martes, 18 de enero de 2022

LA ESPADA DEL ESPÍRITU.

 “y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17b).

En este versículo aparece la espada como otra pieza más de la armadura, asignada al Espíritu y vinculada con la Palabra de Dios. El término griego para «espada» es mákhaira, machete o daga. Se trata de la espada corta que era propia para la defensa personal o el contacto cuerpo a cuerpo.

Se llama «la espada del Espíritu» porque es el Espíritu Santo quien nos provee de ella. Es un arma espiritual perfecta de origen y poder divino. El Espíritu Santo inspiró a hombres de Dios para que hablaran la palabra de Dios (2 Ti 3:16; 2 P 1:21). Esta palabra es viva, eficaz y más cortante que toda espada de dos filos (He 4:12).

El mejor ejemplo del poder de esta pieza de la armadura es la victoria conseguida por Jesús ante los ataques de Satanás en la tentación (cf. Mt 4:1-11). De este texto bíblico aprendemos que el creyente tiene que dedicar tiempo al estudio de la Palabra si quiere salir victorioso en las batallas espirituales contra el enemigo. El Espíritu Santo nos enseña todas las cosas y trae a nuestra mente la Palabra de Dios (Jn 14:26).

La espada del Espíritu es ante todo un arma defensiva, capaz de interceptar y desviar los golpes del enemigo cuando se maneja con protección y habilidad. Para manejarla bien hay que conocer bien cómo usarla. No es suficiente con aprender muchos versículos de memoria para después citarlos contra los ataques del enemigo, sino que la victoria se alcanza cuando dejamos que la Palabra controle por completo nuestra vida y somos obedientes a los mandatos de Dios.

En cierta manera, la espada del Espíritu también puede considerarse como un arma ofensiva. Su poder queda demostrado cuando convierte un alma del pecado a la salvación. Por eso, tenemos que estar preparados para predicar con la Palabra «a tiempo y fuera de tiempo» (2 Ti 4:2). La Biblia es la única arma ofensiva que necesitan el cristiano y la iglesia de hoy para hacer huir al diablo y sus huestes.

Tanto en el ámbito ofensivo como defensivo, la Palabra de Dios es la fuente de victoria sobre nuestro gran enemigo espiritual y nuestra arma más poderosa en contra de Satanás. Resulta esencial que ésta sea conocida, amada y practicada, para ganar cada batalla contra el Tentador.

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