domingo, 11 de agosto de 2013

SALVOS ... ¿PARA QUÉ?

Efesios 1:3-6
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,
en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,

Una descripción de las bendiciones divinas.
Uno de los pasajes más significativos y abrumadores de la Biblia es esta exposición de las bendiciones que son nuestras en Jesucristo. Bendiciones que son para despertar gratitud y alabanza en el corazón de los creyentes.
(v. 3) El apóstol Pablo hace hincapié en que estas bendiciones son espirituales más bien que naturales o materiales. Pablo, un hombre sin hijos, sin tierras y sin hogar, conoció muy poco de las bendiciones materiales; pero en lo que respecta a las cosas espirituales sabía que tenía riquezas sin límite. La contemplación de estas bendiciones abrió plenamente las puertas de su corazón a un torrente de alabanzas de gratitud.
Dios provee abundantemente todo lo que nuestra vida espiritual necesita. Él nos ha dado “todo posible beneficio en Cristo”.
Dos expresiones definen la esfera en que Dios bendice a su pueblo. Una es la frase “en los lugares celestiales” que se refiere no a un lugar físico, sino a un reino o esfera de realidad espiritual a la que el creyente ha sido elevado en Cristo. Es decir, la frase no nos habla del cielo en el futuro sino del cielo que está dentro y alrededor del cristiano.
En realidad, los creyentes somos de dos mundos. Temporalmente somos de la tierra; pero espiritualmente, nuestra vida está unida con la vida de Cristo, y somos por tanto, del reino celestial. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;” (Filipenses 3:20).
La otra frase que define la esfera de las bendiciones cristianas es “en Cristo”. Dios nos bendijo en Cristo como pueblo suyo, y significa que las bendiciones que experimentamos nos llegan en virtud de nuestra unión con Cristo. Él es la gran fuente de bendiciones, pero únicamente los que tienen una relación viva con Él participan de sus beneficios.
La parábola que mejor ilustra este principio bíblico es la de la vid verdadera (Juan 15:1-17), tal como apreciamos en el v. 4 “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
Los pámpanos no pueden llevar fruto por sí mismos. Deben estar unidos al tronco principal de la vid y recibir constantemente la savia que fluye por éste si han de llevar fruto. Cuando descansamos confiadamente en el Señor y vivimos en continua comunión con Él, llegamos a ser pámpanos fructíferos.
(v. 4) Estas bendiciones nos llegan de acuerdo con el propósito eterno de Dios. Él nos bendijo, Él “nos escogió”. Esto significa que Dios ha escogido a los creyentes “para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”.
La palabra “santo”, que en este contexto habla de consagración interior, lleva consigo la idea de “separados para Él”. Esto incluye tanto separación del pecado como separación para Dios.
En el momento del nuevo nacimiento, Dios atribuye el creyente la Santidad de Cristo. La santificación es instantánea en cuanto a nuestra posición en Cristo. El pecador corrompido es cambiado en un adorador santo (1 Corintios 6:11).
Más adelante, lo que somos posicionalmente en Cristo, tenemos que experimentarlo de forma progresiva en nuestro andar con el Espíritu. La santificación es un proceso que continúa a lo largo de la vida del creyente. La santificación no es conformarse a un conjunto de normas sino el cambio del carácter paso a paso a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18).
La palabra que se traduce por “sin mancha” se usa algunas veces para referirse a un carácter y a una conducta irreprochables, pero esencialmente es un término sacrificial. Con respecto a los animales destinados al sacrificio, significaba “sin defecto”. En el Nuevo Testamento, se emplea con respecto a Cristo, quien “se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios (Hebreos 9:14); con respecto a los creyentes, quienes han de presentarse como “hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa…” (Filipenses 2:15); y con respecto a la Iglesia, que como esposa de Cristo le será presentada un día como “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha…” (Efesios 5:27). En el presente pasaje, Pablo la usa para denotar la vida intachable que Dios quiere que su pueblo viva.
(v. 5) La expresión “habiéndonos predestinado” es traducción de una palabra griega que significa literalmente “habiéndonos señalado con anticipación”. En amor nos escogió Dios para adoptarnos como hijos suyos.
En el mundo antiguo, era la costumbre entre los judíos, romanos y griegos “adoptar” a sus propios hijos como sus herederos legales. La adopción  significa ser herederos y como tal receptores de todos los privilegios de hijos maduros: un cuidado paternal, un nombre, una familia y una herencia.
La razón por la cual Dios nos eligió no se halla en nosotros, sino en su bondad, amor y misericordia.
(v. 6) La finalidad de la elección divina es la “alabanza de la gloria de su gracia”. Así como Israel fue creado con el fin de que viviera para la alabanza de Dios, también quienes han sido escogidos en Cristo deben vivir para la alabanza del esplendor de su gracia.
Isaías 43:21 “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”.
La gracia es el favor inmerecido de Dios y se ha manifestado con gloria en nuestras vidas, y debido a ello debe ser eternamente alabada.
Durante el mensaje de hoy, hemos visto que Dios nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha, para ser adoptados hijos suyos y para alabanza de la gloria de su gracia; ahora es el propósito de Dios que vayamos al mundo a hablarle de todas estas cosas, para esto nos ha elegido el Señor.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” JUAN 15:16
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” MATEO 28:19-20


2 comentarios: