jueves, 11 de agosto de 2016

LA PALABRA DE DIOS EN EL HOGAR.

En nuestros días podemos encontrar multitud de consejos sobre la vida familiar en casi todas partes: Internet, programas de TV y radio, libros, … Son muchas las opiniones sobre la mejor manera de tener éxito en el matrimonio y de educar a los hijos, pero a pesar de tener varios principios dónde escoger y aplicar, cada vez más familias se destruyen.
Los cristianos tenemos una guía de valor incalculable cuando se trata de la formación de la familia: la Biblia. El aplicar fielmente los principios bíblicos resultará en un matrimonio para toda la vida, en una buena crianza de los hijos y en el progreso personal de cada miembro de la familia. Pero al igual que cualquier otra guía, los beneficios se obtienen sólo cuando se la obedece.
Dios les puso en claro a los israelitas que sus mandamientos debían ser prioritarios en todo tiempo. Los principios que Dios planteó en la época de Moisés siguen siendo fundamentales hoy. Las familias cristianas deben integrar la Palabra de Dios en todos los aspectos de la vida para tener éxito ante los ojos de Dios.
Deuteronomio 6:1-3. Enseña la Biblia de generación en generación.
“Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados. Oye, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis, como te ha dicho Jehová el Dios de tus padres”.
Moisés escribió Deuteronomio cuando se acercaba el fin de los cuarenta años de peregrinación por el desierto, desde su liberación de Egipto hasta su entrada en la Tierra prometida. No sólo repasó acontecimientos y lecciones del pasado, sino que dirigió la atención de Israel hacia el futuro parar que siguiera obedeciendo la Palabra de Dios, la única forma en que podían disfrutar del éxito futuro.
Las órdenes venían de Dios (v. 1) “mandó que os enseñara”. La dirección de Dios había venido durante la época de Moisés en el monte Sinaí y en el tabernáculo cuando se dictó cuidadosamente la ley (Éxodo 21:1; Levítico 1:1).
Sólo con temor reverente a Dios y guardando sus mandamientos podía esperar Israel disfrutar de éxito en la tierra prometida (v. 2). El temor de Jehová produce obediencia y esa obediencia produce bienestar para la comunidad. Por su obediencia a las demandas del pacto, Israel prolongaría su vida en la tierra y el pueblo crecería en número.
Iban a trasladarse del desierto a una tierra “que fluye leche y miel” (v. 3). Dios había provisto una tierra de abundancia, pero Israel tenía que seguir fiel si quería permanecer en la tierra. La dádiva de la tierra de Canaán es una vívida demostración de la fidelidad de Dios de cumplir su promesa a los patriarcas y sirve también para motivar a Israel a obedecer a Jehová.
Se esperaba que los israelitas les pasaran las leyes de Dios a las generaciones futuras. Dentro de la familia inmediata o dentro de la familia de Dios, los creyentes de más edad que han pasado por las experiencias del “desierto” de la vida deben pasar las normas cristianas de generación a generación. Tales normas no se establecen fácilmente en el hogar ni las asimilan automáticamente los miembros más jóvenes de la familia. Requiere una inversión a largo plazo de tiempo amor y esfuerzo.
Deuteronomio 6:4-9. Fundamento de la relación.
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
El hecho de conocer y aplicar una serie de principios o normas sin un propósito principal dan como resultado el legalismo. Con las leyes de Dios, Dios mismo es el propósito principal. Moisés habla de Dios antes de seguir en su exhortación a Israel (v.4). Quería que los israelitas se concentraran en Dios.
Shema (“Oye”) Comienza la confesión de fe tradicional de Israel.
Acto seguido, Moisés llamó la atención de los israelitas a la profunda relación de amor que Dios deseaba tener con ellos (v. 5). A fin de entender la fuerza de esos dos versículos, sólo hay que ver la enseñanza de Jesús en Mateo 22:36-37. En la época de Cristo, los muchos requisitos ceremoniales de la ley habían llegado a ser el enfoque principal de los judíos que ya no tenían a Dios mismo como su enfoque.
Este amor es mucho más que un mero sentimiento o una emoción interior.
Jehová amó a Israel liberándolo de la esclavitud, Israel debería obedecer los mandamientos.
El código legal religioso estaba lleno de comentarios detallados sobre la aplicación de cada una de las leyes. Jesucristo les recordó a los judíos que lo interrogaron acerca de la ley que el fundamento y la motivación de la verdadera adoración era una relación íntima con Dios.
Los padres y las madres no sólo debían enseñarles reglas a sus hijos. Más bien al darles a conocer a sus hijos los detalles más minuciosos de la ley (vv. 6-9), los padres debían guiar constantemente a Dios y a los caminos en que su amor llena la vida.
Aplicación.

El estudio bíblico en el hogar, a pesar de su gran valor, compite con muchísimas actividades y a menudo pierde. Por muy bien que aplique una familia los principios bíblicos, y aunque planifique fielmente el estudio bíblico y la oración, estas disciplinas sufren interrupciones periódicas. Gracias a Dios, el Espíritu Santo está siempre presente para brindar aliento y dirección en las verdades de la Palabra de Dios. Aplica estas enseñanzas de la Palabra de Dios en tu hogar.