En el libro de Proverbios,
Salomón da instrucciones para adquirir y conservar la sabiduría a fin de dar
frutos sabios en nuestro caminar como hijos de Dios.
Las palabras de sabiduría deben
ser nuestras normas de conducta; por eso, hemos de inclinar el oído a ellas,
escucharlas con sumisión y prestarles atención, sin perderlas de vista.
Así como nuestra vida espiritual
comenzó mediante la Palabra (1 Pedro 1:23), así también se ha conservar y
mantener por medio de la Palabra.
PROVERBIOS 4:25-27
“Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes
delante” (v. 25).
Este versículo nos exhorta a
mirar rectamente. Esta fue la recomendación que hizo Jesús cuando dijo que “la
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo
estará lleno de luz” (Mateo 6:22).
Así como una persona tiene unos
ojos naturales para iluminar su existencia física y para ponerla en contacto
con su ambiente terrenal, así tiene un ojo espiritual (la mente o el corazón)
para iluminar su vida interior para guiarle moral y espiritualmente.
Si el ojo del corazón es bueno,
sencillo y sincero será un ojo luminoso, dirigido hacia Dios, hacia la santidad
y el amor, y dirigirá los pasos de nuestra conducta por el camino recto.
Este versículo también nos desafía
a concentrar nuestra atención en lo correcto, en los valores bíblicos que nos
enseña la palabra de Dios (Filipenses 4:8). En esto pensad, es decir, poned
toda vuestra atención en esto.
En el Salmo 119:37 el salmista
pide que Dios le aparte los ojos de mirar
vanidades, es decir, cosas que no tienen valor real si se las compara con
las cosas de Dios, y que le avive en el
camino de Dios, es decir, que le fortalezca y le afiance para vencer las
tentaciones que presentan dichas vanidades.
Pero lo más importante para
dirigirnos hacia lo que tenemos por delante es tener los ojos fijos en Jesús
(Hebreos 12:2), a quien el autor sagrado
describe como autor y consumador de la fe.
Es Jesús el que inicia y abre el
camino de nuestra firme confianza en Dios y el que lleva a la consumación esta
misma confianza, dándonos, con su ejemplo la garantía de la victoria final. Por
eso exhorta el apóstol Pedro a seguir de
cerca sus pisadas (1 Pedro 2:21).
“Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos” (v.
26).
Tenemos que vigilar nuestro
caminar. Sopesar bien las alternativas para no vagar sin rumbo, sino poder
pisar firme y fuerte.
Pongamos en un platillo de la
balanza la palabra de Dios, y en el otro lo que hemos hecho o vamos a hacer, y
miremos a ver si coinciden; no obres con precipitación.
En Hebreos 12:12-14 el autor
sagrado incita a sus lectores a que reformen su conducta.
El v. 12 exhorta a sacudir la
pereza y emprender la acción. Las manos
caídas y las rodillas paralizadas son la expresión de un espíritu perezoso
y deprimido. Es el desaliento frecuente en los cristianos carnales; no tienen
ánimos porque carecen del necesario amor al Señor y a las almas débiles por
quienes también el Señor murió (1 Corintios 8:11). Los miembros se atrofian y
paralizan por falta de ejercicio, pero el amor hace que la fe actúe (Gálatas
5:6).
El v. 13 alude al camino que cada
uno emprende. Es menester que la senda sea recta, derecha, para evitar tropiezos a sí mismo y a los demás. El
tropiezo del cojo, del hermano débil, puede ser fatal: puede provocar otro mal
mayor, una dislocación que le impida seguir el camino.
El v. 14 insiste en que con el
trato afectuoso y apacible a todos los miembros de la iglesia, aun los débiles,
perezosos, inmaduros y carnales, llegarán algún día a animarse, a avanzar codo
con codo. Dentro de una atmósfera de amor comunitario es más fácil la santificación, es decir, la separación
de lo pecaminoso, sin la cual no es posible gozar del favor y del trato íntimo
de Dios.
“No te desvíes a la derecha ni a la izquierda” (v. 27 a).
Una vez que hayamos escogido el
camino recto, no nos desviemos a ningún lado.
En el capítulo 5 de Deuteronomio
encontramos una exposición de los Diez Mandamientos, junto con algunos detalles
históricos que Moisés le recuerda al pueblo de Dios, para estimularles más
eficazmente a la obediencia.
Como conclusión les encarga que
cumplan con toda diligencia, sin
apartarse a diestra ni a siniestra, todo lo que Dios les ha mandado
(Deuteronomio 5:32-33).
Moisés declaró que la existencia
de Israel en la tierra de Canaán depende de la obediencia a las demandas del
pacto (v. 33). En Israel el camino significa
la conducta moral o religiosa de una persona. La persona que obedece a Dios
anda en sus caminos, sin apartarse a la
derecha ni a la izquierda.
La nueva generación israelita,
que se preparaba para entrar en Canaán, tenía que aprender que la obediencia
total a las leyes de Dios era la única base para una vida larga y próspera en
la tierra de la promesa. Este principio bíblico es igualmente válido para
nosotros hoy día.
“Aparta tu pie del mal” (v. 27 b).
El Salmo 1 es un salmo de
instrucción con respecto al bien y al mal, poniendo ante nosotros bendición y
maldición, a fin de que tomemos el camino recto que lleva a la felicidad, y
evitemos el que de cierto conduce a la perdición.
En los tres primeros versículos
podemos apreciar que el creyente es bienaventurado cuando no anda en consejos
de malos ni estuvo en camino de pecadores, sino que para hacer el bien se
somete a la dirección de la palabra de Dios. Haciendo esto prosperará en su
caminar diario.