. Debemos aceptar como ciertas las promesas de Dios, convencidos de que Él hará lo que ha prometido. Esta respuesta nos puede dar el valor que necesitamos para seguir delante.
Un consejo final, el del apóstol Pablo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”  (2 Timoteo 1:7,8).

   

domingo, 5 de julio de 2015

LA UNIDAD EN CRISTO.

Uno de los problemas que han invadido a la iglesia de hoy es la falta de unidad. Muchas veces las personas no llegan a un acuerdo y surgen conflictos, y necesitamos lidiar con ellos.
1ª CORINTIOS 1:10-13
En la primera parte de la epístola a los Corintios, Pablo se refiere a diversas situaciones problemáticas de la iglesia, de las que ha tenido noticia por personas que lo han visitado. En ella se refiere a la formación de grupos alrededor de determinadas personas, lo que crea divisiones. Esto le ofrece la oportunidad de instruir a los creyentes sobre  la unidad cristiana.
Pablo se dirige a los hermanos, no con una dura reprensión sino como alguien que no tiene más argumentos que los del amor, para decirles que están equivocados en cuanto a sus enfrentamientos y deberían vivir unidos en amor fraternal.
Estas divisiones habían quebrado la unidad de la congregación local y habían creado numerosos desacuerdos. El hecho de que haya divisiones en la comunión de la iglesia muestra que algo va mal. Por eso Pablo recomienda con insistencia resolver sus diferencias y restaurar la unidad de la comunión en la iglesia.
“Que habléis todos una misma cosa” (v.10)
¿Deben los creyentes estar de acuerdo en todo? ¿No hay un lugar para opiniones diferentes? La respuesta es: ¡Por supuesto que hay lugar para divergencia de opiniones dentro de la iglesia! Pedir que los creyentes estén de acuerdo en todo sería pedir lo imposible.
Entonces, ¿en qué habían de estar los creyentes perfectamente unidos? El contexto hace que la respuesta aparezca con claridad: las divisiones que había entre ellos eran sobre a quién habían de seguir. Algunos eran seguidores de Pablo, otros de Apolos, otros seguían a Cefas (Pedro) y había todavía otros que se separaban de los anteriores para decir que eran exclusivamente de Cristo. Pablo los reprende a todos diciendo: ¿Acaso está dividido Cristo?
En la diversidad de opiniones puede encontrarse buenas ideas, pero también frustración. Aprendamos a conducir bien las opiniones de los demás.
Los creyentes habían de estar “perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. Esto es, ellos habían de estar perfectamente unidos en su reconocimiento de quién era Cristo. ¡Cuando el creyente hace de Cristo su Señor, no será un seguidor del hombre!
Una de las grandes causas de divisiones entre creyentes son los siervos que edifican la obra de Dios alrededor de sí mismos. Mientras que Pablo en un lugar dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, él meramente puso su vida como un ejemplo, y en ninguna manera buscaba la lealtad de ellos para sí.
Cristo es uno. La unidad en la iglesia es vital. Una iglesia que se despedaza en pleitos, en que los miembros se llevan mal los unos con los otros, divididos y compitiendo los unos con los otros, pasa por alto el llamado de Cristo de que tengamos “un misma mente y un mismo parecer” (v.10).
Exaltar a líderes, denominaciones, doctrinas o experiencias al nivel en que nos hacen “diferentes” de nuestros hermanos en Cristo es actuar en esa simple sabiduría humana que no es otra cosa que locura a los ojos de Dios. Si Dios nos bendice por medio de uno de sus siervos, debemos dirigir nuestra alabanza al Señor, y ser leal a Dios, no al líder, porque en algún momento de su vida se puede equivocar o desviar.
Aun hoy, muchos cristianos tienen la tendencia a fijar mucho su atención en los predicadores, profetas, etc… Es fácil confundir al mensajero con el mensaje. A las personas les atrae el magnetismo personal. Si no tenemos cuidado, podemos caer en la trampa de seguir a un predicador o profeta que nos agrade en vez de seguir Aquel que proveyó nuestra salvación.
1 CORINTIOS 3:8-11
¿Qué se necesita para alcanzar la unidad en la iglesia?
Lo único que se espera que hagamos es que trabajemos unidos mientras desempeñamos la función específica que Dios nos ha asignado de una manera que refleje las prioridades de Dios.


sábado, 20 de junio de 2015

ÁNIMO PARA ENFRENTAR LAS PRUEBAS.

