A
partir de versículo 14, del capítulo 6 de Efesios, el apóstol Pablo empieza a
describir algunas piezas de la armadura del soldado que bien nos pueden servir
como lecciones espirituales para nuestra vida. Veremos como Dios nos ha
provisto de protección y grandes recursos para enfrentar a los enemigos
espirituales.
“Estad,
pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad” (Ef 6:14 a). Estad, pues,
firmes es una llamada de atención al lector. Significa tomar el puesto que nos
corresponde para librar la próxima batalla espiritual.
Los
soldados romanos se vestían con túnicas holgadas que no se mantenían totalmente
pegadas al cuerpo, por lo que una túnica suelta suponía un gran obstáculo y un
grave peligro para entrar en batalla. Para ello, el soldado se ponía un
cinturón que sujetaba y ceñía toda la ropa que quedaba floja, incluso la
pequeña faldilla que le cubría hasta la mitad de las piernas y que le permitía una
facilidad de movimientos. Este cinturón servía también para la sujeción del
soporte de la espada.
Para
los cristianos, el cinturón de la verdad es una pieza fundamental en su
armadura, ya que está fundamentada en conocer la verdad de la Palabra de Dios. En
el conflicto espiritual la verdad de Dios, que se ha venido mencionando en la
carta (4:21) y que se comunica por el evangelio (1:13), es la cualidad básica
que necesita el guerrero espiritual.
La
verdad de la Palabra de Dios en el creyente le protege contra cualquier mentira
o engaño que el diablo intente usar en su contra. Satanás es mentiroso y padre
de mentira (Jn 8:44), por tanto, quien vive en la verdad impide que su acción
de mentira le afecte y derrote. La única manera de mantenerse firme ante las
asechanzas del diablo es permaneciendo en la verdad de la Palabra de Dios.
Las
mentiras del diablo no pueden compararse con la Palabra de Dios. Jesús usó la
perfecta y veraz Palabra de Dios para vencer a Satanás en el momento de su
tentación (Mt 4:1-11). Dado que la Palabra de Dios es verdad, debemos leerla y
meditar en ella para ceñirnos el cinto de la verdad. La Palabra no solo nos
advierte sobre la batalla, sino que nos muestra cómo vivir la victoria en
Cristo.
Por
otra parte, el enemigo sabe que, si puede engañarnos acerca de Jesús y su obra,
nos desviará de lo que es la piedra angular de la fe cristiana. Nuestra
esperanza está puesta en la crucifixión, sepultura y resurrección del perfecto
Hijo de Dios; así que el enemigo intentará destruir nuestro concepto de quién
es Jesús y la relación personal que tenemos con Él, como Señor y Salvador de
nuestras vidas.
Pero
nosotros sabemos que Jesús es la Verdad (Jn 14:6), es la encarnación misma de
la verdad, es la verdad en persona. Sus palabras, sus actos y sus pensamientos
siempre son correctos. Siendo totalmente Dios y totalmente humano, Jesús vivió
la verdad perfectamente. Hoy, podemos acercarnos a Él con confianza en tiempos
de necesidad, sabiendo que Él ha caminado por donde nosotros caminamos, y no
fracasó. El cinto de la verdad implica conocer a Jesús y tener una relación
personal con Él.
También
por verdad se entiende en este versículo la sinceridad de la mente y el
corazón. El creyente debe vivir en integridad y mantener una actitud veraz
durante toda su vida (Sal 51:6). Además, el creyente es santificado por la
verdad de Dios (Jn 17:17). Bajo circunstancias iguales, la persona sincera
parece ser de mucha más bendición a los que se relacionan con ella que el
hipócrita.
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