Los primeros capítulos
del libro de Nehemías relatan la historia de la reedificación del muro de
Jerusalén bajo la fuerte oposición de sus enemigos, tanto externos como internos.
De entre todos los
tipos de problemas con los que se encontró por dentro, uno de los más difíciles
de resolver fue que “el escombro era
mucho y no podían reconstruir el muro”.
NEHEMÍAS
4:10 “Y dijo Judá: Las fuerzas de los
acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar
el muro”.
El pueblo se desanimó
por los escombros que tenían que quitar antes de poder edificar. Notemos que
los trabajadores se cansaban y se sentían frustrados por la cantidad de
escombro. Los escombros dificultaban la labor y les impedían encontrar las
piedras válidas para la reconstrucción del muro.
La definición de
escombro es “material de desecho que queda de una obra de albañilería o del
derribo de un edificio”. Para construir de nuevo sobre un solar lleno de
escombros o sobre una obra antigua y derruida, hay que retirar los escombros
primeramente y después limpiar muy bien la zona antes de edificar para que la nueva
construcción quede fuerte y sólida.
¿Qué
sentido tienen los escombros para nosotros?
El problema de “mucho
escombro” complica la obra de Dios hoy en día.
En nuestra vida
personal podemos considerar como escombro todo aquello que puede impedir que
levantemos un muro de santidad alrededor de nosotros. Algunos ejemplos de
escombros pueden ser: no olvidar el pasado, la falta de perdón, orgullo, los
deseos personales, aferrase a lo material, seguir las costumbres y tradiciones
de este mundo; en resumidas cuentas, todo aquello que no da la gloria a Dios y
ocupa un tiempo que le corresponde a Él.
Todos estos escombros
impiden que crezcamos de una forma saludable y fuerte en cuanto a ser
semejantes al carácter de Cristo. Si no retiramos estos escombros antes de
seguir edificando, nunca llegaremos a alcanzar todas las promesas y bendiciones
que Dios tiene preparadas para nosotros.
Quitar los escombros y
limpiar nuestra vida es una decisión que tenemos que tomar personalmente, pero
si hacemos esto, influirá notablemente en el crecimiento de la iglesia porque
si cada uno de los miembros goza de buena salud espiritual también el cuerpo
disfrutará de una vida plena en Cristo.
¿Cómo
debemos quitar los escombros de nuestra vida?
En primer lugar, orando a Dios para que nos haga ver todo
aquello que hay en nuestra vida que nos está impidiendo tener una verdadera
comunión con él. Reconociendo que es necesario y urgente retirar esos escombros
para seguir edificando sobre una buena base, sobre la roca que es Cristo;
dándole una fuerte consistencia a nuestro crecimiento mediante el fruto del
Espíritu (Gálatas 5:22-26).
Un ejemplo muy
ilustrativo sobre este tema es el Salmo 51, una oración de sincero
arrepentimiento donde el rey David pide a Dios que lo purifique y lo renueve
interiormente, para que él, a su vez, pueda dar testimonio de la misericordia
divina y trabajar por la conversión de los pecadores (v. 13).
En segundo lugar, guardando la Palabra de Dios en nuestro
corazones y en nuestras mentes para que podamos vivir una vida de santidad.
Ella limpia nuestro camino, nos guarda de pecar, no deja que nos desviemos de
los mandamientos del Señor y se nos asegura que ella puede darnos victoria
contra el pecado (Salmo 119:9-11).
La Biblia contiene las
leyes fundamentales que rigen la conducta humana. Jamás se ha podido encontrar
sustituto para la Palabra escrita de nuestro Dios. En ella hallamos en un
lenguaje claro y exacto abundantes instrucciones para esposos, padres, hijos y
también sobre el pecado, la moral y la salvación.
En tercer lugar, permaneciendo en Cristo para que
llevemos fruto y si dejamos que Dios nos limpie, llevaremos más fruto. Todo
seguidor de Jesús ha sido llamado a vivir una vida fructífera en lo espiritual.
Esta no es una situación opcional. El creyente tiene que dar fruto, así como
las ramas de la vid tienen que producir uvas por ley natural, como nos enseña
la parábola de la vid verdadera.
Los que permanecen en
Jesús, la vid verdadera, producirán una cosecha abundante. No puede ser de otro
modo. La fuerza de la vid se comunica con los pámpanos y les hace producir
fruto.
Pero el desafío es
grande. Para que los pámpanos produzcan mucho fruto deben ser bien atendidos
por el “labrador” encargado de la viña. Si no se podan las plantas, quitando lo
que no sirve, no puede haber buena cosecha.
Los que anhelen llevar
fruto para la gloria de Dios deben someterse a la disciplina limpiadora del
Señor. Sólo así podrá haber regocijo en el tiempo de la cosecha, la cual sólo
puede proceder de una vida que permanece en Cristo y obedece su Palabra,
entonces todo lo que pidamos Dios lo hará (Juan 15:5-8).
¿Qué
resultados se obtienen al quitar los escombros?
Cuando hayamos quitado
el escombro y nuestra vida haya quedado limpia, podremos edificar un gran muro
protector, lleno de grandísimas bendiciones. Cobraremos ánimo y nuevas fuerzas
para seguir recibiendo, una tras otra, las preciosas promesas del Señor; tal
como sucedió en la vida de los primeros cristianos (Hechos 2:43-47).