La vida cristiana no es nada fácil. Nuestros deseos, motivaciones y actos como cristianos contradicen con frecuencia nuestra naturaleza humana.
En muchos aspectos nuestra vida terrenal nos prepara para la eternidad. Este proceso de preparación comprende pruebas y evaluaciones.
Durante estos períodos difíciles, los cristianos podemos estar seguros de que estamos bajo el cuidado soberano de Dios. Él nos ha prometido que usará estas pruebas para edificarnos y fortalecernos.
El mensaje de hoy es para animar a la iglesia en los momentos de dificultad.
Santiago 1:1-8  El propósito de Dios en las pruebas.
Esta carta fue escrita por Santiago, hermano de Jesús, que fue el primer pastor de la iglesia en Jerusalén. Les escribía a los creyentes esparcidos por el mundo entero, en algunos casos como consecuencia de la persecución que siguió al martirio de Esteban. Cristianos judíos que habían sido expulsados de sus casas y posesiones, gente que sufre y es calumniada por creer en el nombre de Jesús (Hechos 2 y 8).
Santiago es consciente de las dificultades por las que los creyentes están pasando. Él conoce su tarea como pastor. Ofrece palabras de aliento y ánimo para la iglesia en general. Les dice a los creyentes que  se consideren bendecidos cuando se encuentren  en diversas pruebas en esta vida (v. 1, 2).
Santiago hablaba de los problemas en los que se veían involucrados los creyentes sin haberlos causado ellos. Estos problemas traían consigo invariablemente sufrimiento, angustia y confusión. Entonces, ¿Cómo puede alguien regocijarse sinceramente en esos momentos de dificultad? ¿Cómo es posible que estas cosas sean también fuentes de gozo?
Santiago repite los pensamientos que manifiesta Jesús en la última bienaventuranza (Mt 5:11-12).
Dios tiene un propósito que quiere realizar en nosotros cuando nuestra fe es puesta a prueba. Estas pruebas vienen en modos y formas diversas. Ningún creyente ha recibido garantía de que vivirá una vida pacífica y libre de dificultades. Todos experimentan dificultades, problemas y pesares de un tipo u otro. Nadie puede librarse, porque el hombre no controla las circunstancias que causan las dificultades.
Incluso en muchas ocasiones, el creyente quizá ni siquiera llegue a darse cuenta de que está en medio de una prueba. Es más tarde que comienza a entender por qué Dios lo probó. Cuando sus ojos finalmente se abren, entonces ve la bondad y la gracia de Dios que le llena de gozo y felicidad. Así se pueden considerar las pruebas como causa de sumo gozo, cuando vemos la mano de Dios en todos los ámbitos de nuestra vida.
Recordemos a Job, que triunfó en la fe y recibió las más ricas bendiciones de Dios (Stg 5:11). “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). “Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal 103:8).
Los tiempos difíciles vienen y se van, son etapas de nuestra vida. Las pruebas no tienen por propósito hacernos daño, sino fortalecernos y desarrollar en nosotros un carácter digno de un seguidor de Cristo.
Entre las cualidades específicas que el Señor quiere formar en nosotros se encuentran la perseverancia y la paciencia (vv. 3-4). El mantenimiento de una confianza constante en el Señor hace madurar nuestra fe.
El creyente debe saber que las pruebas no suceden por casualidad. Dios está detrás de toda dificultad y prueba. Él quiere que experimentemos su presencia. Por eso, en toda adversidad que confrontemos, debemos mantener nuestra confianza en nuestro Padre Celestial sabiendo que Él tiene el completo control de cada situación.
Dios nos da exactamente lo que necesitamos: alegrías y penas, dificultades y triunfos. Un proverbio árabe dice: “El sol solo, crea desiertos”. Consideremos como puro gozo cuando nubes oscuras se acumulen sobre nuestras cabezas, porque ellas nos darán lluvias de bendición. Estas lluvias harán que nuestra vida de fe se desarrolle y crezca.
El cristiano confía en que de Dios vendrá ayuda, auxilio, fuerza y consuelo. El sabe que Dios siempre responde a la fe y provee los medios necesarios para superar el período de prueba.
El creyente que posee la virtud de la perseverancia se aferra a Dios con fe, persiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios, y no puede ser alejado de su propósito declarado de servir a Dios.
Mientras perseveramos y maduramos, estaremos pasando a estar perfectos y cabales, al adquirir lo que necesitamos en nuestra vida espiritual. La prueba de la fe debe producir la virtud de la paciencia para que ésta culmine su obra completa.
Así como se le debe permitir a una planta que produce fruto que complete su periodo de crecimiento, del mismo modo se le debe dar a la paciencia todo el tiempo necesario.
No podemos meterle prisa a la paciencia. Necesita tiempo.
No interfieras con el plan de Dios para tu vida. Persevera durante tus dificultades, para que la obra que Dios ha comenzado en ti sea llevada a su culminación. De ese modo oró David en el Salmo 138:8 “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová es para siempre; no desampares la obra de tus manos”.


