lunes, 1 de febrero de 2016

TUS OJOS MIREN LO RECTO.

En el libro de Proverbios, Salomón da instrucciones para adquirir y conservar la sabiduría a fin de dar frutos sabios en nuestro caminar como hijos de Dios.
Las palabras de sabiduría deben ser nuestras normas de conducta; por eso, hemos de inclinar el oído a ellas, escucharlas con sumisión y prestarles atención, sin perderlas de vista.
Así como nuestra vida espiritual comenzó mediante la Palabra (1 Pedro 1:23), así también se ha conservar y mantener por medio de la Palabra.
PROVERBIOS 4:25-27
“Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante” (v. 25).
Este versículo nos exhorta a mirar rectamente. Esta fue la recomendación que hizo Jesús cuando dijo que “la lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22).
Así como una persona tiene unos ojos naturales para iluminar su existencia física y para ponerla en contacto con su ambiente terrenal, así tiene un ojo espiritual (la mente o el corazón) para iluminar su vida interior para guiarle moral y espiritualmente.
Si el ojo del corazón es bueno, sencillo y sincero será un ojo luminoso, dirigido hacia Dios, hacia la santidad y el amor, y dirigirá los pasos de nuestra conducta por el camino recto.
Este versículo también nos desafía a concentrar nuestra atención en lo correcto, en los valores bíblicos que nos enseña la palabra de Dios (Filipenses 4:8). En esto pensad, es decir, poned toda vuestra atención en esto.
En el Salmo 119:37 el salmista pide que Dios le aparte los ojos de mirar vanidades, es decir, cosas que no tienen valor real si se las compara con las cosas de Dios, y que le avive en el camino de Dios, es decir, que le fortalezca y le afiance para vencer las tentaciones que presentan dichas vanidades.
Pero lo más importante para dirigirnos hacia lo que tenemos por delante es tener los ojos fijos en Jesús (Hebreos 12:2), a quien  el autor sagrado describe como autor y consumador de la fe.
Es Jesús el que inicia y abre el camino de nuestra firme confianza en Dios y el que lleva a la consumación esta misma confianza, dándonos, con su ejemplo la garantía de la victoria final. Por eso exhorta el apóstol Pedro a seguir de cerca sus pisadas (1 Pedro 2:21).

“Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos” (v. 26).
Tenemos que vigilar nuestro caminar. Sopesar bien las alternativas para no vagar sin rumbo, sino poder pisar firme y fuerte.
Pongamos en un platillo de la balanza la palabra de Dios, y en el otro lo que hemos hecho o vamos a hacer, y miremos a ver si coinciden; no obres con precipitación.
En Hebreos 12:12-14 el autor sagrado incita a sus lectores a que reformen su conducta.
El v. 12 exhorta a sacudir la pereza y emprender la acción. Las manos caídas y las rodillas paralizadas son la expresión de un espíritu perezoso y deprimido. Es el desaliento frecuente en los cristianos carnales; no tienen ánimos porque carecen del necesario amor al Señor y a las almas débiles por quienes también el Señor murió (1 Corintios 8:11). Los miembros se atrofian y paralizan por falta de ejercicio, pero el amor hace que la fe actúe (Gálatas 5:6).
El v. 13 alude al camino que cada uno emprende. Es menester que la senda sea recta, derecha, para evitar tropiezos a sí mismo y a los demás. El tropiezo del cojo, del hermano débil, puede ser fatal: puede provocar otro mal mayor, una dislocación que le impida seguir el camino.
El v. 14 insiste en que con el trato afectuoso y apacible a todos los miembros de la iglesia, aun los débiles, perezosos, inmaduros y carnales, llegarán algún día a animarse, a avanzar codo con codo. Dentro de una atmósfera de amor comunitario es más fácil la santificación, es decir, la separación de lo pecaminoso, sin la cual no es posible gozar del favor y del trato íntimo de Dios.

“No te desvíes a la derecha ni a la izquierda” (v. 27 a).
Una vez que hayamos escogido el camino recto, no nos desviemos a ningún lado.
En el capítulo 5 de Deuteronomio encontramos una exposición de los Diez Mandamientos, junto con algunos detalles históricos que Moisés le recuerda al pueblo de Dios, para estimularles más eficazmente a la obediencia.
Como conclusión les encarga que cumplan con toda diligencia, sin apartarse a diestra ni a siniestra, todo lo que Dios les ha mandado (Deuteronomio 5:32-33).
Moisés declaró que la existencia de Israel en la tierra de Canaán depende de la obediencia a las demandas del pacto (v. 33). En Israel el camino significa la conducta moral o religiosa de una persona. La persona que obedece a Dios anda en sus caminos, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda.
La nueva generación israelita, que se preparaba para entrar en Canaán, tenía que aprender que la obediencia total a las leyes de Dios era la única base para una vida larga y próspera en la tierra de la promesa. Este principio bíblico es igualmente válido para nosotros hoy día.

“Aparta tu pie del mal” (v. 27 b).
El Salmo 1 es un salmo de instrucción con respecto al bien y al mal, poniendo ante nosotros bendición y maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad, y evitemos el que de cierto conduce a la perdición.

En los tres primeros versículos podemos apreciar que el creyente es bienaventurado cuando no anda en consejos de malos ni estuvo en camino de pecadores, sino que para hacer el bien se somete a la dirección de la palabra de Dios. Haciendo esto prosperará en su caminar diario.