lunes, 3 de junio de 2013

CÓMO ALCANZAR LAS PROMESAS DE DIOS.

Es fácil escuchar en nuestros días la expresión “las palabras, se las lleva el viento”, porque el valor de un compromiso oral es muy poco apreciado; todo debe estar “escrito y firmado”.
Antiguamente un “apretón de manos” tenía el mismo valor que el contrato escrito más detallado, sin embargo, la palabra en la actualidad ha quedado muy infravalorada.
Todo lo contrario sucede con Dios. Uno de los atributos de su carácter es la verdad, y junto a ello, su fidelidad a la hora de hacer que su promesas se cumplan. En uno de los últimos capítulos del libro de Josué, cuando Israel ocupa la tierra prometida, leemos:
“No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió”. (Josué 21:45)
Jehová es un Dios confiable, no deja caer ninguna de sus palabras a tierra, sino que las cumple.
La promesa más grande de todos los tiempos es Jesús. Dios había prometido que iba a mandar al Salvador para que por gracia nos salve. Y así fue. Dios cumplió su promesa.
También hay miles de promesas en la Biblia. Las promesas son para todos, son universales, lo que ocurre es que no todos llegamos a alcanzarlas porque para apropiarnos de éstas, no podemos quedarnos de brazos cruzados “esperando que caigan del cielo”,  tenemos que trabajar y luchar con el fin de hacerlas nuestras.
Tristemente no todos están dispuestos a trabajar para llegar al cumplimiento de las promesas. Algunos quieren la promesa pero no están dispuestos a pagar el precio por ella, sobretodo, cuando vemos en la Palabra de Dios que, en la mayoría de los casos, el cumplimiento de una promesa está condicionado a la obediencia a un mandamiento.
Veremos en el libro de Josué la clave para poder conquistar todo lo que Dios tiene para nosotros. Cómo alcanzar esa tierra prometida, cuál es el secreto para no quedarnos fuera de la bendición que Dios tiene para nosotros.
Dios sigue siendo el mismo, Su poder sigue siendo el mismo, Su Palabra es la misma, nosotros necesitamos aprender cómo conquistar Sus promesas y no perdernos nada de lo que Él tiene para nosotros.
Preparativos para la conquista (Josué 1:1-9))
 Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:
Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.
Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.
v. 2-5
Moisés había muerto. Él representaba la generación pasada. Una generación que fue de bendición, pero que murió quedando en el desierto y sin entrar en la tierra prometida, por causa de su incredulidad y desobediencia;  actitudes que quedaron reflejadas en numeroso episodios de su peregrinaje, acompañadas siempre de continuas quejas, como sucedió en el desierto de Zin (Números 20:1-13).
Pero los planes de Dios no fracasaron, pues ningún hombre es indispensable. Moisés había muerto pero el propósito de Dios seguía vivo. Josué debía asumir la dirección de todo el pueblo y llevarlo a través del Jordán, a la tierra que estaba a punto de darle.
Después de un mandato, “… levántate y pasa este Jordán …”,  Dios le da varias promesas de bendición. Dios les va a entregar a los hijos de Israel la tierra de Canaán, ya que Él es dueño de toda la tierra. “De Dios es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan” (Salmos 24:1).
Si Dios dice algo, está hecho. Si Él promete algo, no dudes, pues Él es el dueño de todo, pues tiene todo el poder y la autoridad.
Lo interesante aquí es que aunque la tierra era un regalo de Dios, sólo podían adquirirla luchando. Dios les entregó la titularidad de lugar, pero ellos debían entrar a poseerlo.
Así es en nuestras vidas también. Dios nos promete su paz y su bendición, pero nosotros debemos luchar por alcanzarlas. El quiere que seamos más que vencedores, de nosotros depende vivir en esa victoria. Tenemos que poner nuestra fe en Dios porque, como dice el autor de Hebreos, “que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones” (Hebreos 11:33).
Josué había explorado esa tierra buena y fructífera 38 años antes. ¿Recordamos la historia de los doce espías, en Números 13? Josué podía recordar la belleza de aquella tierra, sus terrenos fértiles, y ahora a él le correspondía conducir a los ejércitos de Israel a conquistar todo ese territorio.
Era muy fuerte el reto que Dios le estaba presentando a Josué. Los cananeos y los otros pueblos eran muy fuertes, sus ciudades estaban bien fortificada, la tierra era montañosa, las maniobras serían pues muy complicadas.
Pero Dios no solo le da la orden de conquistar la tierra, sino que junto a esa orden, le da una promesa: “Nadie te podrá hacer frente … estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé”.
Dios recompensa al que le sigue y hace el bien. También bendice a los que están a nuestro alrededor. Si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros?; nadie nos podrá parar.
Dios nos da la promesa de su presencia, ¿cuál es nuestra parte en todo esto?
v. 6-8
“Esfuérzate y sé valiente”. Es necesario esforzarse y ser muy valiente, en base a la promesa.
Nadie dijo que fuera fácil, y si lo dijo, no es cierto. Casi todo lo que vale la pena en la vida requiere esfuerzo. Recordemos las instrucciones del apóstol Pablo al joven Timoteo, cuando le dice: “… esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús, … sufre penalidades como buen soldado, … lucha legítimamente como atleta, … trabaja primero, como el labrador, para participar de los frutos, …” (2ª Timoteo 2:1-6).
Los verbos que aparecen en el texto nos indican la gran responsabilidad que tenemos en hacer la parte que nos corresponde para poder alcanzar todo lo que Dios tiene para nosotros.
Lo imposible se lo dejamos a Dios, pero lo posible es para nosotros. Nos esforzamos y luchamos porque confiamos en Dios, quien es fiel a Sus promesas, nunca miente y no nos va a fallar.
“… para cuidar de hacer conforme a toda la ley …”
En esta ocasión el mandato es más fuerte y tiene que ver con obedecer la Palabra de Dios, que básicamente se reducía a la ley entregada a Moisés.
Nosotros, en nuestros días, tenemos el privilegio de tener toda la revelación escrita, donde Dios nos muestra cómo vivir aquí y ahora y cómo prepararnos para la eternidad.
No te apartes de la Palabra de Dios, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
¿Quieres ser prosperado? ¿Quieres la bendición de Dios sobre ti y los tuyos? El secreto está en no apartarse de Su Palabra, en no apartarse de Sus pensamientos, en no apartarse de Sus caminos, en no apartarse de Su voluntad.
Por tanto, Josué debía hablar de la Palabra de Dios, meditar de día y de noche en ella y hacer conforme a todo lo que estaba escrito.
Si obedeces los mandamientos de Dios y actúas conforme a ellos, “harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien”.
La vida de Josué demuestra que él vivía y ponía en práctica las enseñanzas de la ley de Moisés. Eso le permitió alcanzar victorias con la ayuda de Dios. Antes de morir, exhortó a la nación a obedecer a la Palabra de Dios (Josué 23:6).
v. 9  “… que te esfuerces y seas valiente …”
El esfuerzo y la valentía, en esta ocasión, traerá la presencia continua  de Dios. El Señor estará con nosotros donde quiera que vayamos.
Viene a renglón seguido de “no temas ni desmayes”. La tarea iba en ocasiones a provocar temor, y mucho cansancio y ganas de abandonar y desmayar, pero Dios le dice: “ … porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

La presencia de Dios cambia nuestra vida. Nos lleva a obedecerle sabiendo que Él es real. No es una religión, ni un compromiso con los hombres, sino que tiene que ver directamente con Dios.

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