La
tercera pieza de la armadura que el soldado romano se ponía era el calzado.
Usaban sandalias de cuero con clavos (cáligas) para poder caminar
seguros por caminos irregulares y sostenerse firmemente sobre sus pies ante un
enemigo poderoso. Los zapatos de un soldado son muy importantes porque su vida
misma puede depender de ellos.
“y
calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (Efesios 6:15).
De
igual manera, el calzado espiritual de un cristiano es igualmente importante en
su guerra contra las asechanzas del diablo. Siempre debemos estar dispuestos a
vestirnos con prontitud para tener la capacidad de mantenernos firmes, de
manera victoriosa, frente a las acciones de Satanás; quien no lo haga está
destinado a tropezar, caer y sufrir muchas derrotas.
Pablo
nos dice que usemos las sandalias del evangelio de la paz. La paz interna que
da el Evangelio es la que nos proporciona seguridad en medio de la batalla.
Prepararnos con este calzado nos permite pisar seguros en el combate, sin
lastimar los pies y hacer fuerza frente al enemigo en la lucha cuerpo a cuerpo.
El
Evangelio anuncia la paz con Dios (Ro 5:1). El evangelio de la paz es la verdad
maravillosa de que justificados por la fe tenemos paz para con Dios por medio
de nuestro Señor Jesucristo. Esta paz es la que experimentamos cuando vivimos
una vida consecuente con el evangelio de Dios (Fil 1:27). Al calzar nuestros
pies con este evangelio, nos mantenemos firmes en la confianza plena del amor
de Dios por nosotros, su unión con nosotros y su compromiso para pelear por
nosotros.
Las
huestes de maldad intentarán inquietar al creyente con la paz que el mundo da,
pero el cristiano no debe turbarse ni sentir miedo porque el Dios de paz lo
sostiene (Jn 14:27). El creyente que se mantiene firme en el poder del Señor no
tiene necesidad de temer a ningún enemigo, ni siquiera a Satanás mismo.
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