sábado, 20 de junio de 2015

ÁNIMO PARA ENFRENTAR LAS PRUEBAS.

La vida cristiana no es nada fácil. Nuestros deseos, motivaciones y actos como cristianos contradicen con frecuencia nuestra naturaleza humana.
En muchos aspectos nuestra vida terrenal nos prepara para la eternidad. Este proceso de preparación comprende pruebas y evaluaciones.
Durante estos períodos difíciles, los cristianos podemos estar seguros de que estamos bajo el cuidado soberano de Dios. Él nos ha prometido que usará estas pruebas para edificarnos y fortalecernos.
El mensaje de hoy es para animar a la iglesia en los momentos de dificultad.
Santiago 1:1-8  El propósito de Dios en las pruebas.
Esta carta fue escrita por Santiago, hermano de Jesús, que fue el primer pastor de la iglesia en Jerusalén. Les escribía a los creyentes esparcidos por el mundo entero, en algunos casos como consecuencia de la persecución que siguió al martirio de Esteban. Cristianos judíos que habían sido expulsados de sus casas y posesiones, gente que sufre y es calumniada por creer en el nombre de Jesús (Hechos 2 y 8).
Santiago es consciente de las dificultades por las que los creyentes están pasando. Él conoce su tarea como pastor. Ofrece palabras de aliento y ánimo para la iglesia en general. Les dice a los creyentes que  se consideren bendecidos cuando se encuentren  en diversas pruebas en esta vida (v. 1, 2).
Santiago hablaba de los problemas en los que se veían involucrados los creyentes sin haberlos causado ellos. Estos problemas traían consigo invariablemente sufrimiento, angustia y confusión. Entonces, ¿Cómo puede alguien regocijarse sinceramente en esos momentos de dificultad? ¿Cómo es posible que estas cosas sean también fuentes de gozo?
Santiago repite los pensamientos que manifiesta Jesús en la última bienaventuranza (Mt 5:11-12).
Dios tiene un propósito que quiere realizar en nosotros cuando nuestra fe es puesta a prueba. Estas pruebas vienen en modos y formas diversas. Ningún creyente ha recibido garantía de que vivirá una vida pacífica y libre de dificultades. Todos experimentan dificultades, problemas y pesares de un tipo u otro. Nadie puede librarse, porque el hombre no controla las circunstancias que causan las dificultades.
Incluso en muchas ocasiones, el creyente quizá ni siquiera llegue a darse cuenta de que está en medio de una prueba. Es más tarde que comienza a entender por qué Dios lo probó. Cuando sus ojos finalmente se abren, entonces ve la bondad y la gracia de Dios que le llena de gozo y felicidad. Así se pueden considerar las pruebas como causa de sumo gozo, cuando vemos la mano de Dios en todos los ámbitos de nuestra vida.
Recordemos a Job, que triunfó en la fe y recibió las más ricas bendiciones de Dios (Stg 5:11). “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22). “Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia” (Sal 103:8).
Los tiempos difíciles vienen y se van, son etapas de nuestra vida. Las pruebas no tienen por propósito hacernos daño, sino fortalecernos y desarrollar en nosotros un carácter digno de un seguidor de Cristo.
Entre las cualidades específicas que el Señor quiere formar en nosotros se encuentran la perseverancia y la paciencia (vv. 3-4). El mantenimiento de una confianza constante en el Señor hace madurar nuestra fe.
El creyente debe saber que las pruebas no suceden por casualidad. Dios está detrás de toda dificultad y prueba. Él quiere que experimentemos su presencia. Por eso, en toda adversidad que confrontemos, debemos mantener nuestra confianza en nuestro Padre Celestial sabiendo que Él tiene el completo control de cada situación.
Dios nos da exactamente lo que necesitamos: alegrías y penas, dificultades y triunfos. Un proverbio árabe dice: “El sol solo, crea desiertos”. Consideremos como puro gozo cuando nubes oscuras se acumulen sobre nuestras cabezas, porque ellas nos darán lluvias de bendición. Estas lluvias harán que nuestra vida de fe se desarrolle y crezca.
El cristiano confía en que de Dios vendrá ayuda, auxilio, fuerza y consuelo. El sabe que Dios siempre responde a la fe y provee los medios necesarios para superar el período de prueba.
El creyente que posee la virtud de la perseverancia se aferra a Dios con fe, persiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios, y no puede ser alejado de su propósito declarado de servir a Dios.
Mientras perseveramos y maduramos, estaremos pasando a estar perfectos y cabales, al adquirir lo que necesitamos en nuestra vida espiritual. La prueba de la fe debe producir la virtud de la paciencia para que ésta culmine su obra completa.
Así como se le debe permitir a una planta que produce fruto que complete su periodo de crecimiento, del mismo modo se le debe dar a la paciencia todo el tiempo necesario.
No podemos meterle prisa a la paciencia. Necesita tiempo.
No interfieras con el plan de Dios para tu vida. Persevera durante tus dificultades, para que la obra que Dios ha comenzado en ti sea llevada a su culminación. De ese modo oró David en el Salmo 138:8 “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová es para siempre; no desampares la obra de tus manos”.


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