sábado, 7 de abril de 2012

BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN.

"Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación" (Mateo 5:4).
Esta segunda bienaventuranza parece una paradoja. Vemos a Jesús afirmando que la felicidad llega también a los que lloran. ¿Cómo es posible? ¿Aquéllos que lloran pueden ser felices? Esta es otra extraña bendición.
El Señor no nos indica el motivo de ese llanto que produce bendición y felicidad, pero es probable que primeramente lo que importa aquí es que la persona llore por sus propios pecados, al acudir a Cristo como Salvador. Pablo dice que la tristeza del mundo produce muerte, pero la tristeza que es según Dios produce un arrepentimiento que lleva a la vida (2 Corintios 7:10).
Por consiguiente, el consuelo que Jesús les promete a los que lloran viene primeramente en la forma del perdón por los pecados. Después de sucedido esto, el Señor se manifiesta como el "Dios de toda consolación" a lo largo de la vida (2 Corintios 1:3).
También es santa la tristeza que se lamenta de los pecados ajenos y del estado de perdición en que se halla el mundo, por amor a Dios y al prójimo. Jesús, en su entrada triunfal en Jerusalén, cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella (Juan 19:41-43).
Es santa la tristeza de los que se duelen de las penas y los sufrimientos de los demás. Jesús lloró ante la tumba de Lázaro al ver a su hermana María llorando y a los judíos que la acompañaban; Él se estremeció en espíritu y se conmovió ante aquella triste situación (Juan 11:33-35).
Finalmente, es santa la tristeza que nos viene por las pérdidas, desilusiones, problemas y padecimientos que experimentamos porque tenemos la confianza que si abrimos nuestra alma apenada al Señor, Él nos consuela y nos da paz en esta vida. En el futuro, "enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos" (Apocalipsis 21:4).
El cielo será verdaderamente Cielo para los que caminan hacia él santamente afligidos. Será una cosecha de gozo en retorno de una siembra con lágrimas (Salmos 126:5-6).