domingo, 8 de agosto de 2021

PREPARADOS PARA LA BATALLA ESPIRITUAL.

Es una gran equivocación pensar que a partir del gozoso momento de nuestra conversión cesan todas nuestras dificultades y luchas. En realidad, ocurre todo lo contrario, comenzamos una tremenda lucha que durará toda la vida.

La carta que escribió el apóstol Pablo a los Efesios se divide en dos secciones principales: Los fundamentos teológicos (capítulos 1 al 3) y la aplicación práctica (capítulos 4 al 6). En la segunda sección, Pablo advierte que estamos en una guerra espiritual y debemos ponernos toda la armadura de Dios para ganar la batalla.

Efesios 6:11-12 dice: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

Esta exhortación va dirigida a los cristianos para que se mantengan en guardia contra los poderes espirituales de maldad. El cristiano debe revestirse de la armadura de Dios para hacerse fuerte y permanecer firme ante los ataques del enemigo. Al hablar de la armadura nos referimos a la totalidad de las piezas y las armas que componen esta vestimenta bélica. No se trata de vestirse de algunas armas, sino de todas ellas, puesto que cada una es necesaria para una buena defensa.

La vida cristiana de aquel que es fiel y obediente a los mandamientos de Dios no es fácil, es una continua batalla, porque cuando el Señor empieza a bendecir, Satanás empieza a atacar. Si de algo podemos estar seguros es que el diablo hará todo lo posible para que nosotros no podamos servir al Señor de una forma efectiva. A medida que crecemos en obediencia a Dios, la oposición será más fuerte.

Nuestro adversario el diablo siempre va a intentar devorarnos mediante la tentación (1 Pedro 5:8). Los ejércitos del enemigo contra el que luchamos son fuertes y poderosos; no podemos enfrentarnos a él con nuestras propias fuerzas. Por tanto, el creyente debe revestirse de la armadura de Dios y mantenerse preparado en todo tiempo. Para ello, Dios planeó desde el principio vencer al enemigo, y lo hizo por medio de la muerte de Jesús en la cruz (Génesis 3:15; Colosenses 2:15).

Ponernos la armadura implica creer y actuar de acuerdo con la Palabra de Dios. Cuando hacemos ambas cosas, estamos equipados y preparados para la guerra espiritual. Para enfrentar al enemigo, es esencial creer las cosas correctas. Las creencias correctas deben llevar acciones correctas y esas acciones correctas derrotan al enemigo.

 

Lo que creemos es importante en la guerra espiritual

Leamos la historia de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) para ver cómo influye en la guerra espiritual las creencias que tenemos. Ellos actuaron de forma engañosa al entregar a los apóstoles el dinero de la venta de una heredad, pretendiendo hacer creer a todos que aquello era el importe total de lo que habían percibido, sin mencionar lo que habían sustraído.

Posiblemente los dos buscaban el agrado de los creyentes de la iglesia por su generosidad; sin embargo, lo que demostraron fue el orgullo humano y la falta de espiritualidad al mentir al Espíritu Santo, considerando la riqueza más importante que la verdad y la santidad. Actuaron basados en creencias erróneas.

Por otro lado, leamos sobre Pedro y Juan en Hechos 4:13-22. En este caso, los dos apóstoles creyeron que obedecer al Padre era más importante que cualquier amenaza del enemigo, arriesgaron sus vidas por seguir predicando acerca de la muerte y la resurrección de Jesús. Las creencias correctas los llevaron a actuar correctamente.

En los tres primeros capítulos de Efesios, Pablo presenta los fundamentos teológicos de nuestra guerra espiritual. Si creemos estas verdades (que Cristo nos ha elegido, sellado y dado acceso al Padre), también debemos creer que en Cristo podemos ganar batallas espirituales.

La cruz es la base de la victoria de Cristo. Allí venció a todos sus enemigos y se sentó para siempre a la diestra del Padre (Colosenses 2:15). Para el mundo la cruz siempre será símbolo de oprobio, pero para los creyentes será la fuente de dónde manan todas las bendiciones espirituales.

 

Lo que practicamos también es importante para la guerra espiritual

En los últimos tres capítulos de Efesios, Pablo describe una vida caracterizada por la unidad de la iglesia, la santidad personal y las relaciones gobernadas por Cristo en nuestro hogar y en nuestro lugar de trabajo. Pablo dice que lo que creemos debe cambiar nuestra forma de vivir, debe afectar todas las áreas de nuestra vida.

Alcanzar cualquiera de estas metas nunca va a ser fácil, porque el enemigo siempre nos atacará e intentará destruirnos. Procurará que caigamos en pecado, que no tengamos buenas relaciones con nuestros compañeros de trabajo, que nuestras relaciones familiares sean tensas y que haya divisiones en la iglesia.

Ponerse la armadura no es fácil, pero tampoco imposible. Eso sí, requiere mucha disciplina y esfuerzo. Para vestirnos correctamente de toda la armadura de Dios necesitamos conocer cada una de sus piezas, conocimiento que se adquiere mediante la lectura diaria de su Palabra. También requiere ser constantes en la oración y en la comunión con Dios, alabando al Señor en todo momento, porque tales cosas nos dan acceso al poder de Dios y son indispensables para ganar las batallas espirituales (Efesios 6:18-20).

Así que, la única forma de contrarrestar los ataques del enemigo es vivir una vida de santidad y obediencia a Cristo, y por eso, lo que hacemos es importante en la guerra espiritual. Revestirnos de la armadura de Dios tiene que ver con la obediencia. Solo los guerreros obedientes están equipados para ser utilizados en la batalla espiritual.