domingo, 5 de abril de 2020

JESÚS CALMA LA TEMPESTAD.

Marcos 4:35-41.

El mensaje de hoy tiene que ver con una prueba bastante difícil que les sobrevino inesperadamente a los discípulos después de un día muy bueno y exitoso. Jesús había tenido que subir a una barca a fin de poder seguir enseñando a la multitud. Esta vez los discípulos no estaban remendando sus redes sino que estaban con Jesús.
Cuando llegó la noche, Jesús les pidió a sus discípulos que dejaran a la multitud y cruzaran el lago con él. Pero se levantó una gran tempestad de viento. Bien podemos imaginar los esfuerzos de los discípulos por evadir y luchar contra aquellas furiosas olas. Pero cuando éstas alcanzaron proporciones de huracán ya les era imposible evitar que la barca se anegara.
Parece muy significativo el hecho de que la tormenta haya ocurrido después de un día tan bueno y efectivo. Así ocurre en la vida cristiana: Las pruebas más difíciles de la vida muchas veces vienen después de las más grandes victorias. Dios permite que sus hijos experimenten circunstancias que probablemente no puedan entender en el momento en que estas ocurren (Isaías 55:8-9).

El cuidado divino.
En los momentos en los que se desató la tormenta Jesús dormía con toda tranquilidad, recostado en la popa de la barca. Este hecho refleja la confianza absoluta que él tenía en el Padre celestial. Dios siempre cuida de los suyos. Jesús se sentía cansado físicamente por el esfuerzo realizado durante todo el día pero el sabía perfectamente que su Padre no se adormece ni duerme (Salmo 121:1-4).
Por otra parte, los discípulos estaban amedrentados.Es muy probable que pensaran que el mero hecho de ir en compañía de Jesús los mantendría exentos de peligro. Cuando se dieron cuenta de que no era así, inmediatamente empezaron a llenarse de dudas y temor.
También pudo haber sucedido que hasta ese momento los discípulos se encontraran confiando en sus propias habilidades y su destreza como pescadores. Pero cuando los vientos alcanzaron proporciones de huracán todas sus esperanzas empezaron a desvanecerse. Entonces corrieron adonde estaba Jesús y lo despertaron con gran desesperación.
Ellos pensaban que Jesús no se preocupaba por ellos, según el tono de la pregunta del v. 38, llegando a considerar inexcusables el cansancio y el sueño de Jesús. Pero el hecho de que Jesús estuviera durmiendo no significaba que se había olvidado de ellos.
Él siempre está listo y dispuesto a ayudarnos, estemos conscientes de su presencia o no. Nosotros contamos con las promesas de Dios. Su Palabra es real y Él es fiel a ella (Proverbios 3:5-6)
Jesús, tan pronto como despertó, procedió a reprender a los vientos con absoluta autoridad. Enseguida hubo completa quietud y tranquilidad. En el acto se detuvo el viento y las olas se calmaron. La Palabra de Jesús es una palabra poderosa. Lo era entonces. Lo es hoy.

Los discípulos reconocen la Deidad de Jesús.
Jesús, finalmente, se dirige a los discípulos y les hace ver que el temor de ellos provenía de su cobardía y demostraba una clara falta de fe en Dios. No había ninguna razón para que ellos estuvieran atemorizados, sabiendo que Jesús se encontraba a bordo (2 Timoteo 1:7).
Al principio se atemorizaron pero después reverenciaron a Cristo. Manifestaron una gran reverencia y admiración ante la realidad del poder sobrenatural de Jesús. Jesús aún quiere ayudarnos para obtengamos la victoria en todas las tormentas de la vida.
A todo tipo de cristianos nos llegan estas dificultades. En lugar de desanimarnos o dar lugar al temor y al pánico, reconozcamos quién es Jesús, tributándole toda la reverencia, la fe y la confianza que se merece.
Por medio de su gracia y su poder, Jesucristo puede darnos perfecta paz en medio de las tormentas de la vida.

   

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