“orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18).
¡La
oración es muy importante en la guerra espiritual! Todas las piezas de la
armadura que hemos mencionado en mensajes anteriores resultarían ineficaces
para resistir al enemigo si no fuesen acompañadas de la oración. Para entender
el papel que desempeña la oración en esta lucha, basta con acudir a Éxodo
17:8-16, donde vemos que la gran batalla contra Amalec no se ganó por el número
y la fuerza de los ejércitos de Israel, sino por la intercesión de Moisés en la
cumbre del collado de Refidim.
La
oración, aunque no es una de las piezas de la armadura, si es indispensable
para ganar batallas espirituales porque nos da acceso al poder de Dios que nos
permite vestir dicha armadura. El enemigo va a intentar distraernos,
manteniéndonos ocupados, para que no le dediquemos tiempo a la oración. Él sabe
que el poder de la oración es mucho mayor que su poder.
El
apóstol Pablo hace un llamado a practicar la oración “en todo tiempo”,
es decir, a ser constantes. Todos los asuntos de nuestra vida diaria han de ser
presentados a Dios en oración, mucho más cuando se trata de resistir los
ataques del enemigo. A veces, nos ponemos a orar sólo en los momentos de
grandes dificultades, cuando el mandato divino es perseverad en la oración (Col
4:2), orad sin cesar (1 Ts 5:17).
Cristo
es el mejor ejemplo de oración. Basta con leer los evangelios para comprobar
que Jesús fue un hombre de oración. Él oraba en todo momento. Buscaba tiempo
tranquilo para orar, mientras algunos aún dormían (Lc 6:12); comenzaba el día
levantándose muy temprano para orar (Mr 1:35); oraba con gratitud (Jn 11:41)
pero también lo hacía en los momentos de angustia, después de anunciar su
muerte (Lc 9:28-29).
Nuestras
oraciones deben hacerse continuamente para mantener una relación espiritual
constante con nuestro Padre Celestial. Él tiene “abierto” las 24 horas del día
el Trono de la Gracia para que podamos acercarnos a conversar con Él en
cualquier momento. Tampoco necesitamos un lugar determinado, sino allá donde
nos encontremos en ese mismo instante.
La
batalla contra las huestes de maldad es un asunto diario, por tanto, la oración
del creyente como soldado de Cristo debe ser continua e insistente. Dentro del
contexto de las piezas de la armadura, el soldado debe estar velando día y
noche atento al enemigo, de ahí la importancia de hacerlo con la oración, como
fuente de poder.
Para
Pablo, orar en el Espíritu era vital para una vida cristiana eficaz. Orar en el
Espíritu significa vivir en la presencia misma del Dios a quien hablamos,
seguirle de tal manera que Él se complazca en responder a nuestras oraciones.
Orar en el Espíritu significa estar quebrantado y humillado delante de Dios,
dejando que el Espíritu Santo nos enseñe cómo orar en cada situación. Cuando
enfrentamos batallas y desafíos en los que no sabemos cómo orar, el Espíritu
Santo ora en nuestro lugar, conforme a la voluntad de Dios (Ro 8:26-27).
Finalmente,
en la última parte de este versículo, Pablo menciona la importancia de la
oración intercesora, orando “por todos los santos”. La oración de la
iglesia local debe incluir la intercesión por todos los miembros para que cada
creyente tenga las fuerzas y los recursos necesarios para mantenerse firme en
el combate con las huestes de maldad.
¡Lo
más grandioso que podemos hacer por otro creyente es orar!