martes, 21 de julio de 2015

LO QUE PIDE EL SEÑOR DE TI.

El capítulo 6 del libro de Miqueas se dirige particularmente a Israel. Está reinando Manasés en un período de tremenda apostasía, un tiempo en que rey y pueblo practican los ritos paganos.
En los primeros versículos, el profeta reprocha la infidelidad con que el pueblo responde a la bondad de Dios. Les trae Dios a la memoria los grandes favores que le ha hecho en el pasado: la liberación de Egipto y cómo los guió por el desierto hasta alcanzar la tierra prometida.
Cada uno de nosotros, peregrinos desde nuestra conversión hasta nuestra entrada en el cielo, cuando no obedecemos a nuestro Padre celestial, andamos según la carne y nos olvidamos de sus muchos y grandes beneficios, podemos escuchar también su voz que nos dice: “Que te he hecho o en qué te he molestado?”.
Después de esto, el pueblo parece deseoso de obtener el favor de Dios pero no sabe cómo hacerlo. El profeta Miqueas les dice lo que pide Jehová de ellos. Miqueas 6:6-8.
 Estos versículos resumen de manera admirable la predicación moral de los profetas. Miqueas retoma así el concepto de justicia en Amós (Am 5:21-24), los conceptos de fidelidad y misericordia en Oseas (Os 1-3) y los de fe y humildad, en Isaías (Is 2:6-17; 7:8-9).
También podemos ver en otros pasajes de las Escrituras como Dios rechaza aquellos sacrificios que son prácticas puramente exteriores (1 S 15:22-23); en esta ocasión el rey Saúl es rechazado por Dios a causa de su desobediencia, pues le perdonó la vida a Agag, rey de Amalec, y tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová; pero esto no era lo que Dios le había ordenado, sino todo lo contrario.
SOLAMENTE HACER JUSTICIA. Amós 5:21-24.
Amós condena las ceremonias y fiestas religiosas que los israelitas celebraban con tanto celo y ostentación. Todas esas prácticas carecen de valor si aquellos que las realizan se olvidan de lo más importante: la justicia y la honradez en las relaciones con el prójimo (v. 24).
Dios muestra la poca estima en que tiene los servicios religiosos, no por lo que son en sí (pues Él mismo los ordenó) sino porque no se hacían con un corazón recto. Sin “derecho y justicia” tales ceremonias, por muy solemnes que sean, le producen a Dios apatía.
También en la parte final del libro de Isaías (caps. 56-66) insiste de modo especial en la necesidad de practicar la justicia (Is 56:1). Puesto que el regreso del cautiverio está “para venir”, el Señor advierte a su pueblo que viva rectamente y que se traten unos a otros con justicia.
AMAR MISERICORDIA. Oseas 6:6.
Las ceremonias religiosas no pueden sustituir el amor y la fidelidad requeridos por el pacto del Señor con su pueblo. Misericordia (en hebreo hesed) es el amor divino que se extiende a otros cuando se ha experimentado en la propia relación con Dios.
El Señor Jesucristo vino a expresar la misma idea en Mt 5:23-24 “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”.
Oseas, quizás más que ningún profeta, nos revela el amante corazón de Dios. Dios desea bendecir, no castigar a su pueblo. El Señor nos llama a insistir en conocerle mejor para que podamos recibir sus bendiciones. Dios valora nuestra relación con Él más que los servicios que podamos brindarle.
HUMILLARTE ANTE TU DIOS. Isaías 57:15.
Dios tendrá misericordia y vivificará el corazón de los quebrantados. Revive el espíritu de quienes sinceramente le buscan.
Dios nos pide que nos humillemos ante Él; en Santiago 4:10 encontramos que se nos dice: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”
La mayoría de los seres humanos están completamente perdidos en la justificación propia y no están dispuestos a humillarse ante Dios. No están dispuestos a reconocer sus faltas y errores y rendirse a Su voluntad, y esto es soberbia. Pero esto no es algo que se limita al mundo, sino que también puede ser encontrado en la iglesia, donde muchos no aceptan ser pecadores, y la humildad, brilla por su ausencia. Pero debemos siempre tener muy en mente lo que encontramos en Santiago 4:6 cuando leemos: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Hermanos, Dios quiere que su pueblo reconozca sus faltas y se humille ante Su presencia.   
Para concluir. Al inicio el profeta preguntó: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo?” Tenemos que presentarnos ante el Señor reconociendo que la religión no agrada a Dios. Dios no busca de nosotros religiosidad, rutinas o rituales, Dios busca que le amemos de todo corazón.
Tenemos que presentarnos ante el Señor reconociendo que Dios se complace cuando hacemos lo bueno en todo momento; Dios se complace cuando demostramos el mismo amor y misericordia que Él nos demostró a nosotros a todos aquellos que nos rodean; y lo más importante de todo, tenemos que presentarnos ante el Señor completamente humillados a Su voluntad reconociendo y arrepintiéndonos de nuestras faltas y errores.


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