sábado, 29 de junio de 2013

TEMED A DIOS Y NO A LOS HOMBRES.

Éxodo 1:15-21
15 Y habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les dijo:
16 Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva.
17 Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños.
18 Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?
19 Y las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas.
20 Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera.
21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.

La indignación de los egipcios ante el incremento de los israelitas, a pesar del rigor con que les trataban, les llevó finalmente a emplear el método más cruel e inhumano para suprimirlos, mediante el asesinato de los varones nacidos.
Esta fue la orden que el rey de Egipto dio a las parteras de las hebreas (vv. 15-16). El proyecto de Faraón era encargar secretamente a las comadronas, Sifra y Fúa, que ellas mismas ejecutasen a los niños varones, y después se excusasen con la dificultad del parto, o de cualquier otro percance.
En las culturas antiguas, la madre por lo general era asistida por una partera, es decir, una mujer especialmente experimentada en ayudar en el momento del parto. A veces se trataba de mujeres que eran madres; habiendo aprendido en carne propia la clase de ayuda que se necesitaba. Algunas parteras eran profesionales que se dedicaban exclusivamente a estas labores.
La partera cumplía varias funciones. Además de ayudar a dar a luz al bebé, aconsejaba y animaba a la mujer durante el parto. Después de haber realizado todas las tareas posteriores al mismo, la partera le anunciaba a la madre que el niño había nacido y que estaba vivo y bien. Los deberes de la partera terminaban al entregar el bebé a la madre para que lo criara.
Faraón quiso aprovecharse de estas circunstancias para eliminar a los niños hebreos y detener así el extraordinario crecimiento de los israelitas en Egipto, pero su plan no dio resultado.
Las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto (v. 17). Consideraron y respetaron la Ley de Dios, temiendo su ira más que la de Faraón y, por consiguiente, preservaron la vida de los que nacían varones lo mismo que la de las hembras.
Su actitud nos puede hablar del corazón que ellas tuvieron para Dios, un corazón limpio que hizo que su obras fueran de olor grato al Señor, ya que no temieron desobedecer el decreto de los hombres, en este caso a un faraón impío, y temieron al Rey de Reyes honrándole y dando preferencia a la vida de muchos niños que seguramente era necesario que viniesen al mundo y salieran con Moisés de Egipto para poseer la tierra prometida.
Cuando se les pidió cuentas por no cumplir las órdenes, se excusaron diciendo que llegaban demasiado tarde para ello, porque generalmente los niños habían nacido ya cuando ellas llegaban (vv. 18-19). Hay antiguos escritores judíos que hacen la siguiente paráfrasis de este texto: Antes de que llegue la partera, oran a su Padre que está en los cielos, y les responde, haciendo que den a luz en seguida.
La recompensa con que Dios les premió la atención que tenían con su pueblo fue bendecirlas y prosperarlas, no sólo a ellas sino también a sus familias (vv. 20-21). Y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera.
La obediencia y el temor reverente a Dios traerá bendiciones a nuestra vida y a las vidas de todos los que nos rodean. "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová" (Proverbios 1:7).


No hay comentarios:

Publicar un comentario