Efesios 1:3-6
3 Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
4 según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y
sin mancha delante de él,
5 en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
6 para
alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
Una descripción de las
bendiciones divinas.
Uno de los pasajes más significativos y abrumadores de la
Biblia es esta exposición de las bendiciones que son nuestras en Jesucristo.
Bendiciones que son para despertar gratitud y alabanza en el corazón de los
creyentes.
(v. 3) El apóstol Pablo hace hincapié en que
estas bendiciones son espirituales más bien que naturales o materiales. Pablo,
un hombre sin hijos, sin tierras y sin hogar, conoció muy poco de las
bendiciones materiales; pero en lo que respecta a las cosas espirituales sabía que
tenía riquezas sin límite. La contemplación de estas bendiciones abrió
plenamente las puertas de su corazón a un torrente de alabanzas de gratitud.
Dios provee abundantemente todo lo que nuestra vida
espiritual necesita. Él nos ha dado “todo posible beneficio en Cristo”.
Dos expresiones definen la esfera en que Dios bendice a su
pueblo. Una es la frase “en los lugares
celestiales” que se refiere no a un lugar físico, sino a un reino o esfera
de realidad espiritual a la que el creyente ha sido elevado en Cristo. Es
decir, la frase no nos habla del cielo en el futuro sino del cielo que está
dentro y alrededor del cristiano.
En realidad, los creyentes somos de dos mundos. Temporalmente
somos de la tierra; pero espiritualmente, nuestra vida está unida con la vida
de Cristo, y somos por tanto, del reino celestial. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos
al Salvador, al Señor Jesucristo;” (Filipenses 3:20).
La otra frase que define la esfera de las bendiciones
cristianas es “en Cristo”. Dios nos
bendijo en Cristo como pueblo suyo, y significa que las bendiciones que
experimentamos nos llegan en virtud de nuestra unión con Cristo. Él es la gran
fuente de bendiciones, pero únicamente los que tienen una relación viva con Él
participan de sus beneficios.
La parábola que mejor ilustra este principio bíblico es la de
la vid verdadera (Juan 15:1-17), tal como apreciamos en el v. 4 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
Los pámpanos no pueden llevar fruto por sí mismos. Deben
estar unidos al tronco principal de la vid y recibir constantemente la savia
que fluye por éste si han de llevar fruto. Cuando descansamos confiadamente en
el Señor y vivimos en continua comunión con Él, llegamos a ser pámpanos
fructíferos.
(v. 4) Estas bendiciones nos llegan de
acuerdo con el propósito eterno de Dios. Él nos bendijo, Él “nos escogió”. Esto significa que Dios
ha escogido a los creyentes “para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él”.
La palabra “santo”,
que en este contexto habla de consagración interior, lleva consigo la idea de “separados para Él”. Esto incluye tanto
separación del pecado como separación
para Dios.
En el momento del nuevo
nacimiento, Dios atribuye el creyente la Santidad de Cristo. La
santificación es instantánea en cuanto a nuestra posición en Cristo. El pecador
corrompido es cambiado en un adorador santo (1 Corintios 6:11).
Más adelante, lo que somos posicionalmente en Cristo, tenemos
que experimentarlo de forma progresiva en nuestro andar con el Espíritu. La
santificación es un proceso que continúa a lo largo de la vida del creyente. La
santificación no es conformarse a un conjunto de normas sino el cambio del
carácter paso a paso a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18).
La palabra que se traduce por “sin mancha” se usa algunas veces para referirse a un carácter y a
una conducta irreprochables, pero esencialmente es un término sacrificial. Con
respecto a los animales destinados al sacrificio, significaba “sin defecto”. En
el Nuevo Testamento, se emplea con respecto a Cristo, quien “se ofreció a sí
mismo sin mancha a Dios (Hebreos 9:14); con respecto a los creyentes, quienes
han de presentarse como “hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa…” (Filipenses 2:15); y con respecto a la Iglesia, que como
esposa de Cristo le será presentada un día como “una iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha…” (Efesios 5:27). En el presente pasaje, Pablo la usa para
denotar la vida intachable que Dios quiere que su pueblo viva.
(v. 5) La expresión “habiéndonos predestinado” es traducción de una palabra griega que
significa literalmente “habiéndonos señalado con anticipación”. En amor nos
escogió Dios para adoptarnos como hijos suyos.
En el mundo antiguo, era la costumbre entre los judíos,
romanos y griegos “adoptar” a sus propios hijos como sus herederos legales. La
adopción significa ser herederos y como
tal receptores de todos los privilegios de hijos maduros: un cuidado paternal,
un nombre, una familia y una herencia.
La razón por la cual Dios nos eligió no se halla en nosotros,
sino en su bondad, amor y misericordia.
(v. 6) La finalidad de la elección divina
es la “alabanza de la gloria de su
gracia”. Así como Israel fue creado con el fin de que viviera para la
alabanza de Dios, también quienes han sido escogidos en Cristo deben vivir para
la alabanza del esplendor de su gracia.
Isaías 43:21 “Este
pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”.
La gracia es el favor inmerecido de Dios y se ha manifestado
con gloria en nuestras vidas, y debido a ello debe ser eternamente alabada.
Durante el mensaje de hoy, hemos visto que Dios nos escogió
para que fuésemos santos y sin mancha, para ser adoptados hijos suyos y para
alabanza de la gloria de su gracia; ahora es el propósito de Dios que vayamos
al mundo a hablarle de todas estas cosas, para esto nos ha elegido el Señor.
“No me elegisteis
vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis
y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al
Padre en mi nombre, él os lo dé.” JUAN 15:16
“Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén.” MATEO 28:19-20
BENDICIOMES QUERIDO HERMANO MEGUSTO ESTA CARTA
ResponderEliminarMe alegra que te guste este mensaje. ¡Bendiciones!
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