El amor es algo más que una característica de Dios; es su
misma personalidad. Juan escribió: “Amados,
amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido
de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor” (1 Juan 4:7-8).
De este modo se habla del amor y se lo considera en numerosos
textos de la Palabra de Dios. Pero en ninguna otra parte de ella el amor
alcanza una posición tan elevada como en este capítulo.
El amor es la más bella manifestación del carácter divino.
Por consiguiente, la más sencilla y profunda descripción del carácter cristiano
es también el amor.
Es doloroso ver qué en muchas iglesias, como sucedió en la
antigua Corinto, el amor no caracteriza a la membresía o al ministerio. El amor
se echaba de menos en Corinto. Los dones espirituales estaban presentes (1:7);
la doctrina correcta también se hallaba presente en su mayor parte (11:2); pero
el amor estaba ausente.
Parece ser que a lo largo de la historia la iglesia ha
encontrado difícil el ser amorosa. Es más fácil ser ortodoxo que ser amoroso, y
también es más fácil ser activo en la obra de la iglesia que ser amoroso.
El capítulo trece de 1 Corintios puede ser, desde el punto de
vista literario, el mejor y más bello pasaje que Pablo escribió. Es una ráfaga
de aire fresco, como un oasis en un desierto de problemas. Es una nota positiva
en medio de una reprensión y corrección del mal entendimiento, malas actitudes,
mal comportamiento y el mal uso de las ordenanzas y dones de Dios.
Sin embargo esta joya no la podemos valorar debidamente
separada de su montura. Su mensaje es una parte integral de lo que Pablo dice
antes y después de ello. El capítulo 12 nos habla de la entrega, de la
recepción y de la interrelación de los dones espirituales. El capítulo 14 nos
presenta el ejercicio apropiado de los dones, especialmente el de lenguas. En
este capítulo intermedio vemos la actitud y atmósfera correctas, el motivo y el
poder apropiados, el “camino aun más excelente” (12:31), en el que Dios ha
planificado que funcionen todos los dones.
Versículos 1-3.
De inmediato Pablo deja sentada la supremacía del amor. El
amor es supremo, y está por encima de las “lenguas” y la palabra. No hay lengua
ni en el cielo ni en la tierra que pueda compararse con el amor. Así, el arte
de la oratoria, que se valoraba altamente en Corinto, recibe la ubicación que
le corresponde.
Una persona puede poseer el don y la habilidad de hablar y
predicar a Cristo en todas las lenguas del mundo, pero si no tiene amor, solo
viene a ser como un ruido que suena y retiñe. Su discurso nada es.
Una persona puede poseer el don espiritual de lenguas, es
decir, hablar en lenguas celestiales de ángeles; pero si no tiene amor, solo
viene a ser un ruido que suena y retiñe. Sus lenguas celestiales y angélicas
nada son.
Una persona puede tener el don de hablar bajo la inspiración
del Espíritu de Dios, prediciendo el futuro y proclamando la verdad de la
Palabra de Dios. Puede tener todo el carisma, la talla y la elocuencia del
mundo; pero si no tiene amor, nada es.
Una persona puede tener el don de entender “todos los
misterios y toda ciencia” pero si no tiene amor nada sería.
Una persona podría poseer el don de la fe para hacer grandes
cosas; pero si no posee amor, nada sería.
El amor se enseñorea también sobre la gran generosidad en
cuanto a los bienes materiales y el servicio personal. Dar sin amor de nada
sirve. Aunque repartiéramos todos nuestros bienes para dar de comer a los
pobres e incluso si entregáramos nuestro cuerpo para ser quemado, si no tengo
amor, de nada me sirve.
Los hombres del siglo I, igual que en el día de hoy,
comúnmente consideraban que había gran mérito en las obras de caridad y en el
sufrimiento. El acto de dar puede ser movido por el orgullo o el deseo de
figurar y si no media el amor como impulsor no habría ganancia alguna.
Versículos 4-7.
El amor ocupa un lugar supremo en cuanto a su posición, y es
práctico en cuanto a su demostración. El amor ostenta una gran paciencia hacia
el mal, y despliega una bondadosa actividad ante el bien.
·
Es
“sufrido” (Efesios 4:1-3). Tiene una capacidad infinita para soportar ejercitar
paciencia para con la gente.
·
Es
“benigno” (Lucas 6:27-28). Ofrece bondad hacia los que lo tratan mal. Se
entrega a si mismo al servicio a los demás.
