jueves, 11 de diciembre de 2014

LA EXPERIENCIA DE JONÁS.

Jonás fue un profeta israelita. Profetizó antes del final del reinado de Jeroboam II que Israel recobraría sus fronteras desde la entrada de Hanat hasta el mar del Arabá.
Realizó un ministerio patriótico y bien aceptado por el pueblo. Parece que era admirado por el rey y sus conciudadanos. No es de extrañar, por tanto, que la orden de parte de Dios de ir a Nínive, capital del imperio asirio que por décadas atemorizaba al pueblo de Israel, fuera impresionante y aterradora para él.
El libro de Jonás data del siglo VIII, alrededor del año 760 a.C. Al contrario de otros profetas menores, fue escrito como la historia de la lucha personal del profeta con Dios por causa de la tarea que el Señor le encomendó. Nos habla de la vida y el carácter de este profeta tan debatido y rechazado.
El llamado de Jonás y su reacción. Jonás 1:1-3
Jonás recibe la orden de ir a Nínive y “pregonar” contra aquella ciudad. Tengamos en cuenta que el mensaje de Jonás no es de salvación, sino de destrucción.
Jonás no obedece la orden de Jehová. En lugar de ir a Nínive, se va en dirección opuesta. No es que pensase que Dios no estaba en todo lugar, pero creía que el “feudo” de Jehová era el país de Israel.
¿Por qué huyó? No precisamente porque Asiria hubiese de ser más tarde azote de Israel, sino porque no veía con buenos ojos el que Dios tuviera la intención de salvar también a los gentiles (4:2).
El profeta había trabajado como portavoz de Dios mientras el mensaje era bueno para su pueblo. Pero no estaba dispuesto a llevar el mensaje a un enemigo que podía perjudicar a su país.
Cada uno de nosotros tenemos un llamado, hemos recibido una orden de Dios. ¿Cómo reaccionaremos? Obedeciendo o poniendo excusas.
Pero recuerda…  nadie puede huir de la presencia de Dios (Salmo 139:7-12).
¿Qué hizo Dios ante la reacción de Jonás? Jonás 1:4-17
Dios no abandonó a su fugitivo. Vino la tempestad…
…aquellos hombres echaron a Jonás al mar y cuando el profeta pensaba que la muerte era el juicio de Dios sobre su desobediencia, Jehová tenía dispuesto un gran pez para que tragara a Jonás (v.17).
A lo largo de todo el relato se pone en evidencia la acción de Dios, que dispone los acontecimientos conforme a sus propósitos. Jonás pretende ser infiel a su misión, pero el Señor, valiéndose de su dominio sobre los fenómenos de la naturaleza, ordena los acontecimientos para que el profeta cumpla la voluntad divina.
Dios en ningún momento abandonó a Jonás, ni le rechazó, aunque sí lo tuvo que poner en su escuela de disciplina para corregirlo con amor y hacerle volver del error a la comunión renovada con Él. Y después que Jonás volvió a Dios, éste le dio una nueva oportunidad.
Oración de Jonás. Capítulo 2.
Para volver a Dios, tuvo que arrepentirse y orar desde el vientre del pez, reconociendo y confesando su estado desesperado, poniendo toda su confianza en el Señor y comprometiéndose a obedecerle.
¿Y nosotros, qué vamos a hacer?
A veces, perdemos de vista la idea de la segunda oportunidad. Tenemos la tendencia de pensar que el pecado y la desobediencia nos hacen incompetentes para el ministerio. Jonás nos muestra cuán completo es el perdón de Dios.
El Señor perdona y restaura. Restaurados a la comunión con Dios, podemos volver a ser útiles y a sentirnos realizados.
Cuando Jehová habló por segunda vez a Jonás, éste fue obediente (3:1-3)