sábado, 13 de junio de 2015

FE DURANTE TIEMPOS DE ANGUSTIA.

¿Por qué Dios no hace algo en cuanto al mal que hay en el mundo? ¿Por qué permite que continúe? Cuando miramos a nuestro alrededor hoy día, pudiéramos sentirnos tentados  a hacer esas mismas preguntas.
El profeta Habacuc se sentía perplejo con el problema de la maldad en su época. Estaba rodeado de personas que a todas luces violaban la ley de Dios. Además de eso, el ejército babilónico estaba invadiendo Judá. Habacuc quería saber cómo podía Dios permitir que esos impíos castigaran a los israelitas.
El aumento de la maldad y del sufrimiento de los hijos de Dios siguen siendo hoy problemas que nos dejan perplejos. No entendemos por qué no interviene un Dios todopoderoso. Las situaciones difíciles de nuestra vida que no entendemos sirven para probar nuestra fe.
Habacuc 1:1-2
Algunos creen que no debemos nunca preguntarle a Dios bajo ninguna circunstancia, ven eso como falta de fe. Otros preguntan a Dios con enojo cuando pasan por dificultades. Ante todo debemos saber que Dios no rechazará a quienes acudan a Él buscándolo con sinceridad de corazón.
El libro de Habacuc es el diálogo del profeta con Dios. Con una serie de dudas, Habacuc le preguntó a Dios por qué abundaba el mal y la destrucción. El profeta había estado orando durante mucho tiempo y la conducta impía de los israelitas seguía sin cambio alguno. Comenzaba a preguntarse si Dios había oído siquiera su clamor.
Sabemos que Dios es soberano, que nada es imposible para Él. Además, hay muchas promesas en la Biblia que nos animan a orar y a creer que Él responderá. Pero cuando no llega la respuesta tan pronto como la esperamos y de la forma en que la hemos imaginado, podemos desanimarnos.
El aparente silencio de Dios ha hecho que algunos reaccionen con incredulidad. Pero sin que importe cuán perplejos estemos, no podemos permitir que las circunstancias destruyan nuestra fe en Dios. A veces las respuestas de Dios son para nosotros complicadas y difíciles de entender. Pero debemos recordar que Él lo ve todo, mientras que nuestra perspectiva es muy limitada.
Cuando Dios contesta la oración, comprendemos por qué parecía haberse demorado su respuesta.
Habacuc 2:1-4
A veces es necesario esperar pacientemente que Dios conteste nuestras oraciones. Nunca se pierde tiempo esperando a Dios. A menudo es un tiempo de aprendizaje donde Dios pudiera también estar probando nuestra paciencia y nuestra fe. Debemos recordar que Dios está obrando teniendo en cuenta propósitos eternos. Él ve más allá de nuestra vista limitada.
Durante circunstancias difíciles, necesitamos algo más que nuestra sabiduría humana. Necesitamos la sabiduría y la dirección que sólo Dios puede dar. Cuando no podemos ver salida alguna, podemos confiar en Dios y en su soberanía. Debemos recordar que Él lo domina todo y que ha prometido que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, a fin de conformarnos a la imagen de Cristo (Romanos 8:28,29). Aun en tiempos difíciles, debemos vivir por la fe.
Habacuc 3:17-19
Este texto comprende algunas de las declaraciones más profundas de la fe que hay en la Biblia. Habacuc se dio cuenta de que la invasión babilónica que venía arrasaría la nación. Antes de que llegaran los malos tiempos el profeta se propuso no abandonar al Señor sino servirle. Como tenía ese propósito, las dificultades de la vida no pudieron destruir su fe en Dios. A pesar de las adversidades venideras, él se alegraría en el Señor (v. 18).
Habacuc había aprendido el secreto de su fuente de fortaleza. No estaba en sus bienes. Habacuc encontró fortaleza en el Señor. Puede en realidad llegar el día en que las circunstancias de la vida destruyan nuestros bienes materiales. Pero eso no altera el hecho de que Dios sigue en control de la situación. Dios ve nuestro sufrimiento y, como somos de Él, no nos abandonará.
Dios es nuestra fortaleza y puede darnos la capacidad de andar en la fe sin que importen las adversidades que se nos presenten. Como el ciervo que salta confiado y seguro por los montes, podemos sentirnos seguros en nuestra fe y sobreponernos a las dificultades de la vida.


