domingo, 5 de julio de 2015

LA UNIDAD EN CRISTO.

Uno de los problemas que han invadido a la iglesia de hoy es la falta de unidad. Muchas veces las personas no llegan a un acuerdo y surgen conflictos, y necesitamos lidiar con ellos.
1ª CORINTIOS 1:10-13
En la primera parte de la epístola a los Corintios, Pablo se refiere a diversas situaciones problemáticas de la iglesia, de las que ha tenido noticia por personas que lo han visitado. En ella se refiere a la formación de grupos alrededor de determinadas personas, lo que crea divisiones. Esto le ofrece la oportunidad de instruir a los creyentes sobre  la unidad cristiana.
Pablo se dirige a los hermanos, no con una dura reprensión sino como alguien que no tiene más argumentos que los del amor, para decirles que están equivocados en cuanto a sus enfrentamientos y deberían vivir unidos en amor fraternal.
Estas divisiones habían quebrado la unidad de la congregación local y habían creado numerosos desacuerdos. El hecho de que haya divisiones en la comunión de la iglesia muestra que algo va mal. Por eso Pablo recomienda con insistencia resolver sus diferencias y restaurar la unidad de la comunión en la iglesia.
“Que habléis todos una misma cosa” (v.10)
¿Deben los creyentes estar de acuerdo en todo? ¿No hay un lugar para opiniones diferentes? La respuesta es: ¡Por supuesto que hay lugar para divergencia de opiniones dentro de la iglesia! Pedir que los creyentes estén de acuerdo en todo sería pedir lo imposible.
Entonces, ¿en qué habían de estar los creyentes perfectamente unidos? El contexto hace que la respuesta aparezca con claridad: las divisiones que había entre ellos eran sobre a quién habían de seguir. Algunos eran seguidores de Pablo, otros de Apolos, otros seguían a Cefas (Pedro) y había todavía otros que se separaban de los anteriores para decir que eran exclusivamente de Cristo. Pablo los reprende a todos diciendo: ¿Acaso está dividido Cristo?
En la diversidad de opiniones puede encontrarse buenas ideas, pero también frustración. Aprendamos a conducir bien las opiniones de los demás.
Los creyentes habían de estar “perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. Esto es, ellos habían de estar perfectamente unidos en su reconocimiento de quién era Cristo. ¡Cuando el creyente hace de Cristo su Señor, no será un seguidor del hombre!
Una de las grandes causas de divisiones entre creyentes son los siervos que edifican la obra de Dios alrededor de sí mismos. Mientras que Pablo en un lugar dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, él meramente puso su vida como un ejemplo, y en ninguna manera buscaba la lealtad de ellos para sí.
Cristo es uno. La unidad en la iglesia es vital. Una iglesia que se despedaza en pleitos, en que los miembros se llevan mal los unos con los otros, divididos y compitiendo los unos con los otros, pasa por alto el llamado de Cristo de que tengamos “un misma mente y un mismo parecer” (v.10).
Exaltar a líderes, denominaciones, doctrinas o experiencias al nivel en que nos hacen “diferentes” de nuestros hermanos en Cristo es actuar en esa simple sabiduría humana que no es otra cosa que locura a los ojos de Dios. Si Dios nos bendice por medio de uno de sus siervos, debemos dirigir nuestra alabanza al Señor, y ser leal a Dios, no al líder, porque en algún momento de su vida se puede equivocar o desviar.
Aun hoy, muchos cristianos tienen la tendencia a fijar mucho su atención en los predicadores, profetas, etc… Es fácil confundir al mensajero con el mensaje. A las personas les atrae el magnetismo personal. Si no tenemos cuidado, podemos caer en la trampa de seguir a un predicador o profeta que nos agrade en vez de seguir Aquel que proveyó nuestra salvación.
1 CORINTIOS 3:8-11
¿Qué se necesita para alcanzar la unidad en la iglesia?
Lo único que se espera que hagamos es que trabajemos unidos mientras desempeñamos la función específica que Dios nos ha asignado de una manera que refleje las prioridades de Dios.


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