Si buscamos en el diccionario la palabra “ánimo”
encontraremos la siguiente definición: “Valor, esfuerzo o energía con que se
acomete algo”.
Está debidamente comprobado que las preocupaciones y el
estrés influyen negativamente sobre el organismo humano. Por el contrario,
cuando una persona tiene la habilidad de sacarle provecho a experiencias
dramáticas, haciendo una lectura positiva, es más propensa a superar los
obstáculos de la vida que quién mira solo los aspectos negativos.
Incluso se ha comprobado que en caso de enfermedad grave, y
hasta terminal, un estado de ánimo favorable fortalece la calidad de vida.
La Palabra de Dios habla claramente sobre este asunto.
Proverbios 18:14 “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién
soportará al ánimo angustiado?”
Muchas enfermedades y adversidades a las que estamos
expuestos en este mundo, pueden soportarse bien cuando la persona tiene una
voluntad fuerte, robustecida por la gracia de Dios, para abrirse paso a través
de ellas. En cambio, cuando la persona posee una voluntad débil, no sabe ni
puede soportar las dificultades y, lo que es peor, difícilmente admite la ayuda
de los demás.
El ánimo angustiado hace referencia a quién ha sido aplastado
por las dificultades y que a menudo sufre de depresión (Pr 17:22) “El corazón
alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos”. Este
versículo es un breve resumen de psicobiología: El gozo favorece a la salud
corporal; la depresión daña a la salud.
Pero hoy podemos dar gracias a Dios porque él envió a Jesús
para sanar a los quebrantados de corazón (Lc 4:18).
Y el Señor le dice a cada uno de sus hijos: ¡Esfuérzate y
cobra ánimo!, lo mismo que le dijo el rey David a su hijo Salomón en los
preparativos para la construcción del templo.
1 CRÓNICAS 22:13 “Entonces serás prosperado, si cuidares de
poner por obra los estatutos y decretos que Jehová mandó a Moisés para Israel.
Esfuérzate, pues, y cobra ánimo; no temas, ni desmayes”.
Sería prosperado si ponía en práctica los mandamientos que
Dios mandó a Moisés para Israel. Una cosa es conocer la Palabra de Dios y otra
bien distinta es ponerla por obra. La obediencia a los mandamientos nos trae
bendición y prosperidad. Puedes tener mucho conocimiento, incluso titulaciones,
pero si no practicas la Palabra de Dios no sirve de nada.
Se tendría que esforzar como el atleta cuando corre en una
competición, que hace un sobreesfuerzo con el fin de llegar a la meta el
primero. Sin temor, sin desmayar.
1 CRÓNICAS 28:9 “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de
tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová
escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos.
Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para
siempre”.
Estos son los consejos de un padre a su hijo: Sé diligente en
aquello que Dios te ordena. No te descuides, no te despreocupes. Pon interés.
Sírvele con devoción y con ánimo voluntario, no por lo que
puedas conseguir de él sino porque le amas. Acércate a Dios con alegría.
Comprende que el Señor honra a quienes honran su Palabra y lo
buscan de todo corazón.
El modo principal de dar aliento a un hermano es compartir
con él el consejo que se encuentra en la Palabra de Dios. Un buen ejemplo de
esto se encuentra en la carta que el apóstol Pablo escribe a la iglesia en
Tesalónica: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros” ( 1
Tesalonicenses 5:11).
En este texto la palabra “animaos” viene de la voz griega “Parakaleo” que significa “dar aliento o
consolar”. Hay aquí una clara indicación de “estar presente” o “acudir al lado
de la persona que necesita ánimo”.
También es nuestra responsabilidad actuar de tal manera que
podamos edificar a los demás. Que nuestras actitudes y comportamientos sirvan
para bendecir a los demás. Nuestra fuerza viene de Dios, solo nos falta cobrad
ánimo para alcanzar la meta.