viernes, 30 de enero de 2015

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA JONÁS.

Aunque Jonás no obedeció cuando Dios lo llamó la primera vez (Jonás 1:1-17), Dios le dio otra oportunidad. Con la experiencia anterior Dios quería hacer a Jonás más útil para el ministerio al que le había llamado. Nótese la misericordia de Dios que no solo ha salvado a Jonás de la muerte en el mar, sino que ahora lo restaura a sus funciones proféticas.
La salvación de Dios suele ser así: no nos rescata para luego dejarnos apartados, sino para enviarnos en su servicio. Después de lo ocurrido en su primera experiencia, Jonás creía que Dios no lo utilizaría más. Pero, he aquí que, cuando él se veía descalificado para el ministerio, le llegó una nueva comisión divina: Vino palabra del Señor por segunda vez a Jonás.
Segundo llamamiento de Dios (Jonás 3:1-4).
Así pues, nuestra historia vuelve a empezar. Dios concede a Jonás una nueva oportunidad de cumplir su cometido. Y, sin embargo, ahora no es el mismo Jonás quien responde a la llamada, sino un Jonás más dócil, sabio y entendido en cuanto a la voluntad de Dios y, sobre todo, un Jonás que ha experimentado en su propia carne la misma paciencia y misericordia que Dios va a mostrar a los ninivitas.
Se le ordena a Jonás que se levante y vaya a Nínive con el mismo mensaje, un mensaje de advertencia y destrucción. En el v.3 vemos que Jonás obedece ahora prontamente y a la perfección: No lo dejó para otro día, sino que se levantó y fue… No le atemorizó la magnitud de la tarea: Se adentró en la ciudad y caminó todo un día…
Se portó como un verdadero profeta, sin añadir ni quitar una sola palabra al mensaje que Dios le había encomendado que proclamase. Si nuestra predicación no tiene el efecto que debería tener, es porque no predicamos con autoridad y convicción el mensaje que nos ha encomendado el Señor; además, si lo hiciésemos, no debería preocuparnos el éxito visible de nuestra predicación, pues de esto se encarga Dios.
Mientras caminaba por la ciudad, Jonás anunciaba el juicio. En su misericordia, Dios estaba dándole al pueblo cuarenta días para que se arrepintiera. Dios no dijo cómo iba a destruir la ciudad. Pudo haberlo hecho con medios sobrenaturales como hizo con Sodoma y Gomorra, o pudiera haber usado a un ejército enemigo para invadirla y destruirla. Cualquiera que fuera el método de castigo de Dios, el mensaje era claro y seguro: Su misericordia había llegado a sus límites. Si no se arrepentían los ninivitas, Él los destruiría.
Respuesta de los ninivitas al mensaje de Dios (Jonás 3:5-9).
Después de oír el mensaje de Dios por medio de Jonás, el pueblo de Nínive proclamó un ayuno (v.5). El Espíritu de Dios los convenció de que era cierto tal mensaje y lo aceptaron, dando muestras de arrepentimiento y contrición.  ¡Jamás se vio un éxito semejante en ninguna campaña de evangelización!
Los versículos 6-9 aclaran más por qué toda la ciudad participó en ese ayuno. El rey mismo lo convocó y fue el primero en manifestar humillación y arrepentimiento. Fue ferviente en su búsqueda de Dios. Comprendió que la única oportunidad que tenía de impedir que él y sus súbditos fueran destruidos era clamar la misericordia de Dios. Tal vez Dios los oiría y no mandaría el castigo.
A veces pudiéramos creer que algunos pecadores son demasiado duros para ser evangelizados. La historia de Jonás muestra que Dios puede tocar  el corazón del más endurecido pecador. Estos paganos pecadores creyeron en Dios y se arrepintieron.
