sábado, 3 de diciembre de 2016

PARA RENDIRLE CULTO A DIOS.

El salmo 24 consta de tres partes: un breve himno o canto de alabanza al Dios creador (vv. 1-2); una instrucción sobre las cualidades requeridas para adorar en el Templo (vv. 3-6) y un poema que celebra la instalación del Arca del pacto en Jerusalén (vv. 7-10) o su regreso a la ciudad santa después de una campaña militar victoriosa.

3 ¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
4 El limpio de manos y puro de corazón;
El que no ha elevado su alma a cosas vanas,
Ni jurado con engaño.
5 El recibirá bendición de Jehová,
Y justicia del Dios de salvación.
6 Tal es la generación de los que le buscan,
De los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob. Selah

En esta parte del salmo se instruye a los fieles sobre las condiciones éticas y morales necesarias para participar dignamente en el culto al Señor.
Los salmos aluden constantemente a Sión y a su Templo, y lo laman Monte de Jehovah y lugar santo porque el Señor lo ha elegido como habitación suya y, a la vez, simbolizan la comunión con Dios.
Respondiendo a las preguntas del versículo 3, en los siguientes versículos el salmista enumera las cualidades que debe tener el creyente para entrar en la presencia de Dios durante un culto.
Limpieza de manos. Limpias de pecado, de todo lo que ofende a Dios, de lo que hace daño al prójimo y de lo que contamina nuestra vida.
Pureza de corazón. La limpieza interior de un corazón sincero, hecho nuevo por la gracia mediante la fe, y conforme a la imagen y la voluntad de Dios. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). Los de limpio corazón, es decir, los que son sinceros, sin malicia ni doblez en su actitud para con Dios y con el prójimo.
¿Cómo puede uno ser puro y limpio en su interior? El salmista, en el Salmo 51, pide que Dios lo limpie y le cree un corazón puro; en el NT, bajo en nuevo Pacto, Dios hace al creyente una nueva criatura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosa viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17) y provee la identificación con Cristo en su muerte y resurrección.
No haber alzado su alma a cosas vanas. Alzar el alma equivale a dirigir el afecto hacia algo; en este caso, hacia lo vano, lo vacío e inconsistente. Esta expresión designa primordialmente los ídolos (Jeremías 18:15), pero también puede significar lo efímero de la vida humana.
No haber jurado con engaño. El creyente debe ser caracterizado por la honestidad y la honradez.
Los que así buscan a Dios, recibirán toda clase de bendiciones del Señor y, en especial, la verdadera justicia. Aquí justicia se acerca al sentido neotestamentario de justificación (Salmo 132:9, 16). Justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios y alcanzamos la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1).
Resume el salmista diciendo (v. 6): “Tal es la generación de los que le buscan”. Subir al Monte de Jehová requiere un esfuerzo especial en buscar a Dios. Hemos de poner toda diligencia en buscar el rostro de Dios, como Jacob (Génesis 32:30), es decir, en lucha con Dios, hasta prevalecer.
Hemos de buscar la comunión con Dios y estas son características de tales personas.

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