jueves, 9 de julio de 2015

CALEB, UN HOMBRE VALIENTE.

La valentía bíblica se funda en una profunda fe en el poder y la bondad de Dios, acompañada del amor que tiene por los suyos. Reconoce que con el Señor, nada ni nadie nos puede derrotar, y al final siempre saldremos victoriosos.
Esta valentía se manifiesta claramente en la historia de Caleb. Este hombre estuvo dispuesto a enfrentarse a un poderoso enemigo, a pesar de que pertenecía a la escasa minoría que confiaba en las promesas de Dios.
Es por esto que podemos inspirarnos en el carácter de Caleb, quien es descrito como siendo “de un espíritu diferente”. Tenía una perspectiva completamente diferente que la mayoría de la gente de su entorno a pesar del alto precio que podría haber pagado.
Experimentó el fracaso histórico, el peregrinaje por el desierto y la pérdida de toda la generación de sus contemporáneos, quienes no alcanzaron su destino en vida, pero el pudo entrar en la Tierra Prometida y experimentar el cumplimiento de las promesas personales que había recibido de Dios.
La iglesia de hoy necesita nuevos Calebs que no tengan miedo y que estén dispuestos a seguir adelante.
La misión de los espías (Números 13:1-25).
Cuando los israelitas llegaron a las cercanías de la Tierra Prometida, conforme a lo que había prometido, Dios le dijo a Moisés que reuniera a doce líderes. Un representante de cada una de las tribus. Estos hombres explorarían la tierra, y después volverían Moisés, y le presentarían un informe. Uno de ellos era Caleb, de la tribu de Judá (v. 6).
Al comparar Deuteronomio 1:22-23 con el relato de Números, se ve que el envío de los espías tuvo su origen en la petición del pueblo a Moisés. No estaban seguros de que Canaán fuera un país de abundancia como había dicho Dios. Temían la guerra y querían saber si sería posible conquistar Canaán. No confiaban en las reiteradas promesas de Dios de que Él les daría la tierra. Moisés no discernió el motivo verdadero de esa petición y le pareció bien. Jehová les concedió a los israelitas su petición con el fin de manifestar lo que estaba en el corazón del pueblo. Así es a veces, Dios nos permite hacer nuestra voluntad aunque sea para nuestro mal.
El informe de los espías (Números 13:26-33).
Aunque los diez espías admitieron que la tierra fluía leche y miel, se apresuraron a hablar sobre los grandes obstáculos, las ciudades fortificadas y los gigantes. Habían visto lo que habían pensado que verían y lo relataron con creciente pesimismo. De igual manera aumentó el terror de los israelitas al escuchar el informe.
Caleb acalló al pueblo con palabras de ánimo y fe. No negó lo que los diez espías habían dicho pero puso su esperanza en lo que Israel podía hacer con la ayuda de Dios. Para él y Josué no se trataba de Israel contra los gigantes sino de Dios contra los gigantes.
Al examinar la respuesta de los espías queda claramente demostrado un principio: La diferencia entre la valentía y el temor la marca nuestra capacidad de mantener los ojos fijos en las promesas de Dios.
Caleb habla valientemente a favor de Dios (Números 14:1-38).
El temor dominó a los israelitas, gimieron y se quejaron contra sus líderes (vv. 1,2). Expresaron sus quejas y su añoranza de los años de esclavitud que habían vivido en Egipto.
Los israelitas también se quejaron del Señor (v. 3); lo acusaron de haberlos engañado. Pusieron en tela de juicio su sabiduría y su bondad.
Caleb, y también Josué, le suplicó al pueblo que no se rebelara contra Dios (vv. 7-9). Dios estaba dispuesto a hacer lo que había prometido, y era poderoso para cumplir su palabra. Él estaría con ellos, si se volvían a Él.
Caleb creía la Palabra de Dios y estaba dispuesto a hablar valerosamente de su confianza en Él, ante una multitud escéptica movida por el temor. Su actitud es un ejemplo del pueblo de Dios del presente.
Caleb tenía “un espíritu diferente” (v. 24). Se podía ver claramente su consagración total a Dios y su fuerte compromiso con Él. Como consecuencia, él sí tendría el gozo de entrar a la Tierra Prometida para poseerla, junto con los demás israelitas menores de veinte años de edad (vv.29-31).
A veces, nuestra fe debe ir acompañada de una firme valentía, especialmente cuando estamos rodeados de personas que dudan. El capítulo 4 de libro de los Hechos nos narra la valentía de Pedro y Juan defendiendo las enseñanzas de Jesús ante el Sanedrín. Como consecuencia de esto, los creyentes piden confianza y valentía para hablar la Palabra de Dios (vv. 13, 29-31).
Caleb recibe la herencia (Josué 14:6-15).
Unos cuarenta años después de que Caleb enfrentara el informe negativo de quienes habían dudado, Dios cumplió finalmente su promesa. La generación que había menospreciado a Dios murió en el desierto. Caleb se acercó a Josué, quién era ahora el líder del pueblo, y le recordó lo sucedido cuatro décadas antes; haciendo hincapié en que él siguió al Señor con valentía y con un corazón íntegro (vv. 6-9).
Es importante que estemos personalmente convencidos de que Dios es fiel a su carácter y a su Palabra. Debemos saber en quién hemos creído. Esta convicción fue la que sostuvo a Caleb durante toda su vida.
No debemos perder de vista las bendiciones y las promesas que Dios nos ha otorgado a lo largo de los años. Estos recuerdos también pueden dirigir nuestra mente hacia las promesas de Dios, unas promesas a las que nos podemos aferrar en los momentos más difíciles de la vida.
Aún había que conquistar aquellas tierras a quienes las ocupaban. Los anaceos habían edificado ciudades grandes y bien fortificadas. No obstante, la fe de Caleb se mantenía firme. A los ochenta y cinco años de edad, tenía la misma convicción de que el Señor le daría la victoria en cualquier batalla.
Debemos recordar que el tiempo no tiene importancia cuando se trata del cumplimiento de las promesas de Dios. Él no está sujeto al tiempo; Dios es eterno. Muchas veces, sus caminos están más allá de nuestra capacidad de comprensión. Debemos estar dispuestos a confiar en Dios, firmes en la convicción de que Él es bueno y quiere lo mejor para los suyos.
Josué bendijo a Caleb con la ciudad de Hebrón. Aquella tierra se convirtió en la herencia de sus descendientes por generaciones (vv. 13, 14).
Aplicación personal.
Todos enfrentamos retos en nuestra vida. Nuestra manera de reaccionar ante ellos revela la calidad de nuestra fe. Las dudas pueden dar paso al temor, y muchas veces el temor nos hace dudar de Dios y buscar nuestras propias soluciones.
Es importante que reaccionemos como Caleb. Debemos aceptar como ciertas las promesas de Dios, convencidos de que Él hará lo que ha prometido. Esta respuesta nos puede dar el valor que necesitamos para seguir delante.
Un consejo final, el del apóstol Pablo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”  (2 Timoteo 1:7,8).

   

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