Se puede recibir hoy la misericordia de Dios. A menudo el orgullo se interpone en el camino de la salvación de un pecador. Los ninivitas pusieron a un lado su orgullo. Ellos se postraron delante de Él y buscaron su misericordia.
Cuando Dios ve un corazón contrito, Él muestra su misericordia. Eso es consecuente con su carácter. Cuando vio a todos los ninivitas, desde el rey hasta el mendigo, en cilicio y ceniza, Él perdonó sus pecados y se apartó del ardor de su ira (v.9). Eso sigue sucediendo hoy cuando los pecadores creen el evangelio y se arrepienten.
La respuesta de Dios (Jonás 3:10).
El versículo 10 presenta la respuesta de Dios al clamor de misericordia de ese rey y su pueblo: Dios detuvo el castigo. El pueblo de Nínive se apartó de sus caminos perversos y Dios tuvo misericordia de él.
Aquí se aprecia una característica inmutable de Dios: castiga sin piedad y con plena justicia a los que se endurecen ante sus advertencias; pero se deleita en mostrar su misericordia a los que se vuelven de sus malos caminos.
Jonás se resiente de la misericordia del Señor con Nínive (Jonás 4:1-3).
Si este capítulo 4 no lo hubiese escrito un hombre inspirado por Dios, no existiría. ¡Todo parecía que había terminado bien en el capitulo anterior! Pero quedaba lo principal: mostrar que el amor y la salvación de Dios es para todos.
Contra todo pronóstico, Jonás no sólo no está satisfecho del tremendo éxito de su campaña, sino que está sumamente disgustado y muy enojado. ¿Por qué? Temía perder su reputación en su propio país. Pensaba que la salvación era sólo para los israelitas.
El pecado de Jonás consistió ahora en su desacuerdo con la voluntad de Dios acerca de la salvación de los ninivitas. ¡No quería ser un profeta fracasado, proclamando destrucción cuando Dios estaba dispuesto a ofrecer salvación! El corazón humano es siempre igual. Son muchos los que piensan que podrían gobernar el mundo mejor que Dios.
La amable reprensión de Dios y el descontento de Jonás (Jonás 4:4-9).
Dios es todavía paciente con Jonás y le dirige una sola pregunta: “¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (v. 4). Jonás no responde a la pregunta de Dios y se marcha fuera de la ciudad.
Dios, en su misericordia hacia Jonás prepara una calabacera (más probable una árbol de ricino) para darle sombra y aliviar su malestar. ¡Por única vez en todo el libro, Jonás está muy alegre! Pero no sabe que Dios lo está preparando para la gran lección.
Un gusano hiere al ricino y lo seca, sale el sol y le produce una gran insolación a Jonás. Todo esto causa una tremenda pesadumbre a Jonás. A la nueva pregunta del Señor en el v. 9 Jonás responde nuevamente recalcando su enojo y su deseo de morir.
El razonamiento de Dios (Jonás 4:10-11).
Los contrastes son tremendos: Jonás siente un tremendo pesar por secarse un ricino tan pasajero, en el que él no había hecho nada, mientras que Dios tiene misericordia de una gran ciudad con miles de almas perdidas.
Esto nos enseña dos cosas importantes: (A) El gran valor de las almas, por las que murió Jesucristo (1 Co 8:11). ¿Qué hacemos nosotros para que puedan alcanzar la salvación? Y (B) El gran valor del arrepentimiento. El perdón sigue al arrepentimiento, pues Dios es rico en misericordia para todos los que le invocan (Ro 10:12; Ef 2:4).