·
“No
tiene envidia” (Santiago 3:14-16). Esto incluye los celos. No despierta
sentimientos mezquinos para con los que, por ejemplo, hacen las mismas cosas,
sólo que mejor. El amor no expresa desagrado ante el éxito de los demás.
·
“No
es jactancioso” (Santiago 4:16). La raíz de esta palabra hace referencia a la
presunción y al orgullo. El amor no presume ni busca reconocimiento ni el
elogio de otros.
·
“No
se envanece” (Proverbios 22:4). La humildad es uno de los ingredientes del
amor. El amor no piensa ni actúa como si uno fuera mejor que otros.
Al amor le interesa la posibilidad de darse antes que la de
hacerse respetar o imponer.
·
“No
hace nada indebido” (1 Pedro 3:10-12). Esto lleva en sí la idea de todo aquello
que sea vergonzoso, deshonesto o indiscreto. El amor no hace nada para
avergonzarse.
·
“No
busca lo suyo” (1 Corintios 10:33). Esta consideración ocupa un lugar central
en el análisis de Pablo. El amor es enteramente desprendido. No es egoísta; no
insiste en sus propios derechos.
·
“No
se irrita” (Santiago 1:3-4). La traducción inglesa de Phillips dice que “no es
enojadizo”. No se llena de ira con facilidad; no se ofende rápidamente; no es
“imposible”.
·
“No
guarda rencor” (Proverbios 10:12). No le imputa ningún mal a nadie, ni le echa
en cara nada a nadie. No guarda resentimientos.
·
El
amor “no se goza de la injusticia” (Mateo 7:3) mas “se goza de la verdad”
(Romanos 14:17). No encuentra placer en la injusticia y el pecado de otros. Se
regocija cuando la verdad encuentra fundamento y cimiento en una persona.
·
“Todo
lo sufre” (Colosenses 3:13). Soporta sin dar a conocer al mundo lo que le
cuesta y sin quejarse. No hace alarde. Soporta el peso y ataque de todas las
cosas y no siente placer en desenmascarar el error y la debilidad de otros.
·
“Todo
lo cree” (Efesios 4:32). El amor ve y entiende las circunstancias y acepta y
perdona, y cree lo mejor de una persona.
·
“Todo
lo espera” (Romanos 15:4). Si alguien no obra como debe, entonces el amor
espera y ora para que haya mejora. Siempre espera lo mejor y el triunfo final
del bien; no importa cómo haya caído, ni cuán difícil parezca la victoria.
·
“Todo
lo soporta” (2 Tesalonicenses 1:4). Esto comprende la constancia, incluso en
circunstancias difíciles. La fortaleza y la capacidad para soportar en la lucha
se pone en evidencia. Está presente un espíritu paciente y amoroso.
Versículos 8-13.
El amor perdurará para siempre. Se lo compara con la
profecía, las lenguas y la ciencia o conocimiento. Todas son en cierto sentido
“temporales”. Cesarán o dejarán de ser en vista de la perfección total. El
conocimiento de las cosas terrenas, adquirido penosamente, se desvanecerá a la
luz del sobrepujante conocimiento de Dios. Ese día, que todavía no se ha
presentado, se acerca velozmente.
A modo de explicación, Pablo utiliza la ilustración del niño
que se hace hombre (versículo 11). “Dejar” es la indicación de la resolución de
Pablo de no dejarse gobernar por actitudes inmaduras. Pablo dejó las cosas que
eran de niño con decisión y de forma definitiva.
También se vale de la ilustración del reflejo en el espejo
(versículo 12). Los espejos constituían una especialidad en Corinto; pero los
fabricaban con latón pulido, de manera que la imagen resultaba difusa. El
vidrio azogado no se descubrió hasta el siglo XIII.
Este amor se yergue por encima de la fe y la esperanza, aun
cuando ambas cosas son esenciales en el plan y la obra de la salvación. Estos
tres elementos aparecen ligados con frecuencia en el Nuevo Testamento (Romanos
5: 2-5; Gálatas 5:5ss; Colosenses 1:4ss) siendo todos de gran mérito.
Pero el amor sobrepasa a sus compañeros, puesto que refleja
el carácter de Dios. En el amor reside el disfrute de los esfuerzos de la fe, y
las expectativas de la esperanza. Al ir creciendo en Dios vemos y comprendemos
más de Él en el amor.
La necesidad del amor persiste en el día de hoy. El corazón
necesita amor, y el creyente debe procurar que todo pensamiento, acción y
actitud sea gobernado y motivado por él, o sea, por lo más grande que pueda
existir en cualquier vida.