sábado, 16 de octubre de 2021

EL CINTO DE LA VERDAD.

A partir de versículo 14, del capítulo 6 de Efesios, el apóstol Pablo empieza a describir algunas piezas de la armadura del soldado que bien nos pueden servir como lecciones espirituales para nuestra vida. Veremos como Dios nos ha provisto de protección y grandes recursos para enfrentar a los enemigos espirituales.

“Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad” (Ef 6:14 a). Estad, pues, firmes es una llamada de atención al lector. Significa tomar el puesto que nos corresponde para librar la próxima batalla espiritual.

Los soldados romanos se vestían con túnicas holgadas que no se mantenían totalmente pegadas al cuerpo, por lo que una túnica suelta suponía un gran obstáculo y un grave peligro para entrar en batalla. Para ello, el soldado se ponía un cinturón que sujetaba y ceñía toda la ropa que quedaba floja, incluso la pequeña faldilla que le cubría hasta la mitad de las piernas y que le permitía una facilidad de movimientos. Este cinturón servía también para la sujeción del soporte de la espada.

Para los cristianos, el cinturón de la verdad es una pieza fundamental en su armadura, ya que está fundamentada en conocer la verdad de la Palabra de Dios. En el conflicto espiritual la verdad de Dios, que se ha venido mencionando en la carta (4:21) y que se comunica por el evangelio (1:13), es la cualidad básica que necesita el guerrero espiritual.

La verdad de la Palabra de Dios en el creyente le protege contra cualquier mentira o engaño que el diablo intente usar en su contra. Satanás es mentiroso y padre de mentira (Jn 8:44), por tanto, quien vive en la verdad impide que su acción de mentira le afecte y derrote. La única manera de mantenerse firme ante las asechanzas del diablo es permaneciendo en la verdad de la Palabra de Dios.

Las mentiras del diablo no pueden compararse con la Palabra de Dios. Jesús usó la perfecta y veraz Palabra de Dios para vencer a Satanás en el momento de su tentación (Mt 4:1-11). Dado que la Palabra de Dios es verdad, debemos leerla y meditar en ella para ceñirnos el cinto de la verdad. La Palabra no solo nos advierte sobre la batalla, sino que nos muestra cómo vivir la victoria en Cristo.

Por otra parte, el enemigo sabe que, si puede engañarnos acerca de Jesús y su obra, nos desviará de lo que es la piedra angular de la fe cristiana. Nuestra esperanza está puesta en la crucifixión, sepultura y resurrección del perfecto Hijo de Dios; así que el enemigo intentará destruir nuestro concepto de quién es Jesús y la relación personal que tenemos con Él, como Señor y Salvador de nuestras vidas.

Pero nosotros sabemos que Jesús es la Verdad (Jn 14:6), es la encarnación misma de la verdad, es la verdad en persona. Sus palabras, sus actos y sus pensamientos siempre son correctos. Siendo totalmente Dios y totalmente humano, Jesús vivió la verdad perfectamente. Hoy, podemos acercarnos a Él con confianza en tiempos de necesidad, sabiendo que Él ha caminado por donde nosotros caminamos, y no fracasó. El cinto de la verdad implica conocer a Jesús y tener una relación personal con Él.

También por verdad se entiende en este versículo la sinceridad de la mente y el corazón. El creyente debe vivir en integridad y mantener una actitud veraz durante toda su vida (Sal 51:6). Además, el creyente es santificado por la verdad de Dios (Jn 17:17). Bajo circunstancias iguales, la persona sincera parece ser de mucha más bendición a los que se relacionan con ella que el hipócrita.

 

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