lunes, 1 de septiembre de 2014

¡ESFUÉRZATE Y COBRA ÁNIMO!

Si buscamos en el diccionario la palabra “ánimo” encontraremos la siguiente definición: “Valor, esfuerzo o energía con que se acomete algo”.
Está debidamente comprobado que las preocupaciones y el estrés influyen negativamente sobre el organismo humano. Por el contrario, cuando una persona tiene la habilidad de sacarle provecho a experiencias dramáticas, haciendo una lectura positiva, es más propensa a superar los obstáculos de la vida que quién mira solo los aspectos negativos.
Incluso se ha comprobado que en caso de enfermedad grave, y hasta terminal, un estado de ánimo favorable fortalece la calidad de vida.
La Palabra de Dios habla claramente sobre este asunto. Proverbios 18:14 “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?”
Muchas enfermedades y adversidades a las que estamos expuestos en este mundo, pueden soportarse bien cuando la persona tiene una voluntad fuerte, robustecida por la gracia de Dios, para abrirse paso a través de ellas. En cambio, cuando la persona posee una voluntad débil, no sabe ni puede soportar las dificultades y, lo que es peor, difícilmente admite la ayuda de los demás.
El ánimo angustiado hace referencia a quién ha sido aplastado por las dificultades y que a menudo sufre de depresión (Pr 17:22) “El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos”. Este versículo es un breve resumen de psicobiología: El gozo favorece a la salud corporal; la depresión daña a la salud.
Pero hoy podemos dar gracias a Dios porque él envió a Jesús para sanar a los quebrantados de corazón (Lc 4:18).
Y el Señor le dice a cada uno de sus hijos: ¡Esfuérzate y cobra ánimo!, lo mismo que le dijo el rey David a su hijo Salomón en los preparativos para la construcción del templo.
1 CRÓNICAS 22:13 “Entonces serás prosperado, si cuidares de poner por obra los estatutos y decretos que Jehová mandó a Moisés para Israel. Esfuérzate, pues, y cobra ánimo; no temas, ni desmayes”.
Sería prosperado si ponía en práctica los mandamientos que Dios mandó a Moisés para Israel. Una cosa es conocer la Palabra de Dios y otra bien distinta es ponerla por obra. La obediencia a los mandamientos nos trae bendición y prosperidad. Puedes tener mucho conocimiento, incluso titulaciones, pero si no practicas la Palabra de Dios no sirve de nada.
Se tendría que esforzar como el atleta cuando corre en una competición, que hace un sobreesfuerzo con el fin de llegar a la meta el primero. Sin temor, sin desmayar.

1 CRÓNICAS 28:9 “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre”.
Estos son los consejos de un padre a su hijo: Sé diligente en aquello que Dios te ordena. No te descuides, no te despreocupes. Pon interés.
Sírvele con devoción y con ánimo voluntario, no por lo que puedas conseguir de él sino porque le amas. Acércate a Dios con alegría.
Comprende que el Señor honra a quienes honran su Palabra y lo buscan de todo corazón.

El modo principal de dar aliento a un hermano es compartir con él el consejo que se encuentra en la Palabra de Dios. Un buen ejemplo de esto se encuentra en la carta que el apóstol Pablo escribe a la iglesia en Tesalónica: “Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros” ( 1 Tesalonicenses 5:11).
En este texto la palabra “animaos” viene de la voz griega “Parakaleo” que significa “dar aliento o consolar”. Hay aquí una clara indicación de “estar presente” o “acudir al lado de la persona que necesita ánimo”.
También es nuestra responsabilidad actuar de tal manera que podamos edificar a los demás. Que nuestras actitudes y comportamientos sirvan para bendecir a los demás. Nuestra fuerza viene de Dios, solo nos falta cobrad ánimo para alcanzar la meta.