La valentía bíblica se funda en
una profunda fe en el poder y la bondad de Dios, acompañada del amor que tiene
por los suyos. Reconoce que con el Señor, nada ni nadie nos puede derrotar, y
al final siempre saldremos victoriosos.
Esta valentía se manifiesta
claramente en la historia de Caleb. Este hombre estuvo dispuesto a enfrentarse
a un poderoso enemigo, a pesar de que pertenecía a la escasa minoría que
confiaba en las promesas de Dios.
Es por esto que podemos
inspirarnos en el carácter de Caleb, quien es descrito como siendo “de un
espíritu diferente”. Tenía una perspectiva completamente diferente que la
mayoría de la gente de su entorno a pesar del alto precio que podría haber
pagado.
Experimentó el fracaso histórico,
el peregrinaje por el desierto y la pérdida de toda la generación de sus
contemporáneos, quienes no alcanzaron su destino en vida, pero el pudo entrar
en la Tierra Prometida y experimentar el cumplimiento de las promesas
personales que había recibido de Dios.
La iglesia de hoy necesita nuevos
Calebs que no tengan miedo y que estén dispuestos a seguir adelante.
La misión de los espías (Números 13:1-25).
Cuando los israelitas llegaron a
las cercanías de la Tierra Prometida, conforme a lo que había prometido, Dios
le dijo a Moisés que reuniera a doce líderes. Un representante de cada una de
las tribus. Estos hombres explorarían la tierra, y después volverían Moisés, y
le presentarían un informe. Uno de ellos era Caleb, de la tribu de Judá (v. 6).
Al comparar Deuteronomio 1:22-23
con el relato de Números, se ve que el envío de los espías tuvo su origen en la
petición del pueblo a Moisés. No estaban seguros de que Canaán fuera un país de
abundancia como había dicho Dios. Temían la guerra y querían saber si sería
posible conquistar Canaán. No confiaban en las reiteradas promesas de Dios de
que Él les daría la tierra. Moisés no discernió el motivo verdadero de esa
petición y le pareció bien. Jehová les concedió a los israelitas su petición
con el fin de manifestar lo que estaba en el corazón del pueblo. Así es a
veces, Dios nos permite hacer nuestra voluntad aunque sea para nuestro mal.
El informe de los espías (Números 13:26-33).
Aunque los diez espías admitieron
que la tierra fluía leche y miel, se apresuraron a hablar sobre los grandes
obstáculos, las ciudades fortificadas y los gigantes. Habían visto lo que
habían pensado que verían y lo relataron con creciente pesimismo. De igual
manera aumentó el terror de los israelitas al escuchar el informe.
Caleb acalló al pueblo con
palabras de ánimo y fe. No negó lo que los diez espías habían dicho pero puso
su esperanza en lo que Israel podía hacer con la ayuda de Dios. Para él y Josué
no se trataba de Israel contra los gigantes sino de Dios contra los gigantes.
Al examinar la respuesta de los
espías queda claramente demostrado un principio: La diferencia entre la
valentía y el temor la marca nuestra capacidad de mantener los ojos fijos en
las promesas de Dios.
Caleb habla valientemente a favor de Dios (Números 14:1-38).
El temor dominó a los israelitas,
gimieron y se quejaron contra sus líderes (vv. 1,2). Expresaron sus quejas y su
añoranza de los años de esclavitud que habían vivido en Egipto.
Los israelitas también se
quejaron del Señor (v. 3); lo acusaron de haberlos engañado. Pusieron en tela
de juicio su sabiduría y su bondad.
Caleb, y también Josué, le
suplicó al pueblo que no se rebelara contra Dios (vv. 7-9). Dios estaba
dispuesto a hacer lo que había prometido, y era poderoso para cumplir su
palabra. Él estaría con ellos, si se volvían a Él.
Caleb creía la Palabra de Dios y
estaba dispuesto a hablar valerosamente de su confianza en Él, ante una
multitud escéptica movida por el temor. Su actitud es un ejemplo del pueblo de
Dios del presente.
Caleb tenía “un espíritu
diferente” (v. 24). Se podía ver claramente su consagración total a Dios y su
fuerte compromiso con Él. Como consecuencia, él sí tendría el gozo de entrar a
la Tierra Prometida para poseerla, junto con los demás israelitas menores de
veinte años de edad (vv.29-31).
A veces, nuestra fe debe ir
acompañada de una firme valentía, especialmente cuando estamos rodeados de
personas que dudan. El capítulo 4 de libro de los Hechos nos narra la valentía
de Pedro y Juan defendiendo las enseñanzas de Jesús ante el Sanedrín. Como
consecuencia de esto, los creyentes piden confianza y valentía para hablar la
Palabra de Dios (vv. 13, 29-31).
Caleb recibe la herencia (Josué 14:6-15).
Unos cuarenta años después de que
Caleb enfrentara el informe negativo de quienes habían dudado, Dios cumplió
finalmente su promesa. La generación que había menospreciado a Dios murió en el
desierto. Caleb se acercó a Josué, quién era ahora el líder del pueblo, y le
recordó lo sucedido cuatro décadas antes; haciendo hincapié en que él siguió al
Señor con valentía y con un corazón íntegro (vv. 6-9).
Es importante que estemos
personalmente convencidos de que Dios es fiel a su carácter y a su Palabra.
Debemos saber en quién hemos creído. Esta convicción fue la que sostuvo a Caleb
durante toda su vida.
No debemos perder de vista las
bendiciones y las promesas que Dios nos ha otorgado a lo largo de los años.
Estos recuerdos también pueden dirigir nuestra mente hacia las promesas de
Dios, unas promesas a las que nos podemos aferrar en los momentos más difíciles
de la vida.
Aún había que conquistar aquellas
tierras a quienes las ocupaban. Los anaceos habían edificado ciudades grandes y
bien fortificadas. No obstante, la fe de Caleb se mantenía firme. A los ochenta
y cinco años de edad, tenía la misma convicción de que el Señor le daría la
victoria en cualquier batalla.
Debemos recordar que el tiempo no
tiene importancia cuando se trata del cumplimiento de las promesas de Dios. Él
no está sujeto al tiempo; Dios es eterno. Muchas veces, sus caminos están más
allá de nuestra capacidad de comprensión. Debemos estar dispuestos a confiar en
Dios, firmes en la convicción de que Él es bueno y quiere lo mejor para los
suyos.
Josué bendijo a Caleb con la
ciudad de Hebrón. Aquella tierra se convirtió en la herencia de sus
descendientes por generaciones (vv. 13, 14).
Aplicación personal.
Todos enfrentamos retos en
nuestra vida. Nuestra manera de reaccionar ante ellos revela la calidad de
nuestra fe. Las dudas pueden dar paso al temor, y muchas veces el temor nos
hace dudar de Dios y buscar nuestras propias soluciones.
Es importante que reaccionemos
como Caleb. Debemos aceptar como ciertas las promesas de Dios, convencidos de
que Él hará lo que ha prometido. Esta respuesta nos puede dar el valor que
necesitamos para seguir delante.
Un consejo final, el del apóstol
Pablo a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar
testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las
aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2 Timoteo 1:7,8).
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